Acosta le dio una palmada cariñosa en la espalda.

—Bueno, amigo, de todas formas, necesitará un padrino, ¿no?

—Sí —repuso Jamie, encantado de tener a su lado a aquel hombre jovial y amistoso que comprendía tan bien lo que era enamorarse a primera vista.

Cuando Dakota volvió al hotel, encontró una nota de Jamie en recepción.

El pastor de la iglesia hará todos los arreglos con el magistrado de la ciudad y la ceremonia tendrá lugar esta tarde a las cuatro. Te veré a la hora de comer. Te amo, Jamie.

La joven miró su reloj. Eran poco después de las doce. Entró en el comedor y se acercó al maître, que la saludó como a una vieja amiga. Le explicó que Jamie llegaría pronto y él la acompañó hasta una de las mesas. Unos momentos después se acercó a ella con una botella de champán en la mano.

—Gracias. Es usted muy amable.

El maître colocó la botella en un cubo de hielo de plata y luego se demoró un instante al lado de la mesa. La joven lo miró con aire interrogante y él, después de vacilar un momento, le preguntó si la invitación de Jamie a la boda había ido en serio.

—Por supuesto que sí.

—Me alegro. Algunos de los camareros estaban hablando...bueno, no ocurre todos los días que dos huéspedes se conozcan y...bueno...

—Nos encantará que la gente del hotel venga a la boda. Ni Jamie ni yo conocemos a nadie en la isla y la idea de estar solos en la iglesia...

—Entonces, ¿no va a venir ninguno de sus familiares? —preguntó él, con aire preocupado.

—No. No se lo hemos dicho todavía. Todo esto ha sido...algo repentino.

—Entonces, ¿usted no tiene a nadie que la entregue?

Dakota sonrió y movió la cabeza. No había pensado en eso. Tampoco había pensado en tener una ceremonia de bodas al estilo tradicional. La verdad es que había estado demasiado ocupada y en las nubes para pensar en nada.

El maître, que se apresuró a presentarse como Henry Theodore Porter, se inclinó formalmente y le preguntó si podían hacerle el honor de elegirlo para entregar a la novia.

Daki se sintió sorprendida, pero conmovida. El hombre indicó que, después de todo, él había tenido un pequeño papel en su unión al colocarlos en mesas contiguas la primera noche. La joven no tuvo más remedio que mostrarse de acuerdo con él. Le dijo que se sentiría muy honrada de ser entregada por él.

Jamie pensó que Dakota estaba hermosa con su traje de bodas. Estaba seguro de que era la novia más guapa del mundo. Llegaron a la iglesia en un coche abierto, cortesía del hotel. Al entrar en la iglesia, se quedaron sin habla. Estaba llena de gente. Reconocieron a algunos empleados y huéspedes del hotel. En la entrada se encontraron con el señor Acosta, vestido con un pantalón blanco y una camisa naranja y Laura, que llevaba una falda de colores y una blusa amarilla, que realzaba el tono rubio de su pelo. A su lado estaba el maître, embutido en un esmoquin muy formal.

La señora que le había vendido el vestido a Daki estaba sentada en una de las últimas filas con media docena de niños y un grupo de amigos, a algunos de los cuales identificó Daki como vendedores del mercadillo. El resto de los invitados eran isleños que se habían enterado de que iba a haber una fiesta. Ellos añadían a la ceremonia un tono de color local y de alegría festiva.

A Jamie y a Dakota les pareció la boda más maravillosa y milagrosa que nadie hubiera podido soñar.

Un par de miembros de la banda del hotel empezó a tocar la Marcha Nupcial, con un ligero toque de reggae.

Dakota se sentía radiante. Le dio el brazo a Henry y avanzaron juntos por el pasillo central.

Los ojos de todos estaban puestos en ella y la joven disfrutó de cada momento.

Jamie, colocado al lado de Acosta en el altar, la miró acercarse a él, admirado. Se preguntó si algún hombre tenía derecho a sentirse tan feliz.

Al entregarle su mano a Jamie, Dakota derramaba algunas cuantas lagrimas de felicidad. Estaba segura de haber encontrado el paraíso en la tierra.

Cuando el novio le deslizó en el dedo el exquisito anillo artesanal y el pastor los declaró marido y mujer, se sintieron por fin como una sola entidad.
Y el sellando su amor le aseguro:

-- Yo nunca he querido más, hasta que te conocí a ti - Emocionada por sus palabras, vio esos profundos ojos grises que la traían loca y que daban un giro de 360º a su vida, y lo beso, asegurándose de que todo era real, que él era real, que todos esos cortos días que pasaron juntos eran reales y que estaba unida al hombre que siempre había soñado, no solo ese dia sino tambien de por vida,  solo seria de él , de su conquistador, y ella de él. Asi ambos llenos de alegría y el sonido de palmas y algarabía de las personas que los acompañaban, profundizaron el beso.


♥♥♥

porfinn :) espero sus comentarios votos q les guste :)



LOCAMENTE CASADOS (En edición)Where stories live. Discover now