Capítulo 5: Rey sin corona

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- Sí – comentó Orochimaru con desgana – más o menos. Cómo me habría gustado haber sido el primero con él pero... me he tenido con conformar con este atajo de inútiles a los que he tenido que tintarles el pelo con los más fino tintes que traen desde oriente. Ni siquiera se parece al color original – comentó enfadado tocando el cabello del chico que lo montaba.

- Su sobrino, Príncipe del reino de la lluvia celebrará un banquete pronto por su futura coronación. Una tragedia que su padre falleciese – sonrió Kabuto sabiendo que ellos mismos lo habían envenenado y Orochimaru sonrió también – pero ahora Pain será el nuevo Rey y usted como su tío, siempre le ha brindado el cariño necesario para que confíe en usted. Puede tener ambos reinos, mandar a la sombra, decirle qué debe hacer. Siempre le hará caso, tiene una fiel marioneta en sus manos. Sé que es duro desprenderse de semejante regalo pero... debe hacerlo mi señor, por el bien de ambos reinos. Déselo y cuando ya no lo necesite volverá a sus manos y podrá disfrutar de su cuerpo cuantas veces desee.

- Tienes razón. Iré enseguida a preparar todo. Partiremos al alba para la coronación de mi sobrino. Su tío no puede faltar allí – sonrió.

Orochimaru levantó al otro chico que tenía sobre sus piernas de manera brusca y lo dejó caer al suelo desnudo como estaba sin tener ninguna consideración.

- Satisface a mi consejero, se lo ha ganado – le dijo al chico mientras se abrochaba el pantalón y salía por una de las puertas laterales dejando al chico allí ante la lujuriosa mirada del consejero.

Orochimaru caminó por los siniestros pasillos hasta llegar a una puerta tallada y bien decorada cerrada con llave y custodiada por dos guardias. Tocó con sus dedos aquellos relieves y apoyó la frente contra ellos acariciando la puerta.

- Mi más preciado tesoro... pronto tú y yo volveremos a estar juntos – susurró mirando a los guardias y ordenándoles que abrieran la puerta.

Las puertas se abrieron y tal y como Orochimaru entró en aquella habitación oscura únicamente iluminada por la chimenea y por la escasa luz que entraba por la gran cristalera del fondo, los guardias cerraron tras él escuchando el ruido de la llave al cerrarse.

Observó el cómodo sillón dónde él solía sentarse frente a la chimenea. Siempre había ordenado que la chimenea estuviera encendida para que no pasara frío aquel chico de piel ligeramente bronceada. Sus ojos al no encontrarle en el sillón se fueron hasta la ventana desde donde se podía ver el pueblo y allí le encontró, observando por la ventana los copos de nieve caer. El crudo invierno se acercaba.

Su larga cabellera rubia era algo que siempre le había excitado y sobre todo, su cuerpo y su mente, aquellos ojos azules que nadie más en el reino poseía, nadie en este reino podía asemejarse ni tan siquiera un mínimo a la belleza de los Namikaze. Pensar que toda su sublevación contra Minato empezó porque no quiso ofrecerle la mano de su primogénito. Iban a dárselo a los Uchiha, al primogénito Uchiha. Aquello no pudo soportarlo, ese chico debía ser sólo para él. Si solamente Minato hubiera atendido su petición y le hubiera dado en matrimonio a ese chico, nada de esto habría ocurrido, pero tuvo que negarse, ese estúpido Rey pensando siempre en lo que sería mejor para su reino, pensando que el ejército de los Uchiha y su ruta comercial traería más riqueza y prosperidad al reino, pensando en casar a Deidara con Itachi.

Orochimaru sonrió, ahora tenía a ese chico aunque hubiera sido a la fuerza, ese chico estaba en su castillo, estaba a su lado pese a no poder tocarle como le gustaría. Se acercó hacia la espalda del chico que miraba la nieve caer y tomó uno de sus largos mechones rubios hundiendo la nariz en él para relajarse con aquel aroma a frutas que siempre tenía.

- ¿Por qué no puedo salir, señor? – preguntó con la voz apagada sin apartar la vista de la ventana – ya llega el invierno de nuevo pero nunca me ha dejado bajar a tocar la nieve. Ya he contado doce años.

Reemplazando a mi hermana (Naruto: Sasu-Naru, Ita-Dei)Kde žijí příběhy. Začni objevovat