capítulo 12

489 20 0
                                    

Horacio

Salimos a buscar leña dejando a Oriana en la cama, estaba agotada por los sucesos ocurridos la noche anterior sin contar lo que había ocurrido esa mañana. Pensé que sería el mejor momento para debatir lo que haríamos con la mujer. Debíamos liberarla. Confiaba en que Octavio entendería y si no lo hacía yo me encargaría de convencerlo. Ella debía volver con su tía. Cuando fui a la ciudad me enteré de que la salud de la señora Olga era muy frágil y los médicos no guardaban grandes esperanzas. Al desaparecer su sobrina la mujer había gastado todos los recursos a su alcance para buscarla, recursos que no eran demasiados. Había descuidado su salud al no comprarse los medicamentos que la mantenían estable, por falta de capital. Su casa estaba por ser embargada por falta de pago, pago que, dicho sea de paso, realizaba Oriana. 

—Debemos hablar— le dije a Octavio cuando ya habíamos empezado a cortar la leña. Él sonrió y asintió con la cabeza como leyendo mis pensamientos— tenemos que dejar ir a la mujer.

—A Oriana—pronunció su nombre con un afecto que antes no había demostrado—sí… Oriana debe ser libre—le costó liberar las palabras, así como le costaría liberar a la mujer— nunca dejará de luchar. Se va a matar en el intento de escapar—su voz sonaba algo acongojada, como quien está a punto de echarse a llorar. Sacó un cigarrillo y lo encendió dando una profunda calada como si el cancerígeno humo pudiera cubrir su dolor.

—La querés—no fue una pregunta, fue una afirmación. Una punzada de celos cruzó mi pecho ante ese descubrimiento. Celos de los dos porque yo también la quería, los quería a ambos. Iba a ser realmente difícil dejarla ir—yo también la quiero—dejé salir en un hilo de vos, demasiado cargado de emoción.

—Sí, lo sé pero no podemos tenerla con nosotros sin que ponga en riesgo su vida— apoyó una mano en mi hombro con pesadez, mientras que sus ojos veían, el vacío, como se esfumaba un futuro que nunca fue posible.  

—Hay algo que tenés que saber— no sabía cómo decirle que no teníamos más dinero— si la dejamos ir corremos el serio riesgo de ser apresados—me giré para evitar su mirada incrédula.

— ¿Qué decís? Podemos dejarla ir y huir no se… al sur por ejemplo— me tomó el rostro escrutando mis ojos.

—No tenemos dinero— solté ante su mirada inquisidora—lo gasté todo.

— ¿Cómo? ¿En qué?—sus palabras salieron en tropel. El miedo se reflejó en su rostro y por primera vez sentí culpa de haber hecho lo creía correcto.

—Pagué las deudas de la tía de Oriana. Estaban por quitarle la casa y está muy enferma… no… yo solo…solo quería—no me permitió terminar la frase, me envolvió con sus brazos intentando tranquilizarme. Comencé a llorar como un niño sobre su hombro—tenía que hacer algo—le dije para justificar mi conducta.

—Lo sé— respondió sin dejar de abrazarme—algún día tendríamos que rendir cuentas ¿verdad?—me dijo mientras limpiaba mis lágrimas y sonreía con los ojos rojos por las suyas que pugnaban por salir. Nos quedamos abrazados durante lo que parecieron ser horas. Nos habíamos resignado a nuestra suerte. Dejaríamos ir a Oriana y volveríamos a casa a esperar la llegada de la policía.  

Oriana

Salieron entre jarana, ambos me besaron antes de salir haciéndose bromas entre ellos sobre encontrar al puma intoxicado con el alcohol en la sangre de Horacio. Cerré los ojos al verlos salir por la puerta, estaba cansada pero era un cansancio placentero << ¿te gustó, puta?>> ¿algún día se callaría ese eco constante en mi cabeza? <<Solo estoy feliz de que no estén enojados conmigo>> me respondí aunque no estaba segura de que fuera así. Esta vez no me habían esposado, tal vez porque sabían que no intentaría escapar de nuevo. Me asomé a la ventana y los pude ver conversar y luego darse un largo abrazo ¿Qué estaba pasando?

 Cuando regresaron con la leña sus rostros eran diferentes, algo había cambiado en ese lapso de tiempo. Ya no hacían bromas. Ya no reían. Avivaron el fuego del hogar y se dejaron caer pesadamente en los sillones. Yo los miraba en silencio sin atreverme a preguntar qué pasaba. Tenía miedo, nuevamente tenía miedo. Octavio me alcanzó unas botas, guantes, gorro y campera.

—Abrígate, vamos a salir—su voz era neutra, sin emociones. Dejó la ropa a un lado y se encerró en el baño. Horacio me observaba desde el sillón, bebiendo sorbo tras sorbo de la botella de whisky. Sacó un cigarrillo del paquete, que su amigo había dejado olvidado sobre la chimenea y lo encendió. Sí, definitivamente algo no andaba bien. En el tiempo que llevaba con ellos había notado que el joven solo fumaba cuando estaba muy angustiado.

No entendía que pasaba. Me habían pedido que subiera al vehículo y lo habían puesto en marcha ¿Qué harían? ¿Finalmente habían decidido matarme? <<Claro que sí, idiota el sexo fue su forma de despedirse>> mi subconsciente nunca se cansaba de mortificarme <<ellos no me harían algo así, sino ¿por qué salvarme la vida?>> me respondí a mi misma intentando mantener la calma.

Atravesamos el camino de tierra y llegamos a la ruta.  A partir de allí tomamos la dirección que llevaba a la ciudad. Estaba completamente confundida ¿Adónde íbamos? Quería preguntar pero no estaba segura de querer saber la respuesta. No obstante había llegado a la conclusión de que no acabarían con mi vida en un futuro inmediato, después de todo el mejor lugar para esconder un cadáver era cerca de la cabaña, el lugar más apartado de la civilización que conocía.

— ¿Qué sucede?—me animé a preguntar cuando comencé a ver otros vehículos en la ruta, rastros de la civilización a la cual nos acercábamos.

—Te llevamos a casa—respondió Horacio sin ánimos.

Octavio

  La joven quedó estupefacta al oír las palabras de Horacio. El silencio se volvió espeso, casi irrespirable. Yo seguí conduciendo la camioneta con Oriana, enmudecida, a mi lado. Cada kilómetro que avanzábamos marcaba la cuenta regresiva para nuestro fin. El fin de nuestra carrera delictiva. El fin de nuestra libertad “algún día tendríamos que rendir cuentas” mis palabras volvían para mortificarme. Tantos años creímos escapar de nuestro destino y solo lo estábamos retrasando. Iba a extrañar mi libertad, pero después del tiempo compartido con la muchacha no podíamos arriesgarnos a que se matara. Tenerla con nosotros era un peligro innecesario para su propia seguridad.

¿Nos delataría?, sí, ella iba a buscar a la policía a penas la dejáramos ir, probablemente no alcanzaríamos a llegar a casa. Por momentos fantaseaba con la idea de que Oriana no nos denunciaría, imaginaba que de algún modo u otro ella nos habría tomado cariño, pero luego analizaba la realidad más objetivamente y comprendía, muy a mi pesar, que eso era imposible. Ella nos odiaba, estaba seguro. La habíamos privado de su libertad y, no me da orgullo decirlo, la habíamos violado. Si bien anoche y esta mañana no opuso resistencia, era indudable que tampoco lo consentía. A decir verdad, me sentía aliviado al pensar que todo terminaría pronto.

Luego de un par de horas de silencios y miradas al fin llegamos a la ciudad. Nos detuvimos a unas manzanas de donde se encontraba la residencia de la tía de Orina. Los tres nos quedamos en silencio sin poder mirarnos a la cara.

 —Bueno, Oriana, llegó el momento de dejarte ir—con estas palabras, Horacio, rompió el silencio. Se adelantó para tomar el rostro de la joven con su mano y depositar en sus labios un suave beso, tan sublime como las montañas que nos habían dado refugio durante tanto tiempo—voy a extrañarte—susurró antes de volver a su asiento.

—Sé, que pedir perdón no basta después de todo lo que te hemos hecho—la miré a los ojos con el anhelo de que creyera en mí, sin embargo no pude adivinar lo que ocultaba su mirada—pero en serio, lo siento. Yo también voy a extrañarte—besé sus labios descargando en ese último beso todas las emociones que me embargaban. Me crucé sobre ella y le abrí la puerta del auto—ya sos libre—apenas traspasó la puerta del vehículo puse el motor en marcha y avancé observándola por el espejo retrovisor hasta que la hube perdido de vista por completo.

el próximo será el último :D  

Crónicas de EstocolmoWhere stories live. Discover now