Capítulo 6

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"No sé qué es el corazón... Yo solo llamo así a las debilidades del espíritu"

(Marqués de Sade)

HORACIO

Me sentía bien por completo, ya había pasado casi una semana desde que despertara en la cama con una desconocida. La mujer cuidaba mi herida cada vez que Octavio se lo ordenaba, la piel poco a poco se había regenerado, la fiebre había desaparecido por completo, al parecer el proyectil no había dañado mucho tejido o músculo lo cual había ayudado a mi pronta recuperación. El dolor era ahora, apenas una molestia. La herida estaba por completo cicatrizada. Los cuidados de Octavio y Oriana habían sido una bendición.

Los días pasaban y no lográbamos llegar a una conclusión sobre qué hacer con la muchacha. Ella por su lado parecía muy consciente de su situación en esta casa y siempre estaba cuidando de no molestar a Octavio. Claramente sabía cuál de los dos era el temperamental y actuaba en consecuencia.

Las pocas conversaciones que habíamos tenido, las iniciaba cuando Octavio salía por leña para mantener encendida la estufa. De ese modo supe que era enfermera en el hospital central, que tenía una tía que, en estos momentos, debía estar muy asustada por su desaparición, ya que era su única familia, que tenía treinta años, aunque representaba veinte. Luego comprendí que se mantenía joven debido a su ritmo de vida, mi amigo no podría haber elegido mejor a su víctima. Me sentía como un monstruo despiadado, al tener en cautiverio a una mujer como ella, que a pesar de sus treinta años, jamás había tenido novio. Su tía era su vida y todo lo que alguna vez había logrado lo había hecho por ella. Al principio me costó creerle pero luego de varias charlas no tuve más dudas. Ahora entendía el terror que había experimentado aquella primera noche y no podía evitar sentirme terriblemente mal por ello.

Quise comentarle a Octavio lo que había averiguado sobre nuestra rehén, pero él era reacio a escuchar nada que tuviera que ver con ella.  

─No me gusta para nada que te involucrés con ella, no es saludable─ me cortó antes de que pudiera decir nada. Estaba furioso por mis diálogos con la mujer─ tenemos que resolver que hacer con ella y que tengas un vínculo con Oriana no nos ayuda para tomar una decisión en forma objetiva.

─pero sería bueno que me escucharas─ intenté nuevamente al ver que estaba obstinado en no escucharme. Conocía a Octavio y dejaría de ser tan brusco con ella si supiera con quien trataba.

─No, no y no. No quiero saber nada─ dijo en forma terminante zanjando por completo la conversación.     

Los suministros comenzaron a acabarse más pronto que de costumbre, pero claro ahora éramos tres para sobrevivir. Pronto iba a ser necesario ir a la ciudad para proveernos de más provisiones. Salimos un momento fuera de la cabaña para hablar sobre quien iría a buscar provisiones, pero antes Octavio esposó a la joven a la cama. Yo no creía que esas medidas fueran necesarias con ella, sin embargo no podía oponerme sin que mi amigo me diera un sermón exasperante sobre el peligro de descuidarnos con la mujer.

─Mañana temprano voy a bajar hasta la ciudad para traer lo necesario para pasar el mes─ dijo sin posibilidades de que lo contradijera─ creo que es la mejor de las opciones─ encendió un cigarrillo─ ¿podrás encargarte de la muchacha tú solo?─ preguntó como para asegurarse de que estaba de acuerdo con él─  voy a pasar la noche fuera dado que voy a verme obligado a usar el transporte público para moverme y no quiero andar por ahí en la noche que es cuando más controles policiales se hacen. Es mejor ser precavidos.

─Quedate tranquilo que vamos a estar bien─ le respondí para que dejara de preocuparse, si alguien debía estar preocupado ese debía ser yo. Después de todo el que iba a estar expuesto a que lo atraparan era él─ prometeme, por favor que vas a tener cuidado─ dije en un susurro, pues sabía que se molestaba cuando, según él, me portaba como una nena.

Crónicas de EstocolmoWhere stories live. Discover now