Capítulo 1

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El sol se asomo por el horizonte, iluminando cada sitio de Winchcombe. La comercialidad empezaba justo antes de la cinco de la mañana, al igual que el trabajo en el castillo. Las empleadas tenían que tener el desayuno listo antes de las ocho de la mañana, que era cuando la Reina Angélica bajaba a tomarlo para después retirarse a su trabajo habitual. Junto a ella descendía la pretenciosa princesa Caitlin, heredera al trono si se encontraba el candidato indicado, o el ideal. Decía que tenía que ser guapo, y los últimos tres que habían llegado en la semana lo eran; pero siempre les encontraba algún defecto. Angélica estaba cansada, y el dorso su mano se iba a perforar dentro de poco por tantos labios que a modo de saludo le depositaban besos.
Le había dado a su hija la oportunidad de elegir, entonces tenía que vivir con ello. Sin embargo... la princesa ya tenía veintiún años, y no faltaba mucho para que cumpliera su siguiente año de vida, y eso significaba que se le acabaría tiempo, y que ella debía elegir al hombre indicado para asumir el trono a su lado.
La princesa de cabellos castaños, se adulaba a si misma por su belleza, y quería que otros la admirasen y la respetasen. Y debido a esa actitud, la reina Angélica tenía bastantes razones como para chocar la cabeza contra una pared. La Realeza exigía un poco de amor hacia sí mismo... pero no tanto.
-la Reina desea que le llevemos el desayuno a la cama -le anunció Louise a las demás, mientras partía con el cuchillo otras rebanadas de pan recién horneado.
-supongo que la princesa querrá lo mismo, siempre hace lo mismo que su madre -dijo Michelle, la mayor de las sirvientas, secando los platos que iban debajo de las tasas de porcelana.
-¿Dónde está TN? -preguntó Leslie, recién llegada.
-condenada muchacha, siempre nos deja con todo el trabajo -bufó Michelle- ella nunca va a llegar a nada si sólo le sonríe simpáticamente a la reina todos los benditos días.
-Michelle -dijo Louise a modo de reproche- deja a la chica en paz, trabaja igual de duro que nosotras todos los días.
-¿Quién le lleva el desayuno a la Reina? -
preguntó Leslie.
-generalmente voy yo -respondió Michelle- y TN le lleva a la princesa.
-realmente la compadezco cuando le toca a ella llevárselo -añadió Louise con una mueca.
-la princesa es muy mimada, con una buena tunda como en mis tiempos no le vendría mal -prosiguió Michelle.
-porque justamente es la princesa, es así... o no sé, tal vez tengas razón pero la princesa Caitlin en el fondo, muy en el fondo, es una muchacha soñadora.
-si, sueña con tener el cutis, cabello, cintura, y busto perfecto, nada más. Que alguien despierte a esa muchacha o iré yo misma a levantarla de los pelos. -finalizo Michelle con fastidio.
Louise y Leslie se miraron y suspiraron, Michelle se iba a volver más vieja de lo que ya era si seguía con esa actitud. 
Mientras tanto, en la zona del granero y de los establos yacía una pequeña chocita que recibía todos los rayos del sol apenas empezaba el día. 
Allí estaba TN enrollada en las sabanas blancas de algodón profundamente dormida, y siempre le habían reprochado que durmiera demasiado, pero también trabajaba demasiado durante el día.

Por la ventana se acercó un pajarito; que con su pico golpeo el vidrio de la ventana varias veces, Dimitri, así lo había llamado TN, él siempre venia todas las mañanas en busca de agua y
pedacitos de pan que ella le brindaba todos los días desde hace un año.
Abrió los ojos con lentitud, nada mejor que comenzar el día con el canto de ese bello espécimen.
Tenía una melodiosa y pacificadora armonía que le daba la esperanza de que el día pudiera ser
mejor que el anterior.
Sonrió y al sentarse, estiro los brazos y al ver el pajarito por la ventana, este aleteo las alas
eufóricamente, el único que se alegraba de verla.
-buen día Dimitri -le dijo, y le abrió la ventana- ahora te doy lo que vienes a buscar.
El parajito entró y se sentó en el barandal de la cama.
-se me hizo algo tarde ¿Sabes? Michelle debe tener los pelos de punta -suspiró pesadamente y dejo un platito y una pequeña lata con agua en la mesita de noche al lado de la cama- así que
dejare tu comida en la ventana por si no vuelvo temprano ¿De acuerdo? 
Dimitri voló hasta ahí y comenzó a picotear los pedacitos de pan.
-disfrútalo.

A veces deseaba ser como Dimitri, lo único que tenía en su pequeña cabecita era el instinto de
supervivencia. El poder de volar era una ilusión que tenía todas las noches.
Se vistió lo más rápido que pudo y corrió entre medio de las gallinas hasta llegar a la ala sur
del castillo, donde estaba la cocina.
-siempre tarde y siempre desalineada -fue lo primero que dijo Michelle al verla entrar.
-no creo que a la Reina le importe mi vestuario, Michelle -le contestó tomando un respiro y
acomodándose el delantal.
-tal vez no, pero siempre hay que tener el pelo recogido y la ropa bien planchada.
-si claro -suspiró y se acomodo un cabello rebelde tras la oreja-¿Bandejas? ¿Quieren el
desayuno en la cama esta vez?
-sí, yo se lo llevo a la Reina y tu a la princesa, vamos, antes de que nos llamen por la campana.

Siempre era mejor ir antes de que la segunda llamada sonara. 
Una vez subidas las escaleras, con las bandejas de plata en mano, recorrida la gran extensión del pasillo hasta las dos habitaciones, que estaba prácticamente juntas, tocaron la puerta con los nudillos tres veces sujetando a la vez hábilmente la bandeja.
Ambas les dieron permiso de entrar y lo hicieron.
-alteza, su desayuno -dijo TN.
Allí estaba ella como siempre, cepillándose su larga cabellera frente al espejo de un marco
precioso bañado en bronce.
-déjalo en la cama -contestó, sin siquiera mirarla.-supongo que esta vez no le untaste la
mermelada al pan, ¿Verdad?

-no, alteza. Está para que usted lo unte a su gusto.-dejó la bandeja cuidadosamente sobre la
mesita de noche que estaba a un lado de la cama. No podía dejarla sobre el colchón, las sabanas de satén estaban distendidas. Claro... su alteza no se podía tomar el pequeño trabajo de acomodarlas. Para eso estaban la servidumbre, para eso estaba TN.
Una vez acomodada y bien tendida, dejó la bandeja con el suculento y completo desayuno en el centro.
-que lo disfrute, su alteza. Con permiso -hizo un acto de reverencia y se dispuso a irse.
Entonces cuando quiso empujar la puerta para salir, el grito agudo de la princesa hizo que se le
detuviera el corazón.
-¡tengo una espinilla! 
Suspiró y giró los ojos, con cansancio. 
-ay tú... como sea que te llames, no puedo ir al banquete con Lady Boston con esto en mi cuello ¿Qué debo hacer?
Un drama semejante por una espinilla... y TN tenía tragarse el dolor de una quemadura en su mano, todo por sujetar una sartén lleno de huevos revueltos sin ponerse antes una manopla.
-no se la toque -le advirtió justo al momento que Caitlin acercaba peligrosamente el filo de sus
uñas- o le quedara una mancha -ella abrió los ojos, espantada- póngase un pañuelo a tono con su vestido o use ése que tiene encaje hasta el mentón.
-prefiero el pañuelo.-
dijo un poco más aliviada, y volvió a cepillarse el cabello- puedes
retirarte.-
 ¿Ni un Gracias? Ya debería de haberse acostumbrado, desde que tenía memoria vivía allí, en ese gran y majestuoso castillo. Sin embargo parecía que el tiempo no pasaba nunca, con veintidós años de vida, recién cumplidos hacia ya una semana, tendría que estar feliz, porque ello significaba que ya la tomarían más enserio, no obstante hasta que no cumpliese los treinta y tantos no asimilaría otros trabajos en el castillo. 

Enamorada del Candidato Equivocado (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora