El almuerzo continuó siendo agradable, la comida de Lucy estuvo deliciosa, en especial el postre. Mi padre no dejó de estudiar a Nathan en toda la tarde, y de vez en cuando le hacía preguntas "triviales". En realidad, creo que no le preguntó su tipo de sangre, porque bueno, mi madre podría matarlo si cruzaba esa línea. Incluso se atrevió a preguntarle sobre sus relaciones anteriores, ¡delante de mí! Fue ahí cuando mi madre tuvo suficiente y se lo llevó a casa anunciando que debían desempacar. Mientras que Kim y Max se excusaron diciendo que debían reunirse con su planeadora de bodas.

Al final, Nathan y yo terminamos en el jardín de Lucy mirándonos sin saber qué hacer. Ir a mi casa ahora mismo no parecía una opción.

—¿Te parece ir al parque? —sugirió él.

Me encogí de hombros y caminé junto a él en silencio hasta que él se aclaró la garganta y preguntó:

—¿Qué exactamente le dijiste a tu madre sobre mí?

—Todo —declaré—. Era tonto mentirle, ya sabía quién eras y confío en ella. Eso sí, no le diremos nada a mi padre.

Nathan asintió como si comprendiera.

—¿Qué piensa ella?

—No entiende por qué lo hago, sin embargo, creo que me apoyará. —Lo señalé—. Te echará de casa, eso sí está por seguro.

Él sonrió a medias.

—Lo veía venir. —Suspiró—. Tu madre es grandiosa y a pesar de que tu padre quiere matarme, me parece un buen hombre. Tienes suerte.

—Lo sé. —Pateé una piedra que encontré en el camino.

—No todos los que estamos en este mundo tenemos la suerte de tener padres divertidos que nos amen y apoyen en todo —Agregó él. Yo atrapé su mano entrelazando nuestros dedos, ignorando las cosquillas que corrían a todas partes la apreté.

Sabía que Nathan se lamentaba todo el tiempo de los padres que le tocaron. Lo entendía. Tal vez él solía ser un idiota de primera, pero eso aún no era excusa para lo que le hicieron. Si ellos no lo hubieran presionado a ser el hijo perfecto, las cosas no serían de esta manera, pero no quería ahondar más en el tema así que aligeré el ambiente con una broma:

—Oye, ve el lado bueno, este tipo de historia hacen que los corazones de las chicas caigan redondos ante ti.

Él resopló.

—No necesito relatar historias tristes para conquistar corazones, Kitty. Hay muchas otras maneras. —Guiñó un ojo y movió sus cejas sugestivamente.

Soltando su mano alcé las mías al cielo:

—¡Eres imposible!

Nathan se inclinó hacia mí y frotó su nariz con la mía:

—Y eso te vuelve loca por mí. —Sin ni siquiera darme el tiempo para reaccionar se adelantó unos cuantos pasos y señaló un puesto de helados—. ¿Quieres uno?

Asentí cuando muy dentro de mí lo que quería hacer era gritar. Había dos fases de Nathan: La dulce, que era cuando se preocupaba por mí, me cuidaba y contaba tristes historia de su fea vida y luego estaba la fase imposible, cuando se burlaba de mí y actuaba todo pervertido y arrogante. ¡¿Es que no podía quedarse en una para siempre?! Me ahorraría mucho trabajo.

Me senté en un banco en el parque mientras esperaba a Nathan con los helados. Miré alrededor contemplando el paisaje. Adolescentes en sus bicicletas y patinetas, parejas besándose y tirándose fotos, familias en picnics y niños jugando alrededor.

Finge ConmigoWhere stories live. Discover now