¿Qué diría ella al verla ahí? ¿Estaría esperándola?

Muchas preguntas cruzaron por su mente, pero la inesperada respuesta llegó de una manera abrupta cuando por fin alzó la vista y se percató de que la habitación se encontraba completamente vacía; y la camilla del hospital, que siempre solía estar desordenada, ahora se encontraba nuevamente tendida y limpia. Disponible para el uso de cualquier otro paciente.

—N-no...—Susurró intentando ver más allá de las sábanas, pero Moira sabía de sobra que su vista no podía ser tan cruel como para engañarla de esa manera.—No.—La menor negó nuevamente, como si estuviera intentando convencerse a sí misma de que aquello no era real. De que que estaba viviendo una pesadilla. 

Corrió hacia la camilla destendiéndola con desesperación. Peter Pan asoció la escena en su cabeza como cuando de niño pierdes un juguete muy preciado y temes nunca volver a encontrarlo. Apretó sus labios mientras Moira lloraba desconsolada.

—No, No, ¡No!, Peter...—Sin querer, Moira retrocedió por inercia e impactó con un cuerpo detrás de ella. Aún con la creciente angustia en su boca giró para verlo, como si esperara que este le confirmara si lo que estaba viviendo era real o una simple fantasía. Peter Pan se encontraba ahí, observándola fijamente sin expresión alguna. El rostro de Moira palideció en respuesta.

—Lo sabías.—Afirmó. Las lágrimas de la menor comenzaron a descender sobre sus tiernas mejillas, empapándolas.

—No tuve tiempo para contartelo. Lo siento.

Moira sintió como su cuerpo se desmoronaba por completo. Casi temblaba entre los brazos de Peter Pan sin saber con exactitud qué era lo que tenía o debía de hacer en un momento como aquel, a pesar de que en su mente lo había ensayado una y otra vez, mucho antes de vivir toda aquella odisea en Nunca Jamás. Ninguna de sus simulaciones se podía acercar a la realidad.

—Era lo que tenía que pasar, Moira.—Él susurró suavemente muy cerca de su oído. Moira sintió las crecientes ganas de brindarle al muchacho un fuerte golpe en el rostro.

¿Ella se lo dijo? ¿Tan fácil lo acepto? ¿Tan fácil se dio por vencida? ¿Por qué ella se dejó ir tan tan rápido?

Angustia, coraje, decepción. Un conjunto de sentimientos comenzaron a crecer dentro de ella como una bomba que estaba a punto de explotar, hasta que de repente, la desagradable sensación desapareció. La bomba explotó, y con su inesperada partida llegaron más y más lágrimas que fueron las encargadas de lavar los restos que quedaban de ella. 

Al final, lo que el muchacho le decía no era nada más ni nada menos que la verdad: Era lo que tenía que pasar.

Con las mangas de su pijama, secó sus ya empañados ojos y asintió con su cabeza como respuesta no solo para el muchacho, sino también para sí misma.

Moira no pudo evitar pensar en la próxima aventura que Wendy Darling presenciaría en el más allá. En cualquier lugar del inmenso infinito, ella estaría ahí, sonriendo; contándole más historias y cuentos interesantes a los niños que anden jugando por ahí entre nube y nube.

Y todos la amarían y respetarían, como siempre solían hacerlo.

Hombre, mujeres, adultos, niños...

Wendy buscaría sin duda a su hermano menor, Michael Darling. Seguramente lo había estado extrañando desde aquel fatídico momento durante la terrible gran guerra en donde este perdió la vida, y probablemente el tío abuelo Michael la abrazaría recordándole que había estado esperándola desde hace mucho tiempo.

¿Estaría ahí el tío abuelo John? ¿O aún lo están esperando para que pueda reunirse con ellos en un lapso de tiempo?

Wendy abrazaría a la abuela Jane con ternura. Madre e hija se reencontrarían y volverían a ser una sola.

—¿Podemos irnos?—Peter Pan interrumpió los pensamientos de Moira.

—No puedo dejarla ir.—Moira confesó, exponiendo sus sentimientos.—¿Podríamos...

—No.—Peter respondió de manera firme al observar los ojos suplicantes de la castaña. Esos ojos que siempre solían dominarlo, pero que esta vez ese no sería el caso.—No vamos a volver. No vamos a regresar a Nunca Jamás.—Cruzó los brazos con autoridad.

— P-pero todo sería mucho más fácil para nosotros, ¿No lo ves?—Moira insistió.—Peter, viviríamos ahí para siempre. No creceríamos, seríamos quién queremos ser, nunca acabarían los juegos y las risas. Nosotros nunca...—Observó el lugar vacío en la camilla obligándose a callar las últimas palabras .—Quiero regresar.—Sollozó la menor sintiendose rota en su interior, apoyándose en el pecho del chico sin siquiera pedir su autorización.—Por favor, volvamos. Por favor.

—Pero nada de aquello sería real.—Peter contestó a la petición de Moira desviando la mirada por si a la chiquilla se le ocurría mirar hacia su dirección. Tenía que mantener su carácter. Al menos por aquella vez.

—Pero...

—No vamos a volver, no lo permitiré.—Peter pasó un mechón de pelo castaño detrás de la oreja de la menor.–No permitiré que no crezcas, que no termines tus estudios, que no trabajes en un lugar aburrido, que no te cases con quien quieras, que no tengas hijos, tus tres hijos, y no termines regañándolos y dándoles unas buenas nalgadas por su mala disciplina. Que cuentes historias de niñas y que no los cuides y les des de esa asquerosa y venenosa medicina.—Peter Pan mostró una pequeña sonrisa, pero era una sonrisa diferente a todas las que Moira había sido testigo.— No voy a permitir que te vayas.

—¡Yo tampoco permitiré que tú lo hagas!—Chilló la menor. Debía admitirlo, Moira Darling tenía mucho miedo.—¡No sin mí!

Y finalmente, Moira había liberado las palabras que tenía atoradas en su garganta desde que habían decidido partir de aquel maravilloso país al que no volvería jamás.

—Moira...

Ella no alzó la mirada, sus ojos le regalaban toda su atención a la camilla vacía; aterrada, pensando en qué pasaría cuando ella ocupara ese lugar.

¿Habría otra historia más allá de morir? ¿Y si su vida no era la vida digna de un final feliz? ¿Y si las cosas salían mal?

No lo permitiría, ella no podía terminar así.

—¡Moira!—Llamó el chico por quinta vez rompiendo los pensamientos de la menor.

—¡Qué!—Contestó esta de mala gana para observar al muchacho con irritación, pero, extrañamente, a él le crecía una linda y tierna sonrisa en el rostro. Una muy grande y reluciente.—¿Qué...

—No pienso irme a ninguna parte Moira.—La chica estuvo a punto de interrumpirlo, pero de sus labios no salió ni una palabra. Estaba confundida.—Yo creo que...—Dudó como si estuviera buscando las palabras correctas para explicar sus pensamientos, unos segundos después encontró el valor.—Yo creo que finalmente crecí sin que te dieras cuenta.—Admitió.

¿Y qué ocurrió con Peter Pan? (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora