—Tú no tendrás una hija.—El pelirrubio le interrumpió, sin despegar su mirada del suelo. Moira frunció el ceño ante la afirmación del mayor, no muy de acuerdo con su punto.

—Es verdad, tal vez tenga tres.—Bromeó.—Tres niños. ¿Me podrías imaginar?—Comentó risueña.—Yo, Moira Darling, cuidando a tres niños y ...

Peter fingía que oía, pero en realidad, dejó de escucharla.

No quería seguir escuchando acerca del prometedor futuro de Moira. No podía escucharlo sin sentir un vacío en su interior y una creciente envidia dentro de su pecho.

Al final sabía lo que sucedería: Ella también debía crecer e irse, así como todos lo hicieron.

Era inevitable, todo el mundo a su alrededor completaría el final que él siempre había estado buscando, pero el que nunca había aceptado. Del que había huído desde hace ya un buen rato.

—... Aunque, ahora que lo pienso, con mi hija no jugaras a eso de ser mamá y papá ¿Te quedó claro? O entonces yo misma tendré que venir y te arrancaré la cara con mis uñas.—Peter no pudo evitar reír, aligerando la vibra que se vivía en la habitación.—¡No estoy bromeando! ¡Le debes llevar unos mil años!—Amenazó.

—Creo que ya es hora de irnos, Moira.—Peter Pan evadió el tema levantándose rápidamente del suelo y empujando los trozos de ramita con el pie hacia una esquina del cuarto.

¿Hace cuánto tiempo debió ponerle punto final a esa historia?

Es decir...

¿A su historia?

—¿Ahora? ¿No llamarás a Campanilla? ¿Ni a los niños perdidos? ¡Necesitamos despedirnos!—Le recordó Moira.

—No me necesitan aquí tanto como yo creía.—Alzó los hombros con fingida indiferencia, aunque en realidad, le dolía. De todos modos, muy por dentro de sí sabrían que tarde o temprano lo entenderían. Él extendió su mano hacia ella decidido a finalizar su promesa y Moira lo miró con cierta desconfianza por tan repentina e inesperada decisión. Sin embargo, al final y como siempre, optó por tomar su mano.

—Peter...—El chico se detuvo antes de que la castaña se colocara sobre su espalda, pues sin los polvillos mágicos de Campanilla, no era capaz de volar por su cuenta.

—¿Sí?—Preguntó.

—Antes de llegar a mi casa, ¿Podemos hacer una última parada?—Moira balbuceó.—Qui-quiero ver a alguien.—Tartamudeó.— En realidad, quiero ver a Wendy.

—Sus deseos son órdenes, madame.

Y sin más nada que decir, ambos se abrieron pasos por el camino de los cielos siguiendo las corrientes de aire correctas para llegar a su primer destino.




Los sucios pies de Moira tocaron el frío y gris marco de la ventana del hospital.

—¿Qué pasa?—Preguntó Peter Pan, pues Moira aún no tenía el valor de ingresar a la habitación. La castaña giró para quedar frente a el, cara a cara.

—¿Quieres entrar tu primero?

A decir verdad, la menor sentía un poco de pavor al pensar que el chico se iría sin despedirse. Que volaría y la dejaría ahí, esperándolo... Todavía no estaba lista para concluir ese capítulo.

—Voy detrás de ti.—Le recordó. Moira asintió para sí misma, repitiendo en su cabeza esas palabras.

La muchacha se adentró en la habitación del hospital, apartando con una de sus manos las finas cortinas blancas que bloqueaban su vista y la separaban de su ser querido.

¿Y qué ocurrió con Peter Pan? (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now