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3.

Beth había salido a las calles de Woolbury por las ropas del señor Merle, se había maravillado con lo tranquilo que se veía el lugar; la gente que había ahí y que parecía que no vivía en el apocalipsis pero así como se maravilló sintió tristeza porque la fantasía no podía durar. Caminó hasta la descripción que Merle le había dado de una casa rosada con grandes ventanales blancos, al llamar a la puerta apareció una mujer de unos 50 años que le dio una gran sonrisa al verla.

—Oh, debes ser el nuevo miembro del que hablan, me llamó Cristina— le saludó la mujer.

Beth correspondió el saludo a pesar de estar extrañada de ser llamada el nuevo miembro, la mujer debió darse cuenta de inmediato porque volvió a sonreír —Es un pueblo muy pequeño, es fácil hablar de estas cosas; siento incomodarte, es que nos sorprendió que los hermanos de Merle volvieran a encontrarlo—.

Beth asintió con la cabeza, los rumores habían distorsionado su relación y ahora los tres eran hermosos hermanos; peleaban como tal ella y Merle pero nada más. La mujer la condujo al interior donde había pilas de ropa por toda la sala pues Cristina era la encargada de lavar la ropa de los hombres que trabajaban con el gobernador por lo menos esa semana.

—Gracias por todo lo que hizo con las ropas del se... de Merle, a partir de este momento me hare cargo— contestó ella.

Se despidió de la mujer y volvió a la casa por lo que parecía la avenida, la gente no amaba a Merle pero lo respetaban, tenía más en común con Daryl de lo que ella originalmente había pensado: ambos tenían buenos corazones que solo necesitaban demostrarlo. Sonrió con satisfacción al pensar en lo afortunada que era por estar con los dos.

Entonces vio a Merle conversando con ese hombre del parche en el ojo, el gobernador se mostraba amable y con una sonrisa pero Merle parecía preocupado y un tanto angustiado por lo que sea que le decía el otro hombre. Beth no era un genio para saber que Merle no quería tener esa conversación así que casi por inercia corrió a donde estaban los hombres.

—Buenas tardes— les saludó.

Phillip y Merle parecieron desconcertados por su intromisión, el gobernador le dio una sonrisa y se despidió de ambos recordándole que debía hacerse cargo de algo. El hombre de una mano dio un ligero gruñido en respuesta, una vez cerca Beth se dio cuenta que Merle estaba molesto, casi furioso y podía ser irritante, insoportable entre muchas otras cosas más pero la había ayudado a su manera, por esa razón ella quiso saber que le ocurría.

Como ella había esperado Merle había reaccionado mal — ¿Tú que demonios haces interrumpiendo a los mayores? Se supone que te encargas de la casa y ya está—.

—Solo parecía que no estaba muy bien y quise ver que podía hacer, parece que no, pero yo también soy mayor de edad— le explicó ella con calma.

Merle se rio bajo por el comentario —Tú no me puedes ayudar en nada, eres una estúpida—.

Beth se mantuvo serena, tantas discusiones con Daryl le habían enseñado a no explotar con cosas como esa —Pero puedo tratar de ayudar—.

—Pues entonces hazme un favor...mejor dicho hazte un favor: deja de babear por mi hermano— le dijo él con fastidio.

Beth sintió que su cara se volvía roja, ¿Qué podía decirle? Era tan trasparente ¿Y si Daryl se había dado cuenta? No podía imaginar verlo a los ojos después de pensar en eso y al mismo tiempo las palabras de Daryl envenenado volvieron a su mente —No es lo que parece... es solo un enamoramiento cualquiera—. Se apresuró a decir para que no la interrogara.

Eso en lugar de apaciguar a Merle desató su molestia pues para él era evidente que Daryl estaba entusiasmado, que entusiasmado; había metido las manos hasta el fondo del pozo del amor, le dolía admitirlo pero su hermano estaba enamorado de Beth porque lo conocía y jamás había visto la necesidad y anhelo que Daryl tenía con ella. La forma en que cuidaba de ella hasta en cosas tan absurdas como decirle que iba a encontrar su familia cuando ni siquiera tenían una pista de donde estaban.

Nacida así (bethyl)Kde žijí příběhy. Začni objevovat