PARTE I: Los Tributos: 1

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No pude dormir la noche anterior, ¿Cómo ha de poder? Es el día de la cosecha. Nadie podría dormir bien sabiendo que su nombre entrara en un sorteo y si ganas ese sorteo puedes morir y de la peor manera posible: televisada.

Los Juegos del Hambre son una pesadilla para cualquiera, excepto para el capitolio y el barbudo del presidente Snow. Es su manera de hacernos pagar una rebelión fallida donde ninguno de nosotros participo y la cual ninguno de nosotros tuvimos la culpa. ¿Qué mejor manera de recordarnos su poder de acero si no es quitándonos la vida para su sádicos disfrute?

Cuando el amanecer toca todas las puertas de manera colectiva nadie se atreve a salir de casa, todo está en una completa tranquilidad, todos están en silencio, un silencio tan abrazador que puedes escuchar el tedioso aleteo de un minúsculo mosquito.
No me atrevo a salir de cama, pienso en ello durante un rato pero no encuentro alguna razón positiva para levantarme, no quiero asistir a la cosecha, no quiero estar allí y escuchar el nombre de una persona la cual quizá conozco y que seguramente veré morir. Ver Los Juegos del Hambre es de manera obligatoria, nadie se atreve a no verlo por miedo de ser atacados por algún agente de la paz. Tengo una pequeña idea la cual sé que si me descubren me costara caro, luego de un rato cuando nadie viene a levantarme para el desayuno, el olor de pan tostado, tocino y huevos revueltos se cuela por las ventanas y puertas de mi casa. Me atrevo a abrir las ventanas de mi habitación, Me he puesto zapatos de cuero y un pantalón ajustado, me he abrigado bien bajo una chamarra color negro, pongo mis pies sobre el alfeizar y salgo fuera, a las calles aún hechas de tierra. Aquí, en el distrito 12 no todo es tan lindo como en el Capitolio.

Ver a alguien morir de hambre es algo común entre los míos, tenemos crueles y corruptos agentes de la paz, cuando cumples los dieciocho te ves obligado a trabajar en las minas de carbón de nuestro distrito. Minas de carbón las cuales hacen algunos años enterraron vivo a muchos hombres y mujeres de nuestra veta, los amarró en una gran explosión de humo la cual escupió a un puñado de sobrevivientes, fue algo realmente aterrador. No perdí a ningún ser querido ya que mis padres y mi familia tienen trabajos diferentes a del resto de personas en la veta pero aun así no puedo dejar de sentirme mal por las personas que perdieron la vida en su propio trabajo para mantener vivas a sus familias, e inclusive me siento mucho peor por las personas que se quedaron sin un cuerpo familiar que poder velar.

Camino lo más que puedo, esquivando las miradas de las pocas personas que se encuentran en las calles; me detengo frente a la borda electrificada que rodea nuestro distrito, son pequeños tiras de alambre creadas por los científicos locos del Capitolio como un conducto de una fuerte carga de electricidad que te mataría al solo tocarla, es obviamente para mantenernos dentro y no poder escapar al bosque de las garras de nuestros opresores. Yo, en particular he escuchado ciertos rumores de que está cerca no está en uso, que es solo para asustarnos y amedrentarnos. Me acerco lo suficiente para poder escuchar el siseo que esta cosa debería emitir por su potencia, pero no está. El siseo que imagino en mi cabeza no es de la vida real, la cerca está sin electricidad.

Estiro una mano y toco un alambre para confirmarlo, no pasa nada. Abro un poco de espacio entre la alambrada y paso al verde bosque, las últimas lluvias de verano hacen que el ambiente sea más espeso y fresco, entre los árboles y la maleza que crece me siento un poco mejor. ¿Podría escapar lejos? ¿Qué encontraría? La muerte supongo, de seguro nadie me extrañaría, no le haría falta a nadie ni siquiera a mi familia y para mí todo sería mucho más simple si estuviese muerto. ¿Podría sobrevivir entre los árboles y aprendiendo técnicas de caza? Trataría de sobrevivir en un lugar mucho menos hostil del en el cual vivo ahora. Pero eso no podría pasar, si decido irme, seguro los agentes de la paz matarían a mis padres y mis hermanos, y yo no quiero que eso pase.

Me acerco a un árbol que llama mi atención, es verde como ninguno y manzanas se desprenden en diminutas vainas que penden del árbol. Me como un par de ellas, al probar su dulce sabor me como unas cuentas más, luego de un minuto he perdido la cuenta de cuantas me he comido. Mi estómago me da un golpe y comienza a rugir, debería volver por algo de comer, algo más sustancioso y que haya estado vivo antes, pero no quiero ver a nadie. Por eso he salido.

Los 74ºJuegos del Hambre (Peeta & Gale)Where stories live. Discover now