Más que un error

Capítulo 17. Montreal (2a Parte)

Empezaba a atardecer, pero aún seguíamos en Montreal. Después de conocer el barrio gay, mi tío decidió llevarme a otro lugar. Por lo que dijo Gina, estaba más que segura que me iba a gustar. Aquella afirmación me sorprendió un poco, pero decidí darle un voto de confianza. De momento todo me estaba gustando.

El vehículo avanzaba con tranquilidad por la carretera, mientras mi mirada seguía pendiente de todo. El libro no me había servido de mucho para este viaje, por el momento no hacía más que estorbar. Ni siquiera lo usé en el avión de camino a Canadá. Pero eso era lo de menos. Mientras más avanzaba el coche, más notaba las subidas que estábamos haciendo. Tenía más que claro, que nos estábamos dirigiendo a un lugar con bastante altura y además popular, porque al llegar al aparcamiento vimos a un conjunto de coches aparcados. Por suerte, mi tío logró encontrar un sitio libre, y así no dimos tanta vuelta.

Los cuatro salimos del vehículo, y empezamos andar hacia donde la gran mayoría de personas se dirigían. Dimos con un camino de tierra ancho, en el que la gente iba y venía. Los árboles y el césped mostraban un verde muy hermoso e intenso. Debía admitir que estaba llamando mi atención. Pero lo que más captó mi interés, fue ver a una ardilla caminar por el césped, mirándonos de vez en cuando. Algunos niños se quedaban ensimismados observando el animal, incluso alguno quiso acercarse, pero éste huía hacia los árboles, subiéndose con gran agilidad.

Por nuestra parte, seguimos andando, hasta que dimos con una desviación. Podíamos seguir recto, pero Gina insistió coger el que desviaba hacía la izquierda. Mi tío parecía decir lo contrario, hasta que finalmente intervino Nico. Curiosamente logró zanjar esa pequeña disputa, y seguimos junto a la gran multitud.

—¿A dónde vamos? —pregunté entonces a Nicolette, quien aún no me había dicho nada desde hacía un buen rato.

—Si mi padre no te lo ha dicho, no seré yo quien rompa esa sorpresa.

Y la verdad, agradezco que no me lo hubieran dicho.

No tardamos nada en dar con lo que deduje era un enorme mirador. Tan pronto llegamos, lo primero que vi, fue un espacio inmenso, con gente intentando encontrar un hueco en el borde para poder hacer fotos del paisaje. Detrás de ese hermoso y espacioso mirador, se encontraba una casa con buenas dimensiones. Para adentrarse en ella debías subir unas escaleras, en las que mucha gente se sentaba para hablar o hacer un pequeño descanso. Por mi parte, ignoré por completo esa parte y fui directamente a ver la ciudad. No fue difícil meterme entre algunas personas, hasta que finalmente por fin pude ver la ciudad en toda su expansión. Los edificios se alzaban con elegancia frente a mis ojos, pero sólo tres resaltaban más que los demás. Mis ojos se perdieron ante semejante vista. Podía ver perfectamente los cuatro puentes que conectaban con la ciudad de Montreal, separados por una gran distancia entre ellos. Mientras que el río seguía su curso, engañando a cualquiera, pensando que bien podía ser el mar.

—Es... precioso —expresé en un susurro, obligándome a cerrar mi boca. No quería parecer tan idiota delante de mi familia, mucho menos frente a Nicolette.

—¿Verdad? Sabía que te iba a gustar —miré a Gina con una sonrisa, para después volver a dirigir mis ojos aquella hermosa imagen.

—¿Quieres que te echemos unas cuántas fotos? —como respuesta le di mi teléfono a mi tío, listo para empezar a fotografiar.

—Que rápida —se burló Nico, pero la ignoré por completo y la atraje hacia mí, cosa que no se esperó en absoluto.

Me dedicó una pequeña mirada interrogativa, sabiendo que me preguntaba si eso estaría bien. Yo solo pasé mi brazo por su espalda, y miré al frente, formando una sincera sonrisa en mis labios. Ciertamente, no podía ni contar cuántas fotografías había hecho. Debo decir que logré coger la confianza que necesitaba para enmarcar momentos con Nicolette. Con mis tíos fue mucho más sencillo, ya que Daniel se animaba con rapidez y traía consigo a Gina.