Capítulo 2. Azul cielo

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Me dejé caer en el asiento trasero, mientras mis tíos se sentaban delante. Nicolette se encontraba junto a la puerta izquierda, mientras yo, en el lado derecho observaba con curiosidad los edificios que se alejaban con rapidez cada vez que nosotros avanzábamos. Por otra parte, no sabía si era cosa mía, pero me sentía incómoda sabiendo a quién tenía a escasos metros de mí. El silencio entre las dos me ponía la piel de gallina, y mi mente no hacía más que buscar cualquier tema, por muy absurdo que fuera. Sin embargo, no di con nada.

Por varios minutos me mantuve en silencio, de fondo podía oír las voces de mis tíos junto con el murmullo de la música, cuando entonces vi cómo empezábamos a desviarnos de la carretera, hasta llegar a un especie de centro comercial.

—Vamos a comer algo, tienes que venir, obligada, vas a probar una de las cosas más buenas que existen en Quebec— dicho esto mi tío salió del vehículo.

Las demás hicimos lo mismo. De reojo, y siempre sin pensar las cosas, observaba con cierta curiosidad a Nicolette, quien en esos momentos hablaba con su madre en francés. Decidí aprovechar y acabar con mi duda.

Me acerqué a mi tío, quién al verme me dedicó una encantadora sonrisa.

—Hay algo que me gustaría preguntarte.

—Dime sobrina.

—¿Nicolette es tu hija?

—Yo la considero como tal, pero si te refieres a hija biológica, no. Soy su padrastro.

Ahora todo tenía sentido. No había un solo parecido en él. Ni ojos, ni boca, ni sonrisa... En cambio, con su madre sí.

Finalmente, llegamos al lugar. Ahí, mi tío pidió para todos algo llamado poutine. Cuando estuvo listo, llevamos la comida en nuestras respectivas bandejas y nos sentamos en una de las mesas del local.

La poutine, es un plato de patatas fritas, con una salsa por todas ellas y un conjunto de trocitos de queso. A mí, sinceramente el queso no me gusta, pero debía de admitir que estaba delicioso.

¿Qué opinas? preguntó Nicolette con ojos curiosos. Sinceramente, jamás había visto una mirada como aquella.

Está muy bueno.

Volví a bajar la mirada, centrándome en la deliciosa comida que acababa de descubrir.

Por otro lado, mis familiares hablaban entre ellos en francés, obviamente no entendía absolutamente nada, sin embargo, podía verme a mí misma observando a cada uno, como si supiera qué era lo que estaban diciendo. Me sentí un tanto estúpida, pero tampoco le eché importancia.

Lo que sí me tensaba, era la intensa mirada de mi prima, ya que, cada vez que levantaba la vista, la atrapaba observándome de reojo con aquel estúpido cielo. Además, parecía que no le importaba en absoluto que me diera cuenta de aquel hecho. Ciertamente, empezaba a creer que mi estadía aquí sería algo... especial.

Cuando terminamos volvimos al coche. Antes de entrar, mi tío me dijo que me sentara a su lado, así que me cambié de sitio, sintiéndome aliviada. Al menos ya no me comería la cabeza para hablar con Nicolette.

En el camino, miraba todo con enorme curiosidad. El tiempo no era para lanzar cohetes, las nubes grises se cernían sobre nosotros. En cualquier momento llovería, lo daba por sentado, pero tampoco me importó. Para mí era un nuevo encanto a este lugar, una temperatura diferente, cambiante, y estaba bien vivir algo distinto.

Segundos después de cruzar la ciudad llegamos al autopista. Qué decir, no había nada que ver. El paisaje era el mismo, y si hubo algún cambio, no pude saber de él. Mi cuerpo me pedía dormir, y tan pronto como cerré los ojos caí rendida en los brazos de Morfeo.

Más que un errorWhere stories live. Discover now