Capítulo 37. "Un gran, incómodo y extraño día de campo".

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Algo que Astrid amaba eran los fines de semana, ella podía sentarse y leer un buen libro varias horas sin ser interrumpida y  poder descansar de la escuela, y todas las cosas del reino.

Aunque, desde que había llegado se había leído alrededor de  más de 20 libros, sin parar y uno tras otro.

Un sonido la detuvo e hizo que la princesa llevase su mirada fuera del libro y se concentrara fuera de élnpara ver que allíllí en frente de la puerta de su habitación se encontraba su madre mirándola tiernamente.

—Hola, mamá —dijo ella con una sonrisa.

—Hola, querida —Dijo ella acercándose a su hija. Astrid vio a su madre, ella siempre había admirado los rasgos franceses de ella. Cosa que Ben y ella habían perdido desde que las hadas les dieron sus dones. Ambos tenían belleza, y eso, según el resto del reino, no era de extrañarse. Pero si se miraba bien, ambos descendientes habían perdido ese toque francés de su madre—. Me alegra que estés en casa. —Su madre pasó un mano en la mejilla de la princesa.

—Lo sé, me lo dijiste esta mañana en el desayuno. —dijo ella con media sonrisa.

—Lo sé querida, pero me preocupa  que algo te pase. —dijo su madre.

Ella rió.

—Mamá, yo puedo cuidarme sola. Ya viste como me había ido cuando escapé hace dos años. Me las había arreglado bien hasta que los chicos me encontraron.

—Lo sé, y a pesar que algunos de nosotros sabíamos lo que estaba pasando exactamente, sentía esa preocupación de madre en el pecho. Cuando también supimos que los chicos habían ido detrás de ti, eso fue a peor.

—Puedo entenderlo, pero gracias a eso me volví la guardiana de la rosa. Así que creo que puedo mantener la situación bajo control.

—Pero a veces pienso que alguien podría llevarte lejos de aquí. —dijo Bella.

Astrid dejó el libro en sus piernas y recordó lo que había pasado la primera vez.

Se suponía que la princesa iba a regresar al puerto del reino desde Arendelle, al ser uno de los reinos, junto a DunBroch y Corona (a pesar de que estos  manteníam unas colonias y pequeños territorios en Auradon pero el resto del reino se encontraban a las afueras de Auradon) y estaban demasiado lejos, no estuvieron para cuándo Auradon se formó sino que fueron un par de años después que estos mantuvieron tratados con el reino. Astrid iba a llegar en barco a casa y de ahí regresaría al castillo. Pero en el tercer día Peter, Dan y Pearl se infiltraron de en el barco y los durmieron a todos. Lo último que la princesa supo fue que despertó en esa cueva y Pearl se había disfrazado de ella.

Aunque todavía había algo que ella no había preguntado al trío, y era cómo se habían enterado de la existencia de esta nueva versión de la rosa.

Se recordó a si misma que debía preguntárselos en cuanto los viera.

—No va a pasarme nada mamá —Dijo Astrid.

—Espero que así sea. Además, quería pedirte ayuda para algo. —dijo Bella a su hija, ella frunció el ceño.

—¿Para qué? —preguntó Astrid.

—Bueno... es algo especial, ya que hoy La Sra. Potts, Lumiere y Din Don regresan hoy al castillo y pensé en hacer algo especial.

De pronto en la cara de la princesa se formó una sonrisa pequeña y vio a su madre. Astrid se había enterado que la Sra. Potts, Lumiere y Din Don habían tenido vacaciones cuando Ben asumió cómo rey, esa era la razón por la que había visitado a la mujer en su café el otro día, además de mostrarle la carta de Chip. Ben había dado vacaciones a todos los empleados más cercanos y más antiguos del castillo durante un tiempo. Ella no había sabido nada de los consejeros de su padre desde que había llegado y realmente sentía que ellos hacían mucha falta en en castillo. Las peleas constantes de Lumiere y Din Don, y los buenos días con el acento cantado de la Sra. Potts, sin mencionar sus galletas en cada desayuno.

La princesa de Auradon [Descendientes/Carlos De vil] LPDA1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora