Traición

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Todos, excepto Peter quien se queda esperándome, me acerco a él, despacio.

- Peter...

- No necesito que me expliques lo de esa simulación. – me dice, tranquilo. – Sé a qué me debía atener. Además, ya habíamos hablado de esto. Despreocúpate ya, ¿está bien?

- Gracias.

- Ahora, quiero preguntarte algo.

- Claro.

- Quizás, ahora que ya todo se solucionó, podríamos empezar nuestra relación formalmente. – sus mejillas comienzan a colorearse de rosa fuerte. – ¿Quieres?

- ¿Me aceptas con todo y bebé?

- ¿Bromeas? – dice, sonriendo. – Me estás dando el honor de pasar toda una vida a tu lado. Te prometo para ti, y para él. No les faltará nada.

- Te amo. – le digo, abrazándolo.

- Yo a ti.

- ¿Van a quedarse ahí todo el día, o vienen? – pregunta Will, sonriendo.

Corremos por el pasillo y salimos por la puerta. El corredor de ambas puertas está vacío. Marcus ya no está entre nosotros, quién sabe hacia dónde se llevó el cuerpo de Jeanine. Cuando el ascensor llega, nos apretujamos y trato de soportar la presión lo más que puedo, pero cuando llevamos casi 15 plantas, les digo que necesito salir, así que tomamos las escaleras. Pero, cuando Tori empuja la puerta para salir de las escaleras a la primera planta, todo es un baño de sangre.

Hay demasiadas personas tiradas en el suelo del vestíbulo y sangre derramada a la par de ellos. Entre esas personas, está Uriah con una chica recostada en su regazo. De pronto, la reconozco.

- Oh, no. – digo y salgo corriendo hacia donde están ellos. Me acerco y Lynn a penas me ve, con ojos vidriosos. – No, esto no... ¡Un médico! ¡Alguien, por favor, ayúdennos!

- Hola, pansycake. – me dice, con un intento de sonrisa débil.

- ¿Cuántos años tienes? ¿Doce? – le respondo intentando reír, pero mis lágrimas se desbordan.

- Y medio. – responde, sonriente. Uriah llora demasiado, aún cuando intenta sonreír.

- ¡Tú, ven aquí! – grita él a una erudita. La mujer se sacude los pantalones y camina hacia nosotros. – Eres médico, ¿cierto?

- Sí.

- ¡Ayúdala, entonces! ¿Qué esperas?

La doctora se acerca a Lynn y le pide a ella que quite las manos de su herida.

- No puedo, me duele. – dice ella.

- Soy consciente de eso. – responde la doctora. – Pero no voy a ser capaz de ayudarte si no me la revelas.

Cuando la erudita levanta la camisa de Lynn, la herida luce terrible. Alrededor del círculo, hay un moretón. La doctora frunce los labios y nos ve. Eso, no es una buena señal.

- Ayúdala. – pide Uriah, con su voz más quedita, pero su llanto sigue. – Tú puedes curarla.

- Por el contrario. El área del hospital está dañada.

- ¡Hay otros hospitales!

- Uri, cállate. – le pide Lynn. – Es demasiado tarde.

Una historia InsurgenteWhere stories live. Discover now