Perdóname, Eric

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- ¡Maud! – me dice alguien. – ¡Levántate, Maud! ¡Vamos!

Me sacuden y pronto abro los ojos, la luz es cegadora. Lanzo mis piernas sobre el borde de la cama y dejo que la mano me empuje hacia la puerta. Siento el hielo del piso en mis pies y eso me despierta. Es una chica, no la conozco, pero ella a mí sí. Echo un vistazo hacia atrás, Will viene a mis espaldas, metiéndose la camiseta, y a mí ni tiempo de ponerme un short, me dio. La chica sigue tirando de mi brazo, por un momento pienso que puede llegar a arrancármelo.

- ¿Qué está pasando? – le pregunto, con mi voz grave y rasposa.

- Tienes que verlo, no puedo explicártelo. ¡Corre!

Cuando vamos por el Abismo, ya voy completamente despierta y corriendo por mí sola. No hay nadie en el Pozo, ya todos deben estar dormidos. Jadeo, la chica corre un poco más rápido que yo. Pronto, llegamos al edificio de cristal y ella golpea la palma de su mano contra el botón. Will nos alcanza mientras esperamos el ascensor.

- Simulación. – dice, con el mismo ritmo de respiración que Will y yo tenemos. – Hay una simulación. No es para todo el mundo...

Simulación. La palabra me produce escalofríos, recorriéndome por la espina dorsal. La chica pone sus manos en las rodillas y trata de ralentizar su respiración.

- Uno de ellos, dijo algo acerca de los Divergentes. – continúa.

- ¿Dijo eso? – pregunto, abriendo mucho mis ojos. – ¿Lo dijo bajo el efecto de la simulación?

La chica asiente con su cabeza. La veo, tendrá 13 años. Es rubia, con un mechón celeste en su cabello.

- Quizás la conozcas. Marlene. No sonaba como ella. Demasiado... era demasiado monótona.

Las puertas se abren. Volteo hacia Will, quien tiene su ceño fruncido y sus labios entreabiertos. Incrédulo, al igual que yo. Seguimos a la chica por el pasillo hacia una puerta marcada con el rótulo "Acceso al techo".

- ¿Qué hacemos aquí? – le pregunto, con desconfianza.

La chica no me responde. Las escaleras de la azotea huelen a pintura vieja. Hay graffitis por todas estas paredes. El aire de la noche es frío; rápidamente lo siento y me abrazo a modo de que, con mi roce pueda mantener un poco el calor de mi cuerpo.

Mis ojos se adaptan a la oscuridad poco a poco. Y, frente a mí, veo tres figuras de pie en la cornisa. Una de ellas, verdaderamente es Marlene. Los otros dos, no los conozco, pero son pequeños. Quizás la edad del chico es de 13, y hay una niña de 8 años, aproximadamente.

- ¡Bajen! – les grita Will desesperado, en cuanto los ve y se acerca a ellos. – ¡Vamos, bajen de ahí!

- Ellos no pueden oírte. – digo en voz baja, acercándome a él y casi taciturna, recordando aquella pesadilla, donde Jeanine le había inducido una simulación a Will y ella me dijo que no me podía oír. Will tiene sus ojos desorbitados, pasa una mano en su cabello y luego la pone sobre su boca. – Tampoco te ven.

- Deberíamos saltar hacia ellos a la vez. – me dice la chica.

- Nos arriesgamos a empujarlos. Tú, ponte al lado de la niña, Will ve por Marlene... yo, me quedo con el chico.

De pronto, una voz femenina resuena a mi lado derecho.

- Tengo un mensaje para la Divergente. – su voz suena plana. Marlene no mira a nadie, pero habla, como si supiera que yo estoy aquí.

Una historia InsurgenteWhere stories live. Discover now