La Caja

137 15 4
                                    

Will ha venido a este horno, en el que los dos arderemos. El osado traidor presiona a Will hacia mí, con el arma. Peter intenta también empujarme, pero es como si me hubiera quedado pegada al suelo, y solo puedo sentir el frío que la mirada de Will me comunica.

Vine aquí, para que nadie más muriera. Vine aquí, para protegerlos; para proteger a Will de esto. Y, comienzan las ansias a comerse mi estómago. Me preocupa que haya venido. Él tenía que quedarse. Si venía Ariana o Cuatro, me hubiera preocupado un poco menos, porque son divergentes. ¿Pero, Will? Todos, menos Will.

Se encuentra a pocos metros de mí, y cuando llega a mi lado, extiende una mano y yo la tomo. Aprieta por unos segundos, sus ojos están inyectados en sangre, y su tez sudorosa, es más pálida de lo normal.

- ¿Por qué haces esto? – le digo, entre mis dientes y sintiendo mis lágrimas. Sus pequeños labios se fruncen y gruñe. Me lanzo sobre Will, a pesar de que Peter me toma de los brazos. Pego mi frente a la de Will, y esta vez, grito. – ¿Por qué haces esto?

- Te dije que eras lo único que tenía. – me responde, con voz ronca. – Me muero si no te tengo. Prefiero morir aquí, contigo.

Los traidores lo empujan y lo alejan de mí. Lo veo desaparecer cuando doblan la esquina. Toda la vida y la esperanza que me quedaba, de que mi muerte sirviera de algo, se han ido. Peter aún me sostiene, pero al ver que no pongo más resistencia, afloja su agarre y ahora me tiene del codo. Su fuerza me encamina a mi celda, y yo solo puedo pensar en la sangre que le resbalaba a Will por la mejilla. Es peor que mi destino. Caigo al suelo cuando entro, y me quedo de espaldas hacia la puerta. Mi llanto solo fluye, y emito sollozos en silencio. Lloro más de angustia que de tristeza.

- ¿Por qué ha venido? – me pregunta Peter, con esa presión en su voz.

- Porque es idiota. – digo, volteando a verlo.

- ¿Eres algo de él?

- Su hermana. – respondo, casi en un susurro. – Al único imbécil que me atreví a darle mi amor, es un traidor, ahora. – suelto, con odio.

- He tratado de explicarte, y tú no...

- Yo, no quiero que tengas relación alguna conmigo, ¿está claro? Es mejor que te alejes, que te olvides de lo que sentiste por mí, si es que alguna vez existió. Te odio, Peter, ¿es que no lo entiendes?

Sus hombros se bajan ante cada palabra que sale de mi boca. Puedo ver la cortina de lágrimas en sus ojos. Me volteo de nuevo, viendo hacia la ventana, sentada sobre mis piernas, pensando en lo patético que ha sido Will al venir. En lo patética que he sido yo, al decirle eso a Peter. Y, en que no tengo ningún consuelo, el saber que ellos dos están aquí.

Por fin, escucho que los zapatos de Peter chirrían cuando se da la vuelta. Si Peter es guardia personal de Jeanine, tiene que saber lo que le harán a Will.

- ¡Espera! – le grito, y rápidamente me pongo de pie, casi tambaleándome. Él se detiene en la puerta, sin voltear a verme. – ¿Qué le harán a Will? ¿Crees que lo maten?

- No lo sé. – dice, con su voz temblorosa.

- ¿Puedes averiguarlo? – le pregunto, avergonzada; viendo hacia sus rodillas. – ¿Puedes averiguar, por lo menos, si está bien?

- ¿Por qué haría eso? – me dice, casi golpeando las palabras. – Eres una simple prisionera, no tienes privilegio alguno, en este lugar.

Miro mis manos, o eso es lo que pretendo, pues mis ojos están empañados. Un momento después, escucho la puerta cerrarse. ¿Por qué lloro? Si yo misma me he ganado ese trato. Ridícula.

Una historia InsurgenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora