Will

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Y ahí estamos, frente al ancho edificio que lleva por título, "Merc mart", pero antes decía "Merchandisemart", mejor conocido como el Mercado del Martirio.

Nuestro reflejo está frente a las puertas de cristal. Puertas que antes permanecían abiertas. Me adelanto a ellos y empujo una de éstas, hacemos nuestra entrada con plena libertad. El vestíbulo sigue siendo amplio, iluminado y con los suelos de mármol negro que llega hasta los ascensores, tanto del área residencial, (siguiendo recto), como del área de oficinas (cruzando a la izquierda). En el centro, hay un anillo blanco que con losetas del mismo color, forman la balanza desequilibrada, la cual significa que la verdad tiene más peso que la mentira.

Este es mi hogar, el único lugar donde sí me siento en paz, respiro tranquilidad. Hasta que una osada viene hacia nosotros y a ella se le unen otros, que nos detienen con la pistola en alto, apuntándonos; como reflejo, Ariana, Cuatro y yo, levantamos nuestras armas también.

- Identifíquense. – dice la osada.

- Maud, ese es Cuatro y ella es Ariana. – digo. – Los tres somos osados. – sus ojos se abren mucho, pero no baja el arma.

- ¿Hay algún problema? – pregunta Tobias.

- Pongan las armas en el suelo y las manos detrás de la cabeza. – ordena.

- Hemos entrado por la puerta principal. – dice Ariana. – ¿Crees que lo habríamos hecho si hubiésemos querido atacar?

- Armas al suelo y manos a la cabeza. – repite.

A regañadientes, le obedecemos y dejamos las armas en el suelo. Una vez, hemos dejado las pistolas, ellos proceden a esposarnos las manos.

- ¿Qué está pasando? – pregunto, rehusándome a que uno de ellos ponga el seguro en mis manos.

- Lo siento – dice la chica. – pero, se nos ordenó que los detuviéramos en cuanto vinieran.

- ¿Qué? – preguntamos los tres, al unísono.

Arrestada en mi antigua facción. Genial, cualquiera quisiera una bienvenida como esta, a su facción de origen. Nos encaminan a los ascensores que quedan del lado izquierdo de la puerta principal. Como quisiera salir corriendo en dirección recta y subir las escaleras que llevan a mi hogar.

- ¿Al menos nos dirán los cargos que tenemos? – pregunto. Pero, ninguno de los osados responde. – ¿De verdad, con ley del hielo, también? ¿Qué hicimos mal?

- Maud. – me llama Cuatro, con voz ronca.

- Está bien, me callo. Pero solo quiero saber si esto es justo o no.

Me rindo.

Subimos a la cuarta planta. Es donde se encuentran las celdas, en las que encierran a las personas que esperan por un juicio o un interrogatorio. Qué perfecta bienvenida. Y, efectivamente, nos ponen en una celda de suelo y paredes blancos, y con una banca que recorre a lo largo de la pared del fondo. Cierran con seguro y estamos los tres ahí, con cara de confusión y rabia.

Tobias se sienta en el banco y frunce el ceño; Ariana se pone a dar vueltas, caminando de un lado al otro en la habitación. Yo, me siento en el suelo, recostándome en la pared. Mi amiga da cinco pasos al frente y cinco regresa y lo repite tantas veces que comienza a marearme, así que cierro los ojos, recostando mi cabeza en la pared.

Si Erudición no tomó el control de Verdad, (tal como lo aseguró Edward), ¿por qué nos detienen como los rehenes más peligrosos de la ciudad? ¿Qué hicimos que pudiera atentar contra Verdad? Finalmente, ya no escucho los pasos de Ariana, pues se ha ido a sentar al lado de Cuatro, abraza una de sus rodillas y suspira.

Una historia InsurgenteWhere stories live. Discover now