Suero de la paz

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Pareciera que los días se fueran lento, pero no es así, quizás porque no hay combates, entrenamientos, tiros, cosas a las que estábamos acostumbrados. Hay mucho por hacer, desde las primeras horas en las que sale el sol. Después de que vamos a desayunar, debemos ir a buscar nuestro lugar correspondiente para ayudar en el día. Unos cordiales, me piden ayuda para asir una carreta que está atorada entre dos puertas y sin dudarlo, voy a tomar mi lugar entre ellos. Después de todo, nadie se ha portado grosero con nosotros, no es para menos que les prestemos servicios.

Veo que Ariana va a los huertos y Cuatro a la lavandería. De un momento a otro, Peter se desaparece, mas luego de ayudar con costales de granos, se me olvida y continúo con mis tareas.

Unas horas después, cuando me limpio el sudor de mi frente con el brazo, escucho un escándalo que nos hace detenernos a todos y ver lo que sucede. Las voces me son conocidas, voces que suenan a histeria y enojo. Las voces vienen de la colonia de casas donde están nuestras habitaciones, a unos cuantos pasos de donde estoy.

- ¡Yo sé para que lo quieres! Crees que si se lo llevas a los eruditos, te perdonarán la indiscreción y recuperarás su confianza.

- ¡No quiero su confianza! – responde el otro. – Si la quisiera, no les habría ayudado en el complejo de Osadía.

- Nos ayudaste porque Maud estaba ahí, pero si hubiera sido solo yo, te habría dado igual.

- Puede que sí te hubiera ayudado.

- ¿Entonces? – pregunta Ariana, subiendo más la voz. – Estoy segura de que si hubiesen atacado Verdad, en lugar de Abnegación, habrías dejado que disparasen a tu familia entre los ojos, sin protestar. Pero, yo no soy así, a pesar de que los Abnegados no tienen absoluta relación conmigo.

- Cuidado con lo que dices sobre mi familia, Mariana. – advierte Peter.

- Dámelo. – le ordena ella. – Ahora.

- No.

- ¡Dámelo, o te juro que te mataré!

- Qué miedo. – responde Peter, de manera burlona.

Entrego el costal a uno de los cordiales que está delante de mí y corro hacia la casa de Ariana, y cuando llego, Peter y ella se están dando de golpes. Ariana lanza un puño contra el rostro de Peter, pero él lo esquiva y ella en vez de intentarlo de nuevo, lo agarra por un brazo y se lo retuerce con toda su fuerza. Peter grita a todo pulmón, luego le da una patada en la rodilla y cae. No sé cómo reaccionar, así que salgo corriendo para llamar a Cuatro. Pero, no debo correr tanto, pues él viene en camino.

Cuando me vuelvo al lado de Cuatro, uno de los cordiales sujeta a Ariana por la cintura, casi cargándola y yo tomo los brazos de Peter. Ariana intenta soltarse de los brazos del chico cordial, pero él no la deja. Me quedo al lado de Peter, quien se calma al instante que me ve.

- ¿Por qué lo has hecho? – le pregunto y saco el objeto cuadrado de su bolsillo.

- ¡Cálmate, Ariana! – dice Tobias.

- ¡Tiene el disco duro! – grita ella. – ¡Lo tomó!

Tobias se acerca a nosotros, y le entrego el disco.

- No estaremos en un refugio para siempre. – dice, Cuatro, con el ceño fruncido. Por un momento, me parece ver al instructor de Osadía, del primer día. – Y, esto no ha sido muy inteligente por tu parte. – luego, se vuelve a Ariana y la señala. – ¡Ni tampoco por la tuya! ¿Quieres que nos saquen de aquí? ¿A dónde iremos, si no es aquí?

Una historia InsurgenteWhere stories live. Discover now