Prólogo

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Sentía frío, mucho frío. Estaba segura de que estaba ardiendo en fiebre, pero no era mucho lo que ella podía hacer en ese momento. Salir de su escondite era muy arriesgado, tomando en cuenta que la policía la estaba buscando. Presionaba la herida, ya había derramado demasiada sangre; si corría con suerte, la bala no habría perforado ningún órgano vital y había salido, así que no necesitaría cirugía, pero aún así le dolía mucho y se estaba desangrando; si Jaroslavsky no llegaba pronto con el médico que había mandado a secuestrar, La Reina Negra sería solo un recuerdo más, una historia que contar.

Era bien conocida por ser la única mujer dirigente de una mafia en México; su cabeza valía oro entre las autoridades, pues tenían años buscándola ya. Aún cuando casi todo lo que robaba iba directo a caridad y que todas las personas que había mandado a matar eran meramente criminales, políticos corruptos y gente que hacía el mal, era una criminal ella misma y la justicia la perseguía.

Claro, que, ¿cómo dar con alguien cuya identidad es totalmente desconocida?

Un par de personas sabían quien era ella realmente, Jaroslavsky, Carla y Edward, sus mejores amigos, a los que había conocido en Italia, años antes de regresarse a México y Fernando Colunga, el Fierro, su peor enemigo, jefe de otra banda de crimen organizado. Fernando era un hombre endemoniadamente guapo y el novio de su difunta hermanita menor.

Lo odiaba por ser el culpable de la muerte de Laia, él sabía que la pondría en peligro si salía con ella y si la amaba, la habría alejado, pero no lo hizo. Necesitaba vengar su muerte... primero tendría que acabar con Gustavo Ventura, el enemigo de Colunga, que era quien la había mandado a matar para luego acabar con el propio Colunga.

Jaroslavsky sabía qué hacer si ella moría, él sería el siguiente jefe de su banda y se encargaría de vengar la muerte de su hermana, la suya realmente no importaba demasiado. Pero ¿dónde se había metido con el doctor? Ya comenzaba a delirar.

-Señora, he llegado con el médico, ¿cómo se siente? -preguntó Jaroslavsky con su acento polaco. En su voz había un tono de preocupación, quería bastante a la Reina Negra, aunque no románticamente.

-Acércalo, he perdido demasiada sangre y no puedo morir-el doctor tenia ojos vendados y estaba amordazado. Chenkoff retiró todo aquello que perturbaba la práctica de sus conocimientos.

-Señora, ¿le duele aquí? -dijo presionando el área al rededor de la herida

-Si-seguía sudando, estaba bastante pálida y no tenía la fuerza necesaria para hablar normalmente.

- ¿Aquí? -preguntó presionando un poco más lejos.

-No

-No está en peligro de muerte, donde impacto la bala no hay un órgano cerca, fue muy afortunada. Un poco mas a la derecha y teníamos que operarla de emergencia. Pero necesito materiales, sangre, kit de sutura, instrumentos, debo ir por ellos. -dice intentando levantarse.

-Usted... No puede salir de... Aquí-dijo con bastante dificultad, sin aliento.

-Se va a morir, si no me voy en este momento.

-El señor puede ir por... todo... lo que necesita-dijo refiriéndose a Jaroslavsky.

Tenía tanto frío. El tiempo pasaba muy lento, pero sabía que no debía dormirse, al menos no hasta que le estuvieran pasando la sangre. Solo pensaba en Leah, su chiquita y en Fernando. ¿Fernando?

Una hora y media más tarde, se encontraba dormida, con fiebre, delirando. La policía le había hecho esto tras ser defraudada por uno de sus hombres, un maldito espía del clan Colunga. Pero si pensaban que ella se quedaría con los brazos cruzados, están equivocados, pues "venganza" era parte de su nombre.

Jaque Mate [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora