Aclarando las cosas

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- Creo que fue eso mismo lo que le hizo reflexionar, y fue fácil de convencer.

- Idiota. – digo, viendo hacia otro lado.

- Ya pasó. Lamento en verdad, todas esas simulaciones que te hizo pasar Jeanine, todas esas torturas...

- En casi todas, Eric estaba ahí... o mi bebé.

- Lo sé. – dice, cabizbajo. – ¿Cómo fue que murió Eric?

- Bueno, primero debes saber que me quedé como líder de Osadía, junto a Tori y a Cuatro. Debido a la traición y a los asesinatos, se le dictó sentencia entre nosotros y el castigo era la muerte. Así que... eso hicimos.

- ¿Y, te tocó matarlo?

- Me pidió que yo lo matara. Por cuestiones que sólo él entendía. Dijo que si yo lo hacía, era como un acto de compañerismo... en cambio, si alguien más lo hacía, lo haría con odio, y él no quería eso.

- Dijiste que las cosas habían cambiado con él... ¿cómo fue?

- Bueno, el día que llegó a poner las simulaciones, lo apuñalé y al día siguiente, fui al interrogatorio para llevarles noticias a los demás osados. Ahí, bajo el suero de la Verdad, fue cuando dijo que él me llevaría a Erudición para protegerme, no me entregaría como Divergente. Fui a verlo al hospital, y me lo confirmó. Luego de eso, dijo que tenía los mismos síntomas de embarazo. – sonrío. – Concluyó en que, le habría gustado vivir conmigo, y esas cosas... dijo que se había enamorado de mí, sin darse cuenta. Y, me dejó todo lo que era de él, en Osadía. Su apartamento y todo lo que había en él, la oficina.

- Y el puesto. – sonríe.

- Sí, también. Me dijo que aceptaba al bebé, y que cuando él naciera, que le pusiera su nombre. Fue eso, lo que me hizo cambiar de parecer...

- Con justas razones. – suspira con pesar, y toma mis manos. – No me dejes nunca. – me dice.

- Sólo si tú me prometes estar conmigo siempre. – le digo.

- Siempre. – acepta.

Peter se estira un poco y toma el shampú y la pastilla de jabón. Me dice que me voltee y lo hago: me siento con la espalda hacia él. He recogido mi cabello, como lo hacen las chicas de Abnegación, mientras él humedece mi piel con su mano y luego pasa el jabón por mis hombros y por la espalda. Masajea y poco a poco me hace sentir mejor. Lo hace a lo largo de mi cuerpo, y por último aplica el shampoo en mi cabello.

Cuando ha terminado, yo hago lo mismo con él: paso la pastilla por sus brazos, por su espalda y cada centímetro. Después, me siento en la orilla y lavo su cabello. Está largo y comienzan a formarse algunas ondulaciones, pero es brillante y suave, como siempre.

- Te quiero. – me dice, cuando vuelvo a sentarme, esta vez entre sus piernas.

Estiro mi cuello hacia atrás, y lo veo. Él también me mira y sonríe. Se oye aún mejor, cuando viene de sus labios sin miedos y sin tensiones. Se escucha relajado, suave y él, ese Peter que siempre me ha atraído.

- Yo también te quiero. – contesto.

Me siento sobre mis piernas y estamos frente a frente. Su piel brilla por el agua, huele a jabón y a limpieza. Sus dedos pasan por mi frente y luego en mi mejilla.

- Cicatrices. – me dice. – ¿Cuándo pasó?

- Fue en Verdad. La del pómulo, fue por un vidrio que me pasó cortando,

Una historia InsurgenteWhere stories live. Discover now