Capítulo 23: El amor de una reina

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Yuuka suspiró profundamente, mientras veía como tanto los Sakamaki como los Mukami corrían hacia ellas, libres por primera vez en sus vidas de la magia de su padre. Yuma llegó hasta Natsuki como un rayo, y la chica saltó sobre él envolviéndolo en un abrazo de oso, suspendida en el aire. Ambos comenzaron a reírse sin razón aparente, más que estar juntos. Era una pareja la mar de curiosa: él tan grande, ella tan pequeña. El colgante de Natsuki volvió a partirse en mil pedazos, pero esta vez, cuando se recompuso, adoptó la inofensiva forma del pequeño cristal que en realidad era.

Por su parte, Yui fue a refugiarse en los brazos de Ayato, ocultando las lágrimas de su rostro enterrándolo en el pecho del joven. Sus manos estaban entrelazadas, y los anillos de compromiso que ambos portaban brillaban a la luz de las lámparas. Ayato acarició con cariño el pelo de Yui, con una sonrisa llena de amor dibujada en su rostro. Se querían demasiado.

Hanae, sorprendentemente, se levantó sin una palabra, acercándose con tranquilidad a Kanato e intercambiando unas solemnes palabras con él. El chico hizo un aspaviento con la mano como para quitarle importancia a algo, y el rostro de ella se iluminó con una sonrisa que no tenía nada de la diversión o locura que la caracterizaba, por una vez.

Fue entonces cuando sí: Hanae corrió hacia Azusa, cogiéndole firmemente por los hombros y comenzando a llenarle la cara de pequeños besos, entre sonrisas y lágrimas de alegría; besos que el chico aceptó de buen grado, con un sonrojo cubriendo sus pómulos. Yuuka se fijó en que su cuerpo no estaba tan cubierto de vendas como el día en que llegó, y que ya no asemejaba en absoluto un muñeco roto, con el rostro graciosamente cubierto de marcas del carmín rojo de Hanae.

La menor de los Sakamaki ahogó una risita. Entonces, se cruzó con la mirada de su madre, que la observaba con un amor que desarmaría a cualquiera.

Sabía que podías hacerlo ─susurró la mujer, dejando que una impecable y delicada lágrima rodase por su mejilla. La misma Yuuka sintió como sus ojos se aguaban─. Hija mía, sé que has sufrido mucho, y también has hecho sufrir.

─ ¿A qué te refieres? ─murmuró la joven con voz llorosa, confundida. Marianne hizo un gesto con su mano, suave y delicado, y una pequeña figura salió de detrás de su espalda.

Yuuka sintió como se le paraba el corazón.

Era un niño, o más bien el recuerdo de un niño. Un niño adorable, de cabellos rubios y ojos azules y brillantes, sonrisa sincera y risa cristalina.

¡Yuuka-chan! ─el que una vez había sido Kou Mukami se acercó a ella, abrazando sus rodillas sin llegar a tocarla realmente, puesto que no era completamente corpóreo. Yuuka sollozó, mirando al niño y a su madre alternativamente.

─ ¿Por qué...?

No te confundidas, cielo. Sólo deseo ayudarte a disipar cualquier nube que todavía haya en tu corazón ─dijo cálidamente la mujer. El pequeño Kou dio un salto ligero como una pluma en el sitio, llamando la atención de la anonada Yuuka.

¡Yuuka-chan! ¡Yuuka-chan! ─exclamó, radiante como era─. Siempre seremos amigos, ¿verdad? ─la muchacha lo miró, y entre lágrimas, asintió. La risa del niño estalló con fervor, y fue el momento en el que Yuuka aprovechó para buscar la mirada del verdadero Kou.

El joven la miraba, una mirada limpia y pura como el cristal.

─Lo siento ─dijo simplemente Yuuka. Kou se encogió de hombros, sacudiendo la cabeza repetidamente como quien espera lo inevitable.

─Ya lo sabía ─su sonrisa fue dolorosamente triste─. Somos amigos. Lo primero es que seas feliz.

El recuerdo de Kou miraba alternativamente a la pareja, con la curiosidad e inocencia de un niño. Frunció el ceño al ver las expresiones dolidas de Yuuka y Kou, y se situó entre ellos, llamando la atención de Marianne, sacudiendo su manita.

Bloody Nightmares [Diabolik Lovers #2]Where stories live. Discover now