1. A

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—Mierda.

Musita una y otra vez la misma palabra entre dientes. La sangre se comienza a acumular en su boca, el sabor metálico escurriéndose por su lengua y la comisura de sus labios; la vuelve a escupir al lavamanos ensangrentado solo para maldecir nuevamente. Proporciona más presión con sus dedos a la fisura que se abre a lo largo de su brazo, desbordando líquido cálido y crudo mientras intenta banalmente apresurar la hemorragia. Su corazón se acelera al sentir una puerta lejana cerrarse en el primer piso. Soltando su brazo casi inerte, se tira sobre la puerta del baño y la cierra con el pestillo gastado lo más rápido que puede. Su respiración está agitada al igual que su pulso, sus manos se sacuden violentamente y con mirada demente busca desesperado sobre baldosas entintadas de rojo algo con que defenderse—no hay nada. Ni un jodido trozo de cristal lo suficientemente grande que le sirva de arma; nada. Kyungsoo maldice por vez incontable y abre la cortina de la bañera junto a él con tal brutalidad que se desprende de un costado; está llena hasta el borde de agua nauseabunda, podrida, negra. El hedor de ésta llega hasta sus fosas nasales y se voltea de forma inmediata, expulsando por su boca una sustancia blanca similar a la leche. Sus piernas ceden en cuanto las convulsiones en su vientre continúan y cae de rodillas sobre los finos fragmentos de vidrio roto esparcidos por doquier. Sus ojos se llenan de lágrimas y gime sin poder parar las arcadas que lo sacuden cada menos dos segundos.

Tocan a la puerta de la habitación en la que se encuentra.

El sonido resuena sobre el del vómito chocando contra el suelo y pasa a través de su tímpano, enviándole golpes de pánico a todo su cuerpo. Su estómago termina de vaciarse y se sienta en el suelo con ojos abiertos, retrocediendo a gatas de espalda hasta chocar con la tasa del escabroso inodoro. Limpia la suciedad que hay en sus labios con la palma de la mano y fugazmente nota los trozos de cristal incrustados en las rótulas de sus rodillas.

Tocan a la puerta por segunda vez, más fuerte.

—No, —murmura Kyungsoo, la luz blanquecina de la ampolleta sobre él parpadea inquietante, y termina de arrinconarse entre el inodoro y la tina. — ¡NO! —vocifera tapando sus oídos y cerrando los ojos con fuerza. El miedo corriendo por sus venas, la sangre escapando por lugares de los que ni siquiera es consiente; ya no hay lágrimas para expresar su pavor.

De pronto algo apresa su muñeca en un agarre que le quema la piel y grita ante el ardor, lo único visible ante su visión borrosa es un antebrazo negro y putrefacto naciendo del contenido de la bañera, sujetándolo con tal fuerza que ya no siente la extremidad en su lugar. Tironea del agarre asustado como nunca antes en su puta vida; como nunca antes en sus cortos años, pero el miembro no lo suelta ni un poco, en lugar de eso hay uñas enterrándose en su superficie. Kyungsoo ya no puede tomar más, quiere despertar de la propia realidad, pero es imposible. Su corazón se detiene al oír golpear ruidosamente la puerta una tercera vez, y el chico en su cabeza adivina qué es lo que pasará.

El pestillo se desliza por sí solo. Kyungsoo desea morir de una jodida vez.

Lo último que escucha es el portazo ensordecedor, los pasos pesados, el chasquido grato del hueso de su muñeca rompiéndose y la suave voz de Jongin acunándolo.

—De esta no sales muerto, querido.

ABECELOSO; KaisooWhere stories live. Discover now