Capítulo 7: El lugar secreto de Alex

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—Y

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—Y... ¿esa chica que vimos más temprano era tu novia? —le pregunté, en un intento de romper el hielo, y también porque sentí curiosidad por ella.

—Hablas de Brookelle —mencionó él, revelándome el nombre de la chica, que yo ya había escuchado por entrometerme en su conversación—. Salimos un tiempo, pero hace rato que lo dejamos. Lo malo es que ahora ella se dedica a acosarme.

—Pero, es muy bonita, ¿por qué no vuelves con ella?

—Por qué me di cuenta que lo nuestro no iba a llegar a nada, y no quiero ilusionarla con eso —se tornó a mirarme por un instante y cambió su semblante, se le formó una risa burlona— A ti te gusto, ¿verdad?.

—¿Qué? ¡No! ¿Qué te hizo pensar eso? —reí nervioso.

—¿Cómo que no? Kyle, dejaste un charco de baba que llegó hasta mis pies —continuaba con esa sonrisa burlona pintada en el rostro.

—Bueno, ya. ¿Y qué? —reclamé molesto.

—Y nada...

Nos quedamos en silencio de nuevo.

Alex se adentró a un lugar boscoso, las hojas secas y ramas de árbol se escucharon crujir cuando los neumáticos del auto le pasaron por encima.

—Ya llegamos —anunció Alex, detuvo su auto a mitad de la nada y se bajo.

Cuando puse un pie fuera, sin querer removí algunas de las hojas que estaban en el suelo, me fijé que debajo del montón del tapiz natural que formaban aquellas hierbas otoñales había un suelo de concreto, y si te fijabas con mucho detalle y echabas a andar un poco más la imaginación podías observar lineas amarillas de estacionamiento, muy despintadas por el paso del tiempo, pero al fin y al cabo, ahí estaban.

—Alex, ¿qué es este lugar? —le pregunté curioso cuando me fui atrás de él a un paso apresurado.

—Un parque abandonado. Aquí vengo cuando siento que necesito relajarme.

Seguro este era el lugar donde él venía cuando faltaba a clases.

—Vienes a drogarte, ¿no?

—La verdad sí, no voy a mentirte —admitió sin una pizca de vergüenza en sus palabras.

—¿Y por qué me trajiste aquí contigo?

—Sí quieres, te puedes regresar —se volvió a mirarme.

¿Yo solito? Prefería quedarme junto al gigantón de ojos asesinos al que se pensarían dos veces antes de atacar.

—No, gracias. Así estoy bien.

Me le empareje, caminamos un poco hasta adentrarnos más en ese parque abandonado, quien sabe cuánto tiempo tenía así, la vegetación abundaba y lo hacía parecer un bosque, aunque ya muchos árboles de ahí estuvieran secos por el mismo descuido del lugar.

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