Capítulo 50: Expertamente inexperto

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¿Cómo podría describir la vida de un infeliz drogadicto?

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¿Cómo podría describir la vida de un infeliz drogadicto?

Bueno, para empezar. Una adicción no empieza porque sí, las personas adictas buscan llenar un vacío, evadir la realidad. Lo que no saben es que cuando entras en el mundo de las drogas con esa esperanza de borrarlo todo, ese hueco en tu pecho que al principio sólo querías sellar superficialmente, se vuelve un pozo sin fin donde tu adicción te llevará cada vez más abajo.

Para mí eso estaba claro desde el primer día que inicié esta misión suicida. No empecé con algo ligero como lo cuentan en los comerciales antinarcóticos, no, tal vez otras personas con menos deseos de morir empiecen por la hierba. Pero yo empecé con las pastillas desde el primer día. Desde ese momento supe que iba a estar en ese pozo sin fondo por un buen rato, en realidad, pensé que jamás iba a salir de este. Hasta hace poco tiempo, cuando sin aviso, un mocoso fastidioso que siempre llevaba la gorra hacia atrás me tendió la mano para ir escalando a la salida poco a poco.

No había cortado con mi adicción de raíz, pero al menos ya no me sentía tan muerto en vida como antes, y tenía un propósito para algún día llegar a dejarlo, cosa que antes, ni siquiera me permitía pensarlo.

Últimamente hasta mi semblante había cambiado, desde el día que fuimos a esa convención Friki y pude besar a Kyle en sus cinco sentidos, no podía dejar de sonreír. Greg se dió cuenta de esto desde hace mucho, lo malo de no seguir viviendo solo es que era más difícil el evitar exteriorizar mis sentimientos. No era bueno guardándome las cosas, soy demasiado expresivo, tenía suerte de que Kyle sea tan ingenuo, pero Greg no es así, es demasiado intuitivo, capta todo a la primera, y lo peor, es que es muy chismoso.

Eventualmente las sonrisas se volvieron algo que iba y venía cuando el recuerdo se me cruzaba por la cabeza, trataba de que cuando eso sucediera el señor chismes no estuviera cerca. Pero eso era casi imposible, ya que parecía que tenía un oído biónico que abarcaba seis metros a la redonda.

Como ocurría en este preciso momento, el pensamiento se me cruzo por una milésima de segundo, la sonrisa me duró un minuto y medio, o algo así, y eso fue suficiente para que el ojo biónico del insecto la detectara.

—¿Vas a decirme por qué sonríes tanto últimamente?

Me preguntó Greg asomándose detrás del sillón donde estaba tranquilamente mirando a la televisión. Casi me da un infarto, me tomó desprevenido.

—¿Buscas matarme?

—No lo sé, tal vez sí, antes de que tú me mates a mí primero.

—¿De qué estás hablando?

—Bueno, debo decir que me tiene muy consternado que tú estes sonriendo tan seguido, Alex. He llegado a la conclusión de que debe ser una de dos cosas: uno, finalmente has perdido la razón, o dos, hay una burbuja de aire en tu cerebro —puntualizó levantando dos dedos.

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