EPÍLOGO.

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Un par de meses después...

Nerviosa resquebrajé el sobre que era a la vez ansiado y odiado. Con sumo cuidado, y algo de miedo desdoblé la hoja que se encontraba en su interior.
Mantuve los ojos cerrados, con los párpados fuertemente sellados durante un par de segundos en los que sentí que los nervios me volverían loca. Tenía que abrirlos y enfrentarme a ello. Cuanto antes mejor.

Con un suspiro despegué mis pestañas enfocando mi visión en las delgadas letras de impresora.

Ahí estaba, entre mis dedos, el boletín de notas del último curso de secundaria. Y sí, mis últimas calificaciones en la seguridad de la enseñanza obligatoria.

Fui deslizando mi vista lentamente por cada una de las materias, fijando mi atención en la cifra que acompañaba a cada una.

Durante el último mes había vivido encerrada en mi cuarto, estudiando para los exámenes finales, sin apenas tiempo para mis padres o para mi novio. Incluso, ni tiempo para asaltar la nevera en busca de chocolate.

Y he allí el resultado: una ordenada fila de sobresalientes, menos en educación física que el ocho impidió ir más allá.

No me contuve por más tiempo.

Las notas resbalaron de mis dedos cuándo salté riendo, feliz. Agarré el papel doblándolo rápidamente antes de guardarle en el bolsillo de mis vaqueros cortos.

Comencé a correr calle abajo, sin pensar muy bien a donde iba. Sólo quería chillar. Todo se había acabado. Lo había superado. Annabeth Gwendolyn Leslie Smith York Thomas se había graduado con un promedio que le abriría las puertas que necesitaba.

¡Era una genio!

Pasé por la puerta del Starbucks y no pude evitar detenerme. Como la cafetería del instituto había cerrado Logan volvió allí junto a su nueva...“compañera de trabajo.”

—¡Logan! — Exclamé empujando las puertas de cristal.

El camarero, que como siempre ocupaba un puesto en la barra, alzó la cabeza para mirarme.

—¡Ann!, ¿eso son las notas? —Señaló el filo del papel que sobresalía del bolsillo. Asentí enérgicamente. —¿Y? ¿Cómo han ido?

Como respuesta le tendí el papel. Él lo agarró y no dudo en leerlo como lo hice yo con anterioridad. No. Lo leyó directamente.

—¡Joder! ¡Enhorabuena, Ann! ¡Te invito a un café!

Reí recuperando el boletín.

—No puedo... Tengo que enseñárselo a mis padres cuanto antes, pero... Te tomo la palabra.

Logan me guiñó un ojo.

—Sin duda, pequeña.

Retomé el camino, saltando las grietas de la acera, esquivando transeúntes y aguantando de nuevo las ganas de chillar. Sólo quería llegar a casa.

Jadeante y con gruesos goterones de sudor descendiendo por la piel de mi nuca me detuve en el porche. Aspiré una amplia bocanada de aire buscando las llaves en mis bolsillos.

El calor de junio había apartado el frescor de la primavera por lo que ya no llevaba ninguna chaqueta donde pudiese guardar las cosas. Debía apañarme con mis pantalones cortos y sus bolsillos.

Saqué las llevas y en el mismo movimiento las introduje en la cerradura.

—¿Hola? —Pregunté al pasillo vacío cuando hube internado en la casa.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Where stories live. Discover now