CAPÍTULO VEINTIDÓS. "Vete acostumbrando, angelito"

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La manecilla del reloj se deslizó por el radio de la esfera. Lentamente. Con angustiosa lentitud. Con el dedo golpeé la mesa, en un ritmo cansino calmando el aburrimiento que se aglomeraba en mi estómago.

Con los labios apretados en una fina línea fijé la vista en la ventana. El sol luchaba por despuntar entre las densas nubes grises que desde hace días opacaban prácticamente toda la luz que nuestro astro nos mandaba.

—Pst. Annie.

Deslicé mis ojos del cristal de la ventana hasta Jake que se encontraba sobre la mesa. Sus brazos le servía de apoyo para la cabeza, su cara era como mirar directamente al aburrimiento.

Alcé las cejas sagaz, estudiándolo minuciosamente.

—¿Uhm? — Pregunté en voz baja inclinándome hacia su pupitre.

—Me aburro – Sonrió.

Negué con la cabeza mientras ponía los ojos en blanco. Mi amigo siempre resaltando lo obvio. Bajé un poco más hacía él, mi cabello rubio se desperdigó sobre la mesa y tapó de forma parcial mis ojos. Lo aparté con un movimiento de cabeza.

—¿Sabes qué? —Murmuré – Yo también.

Mi amigo abandonó su posición recostada para apoyar el peso de su cabeza en su puño cerrado. Le miré directamente cuando nuestras narices quedaron paralelas.

—¿Qué podemos hacer? —Una idea revoloteaba a través de sus ojos.

Empequeñecí los ojos en su dirección con una sonrisa formándose silenciosa en mis labios.

—Algo me dice que tienes una idea.

No hizo falta un gesto informativo, simplemente esbozó una sonrisa.

Giré la cabeza levemente, escaneando entre mis mechones rubios a la profesora de música explicando una lección por quinta vez consecutiva. Sus finos y resecos labios se movían pero mi tejido auditivo apenas captaba un murmullo que se perdía bajo el zumbido de mis pensamientos.

—¿Cuál es el plan? — Lamí mis labios secos enarcando las cejas. Mi cabeza quedó enfrentada con la de mi mejor amigo.

Jake rompió la distancia que nos separaba, colocando su boca en mi oído. Mordí con fuerza mi labio mientras sus labios me hacían cosquillas. El plan sin embargo no estaba mal.

—¿Te ves cualificada? — Inquirió una vez se había separado.

Arrugué el ceño.

—Creo que sí. Además es última hora, no tendré que fingir demasiado.

Mi mejor amigo se dedicó a asentir conforme. Suspiré colocándome de nuevo recta en mi asiento. Recargué el peso de mi espalda en la silla y dejé mis zapatillas reposar sobre las barras metálicas del pupitre, cuya pintura se encontraba levantada y desconchada.

«¿Lista? Esa mujer no deja de hablar y aquí dentro empieza a recalentarse.»

Por escasa vez coincidía totalmente con mi conciencia.

Dejé que mis párpados se cerraran poco a poco. Una imagen empezó a formarse en mi cabeza. Fruncí mis labios en una mueca disgustada cuando la sangre empezó a fluir de la herida fantasmal de mi cabeza.

El aire fue entrando de forma menos regular en mis pulmones mientras un hormigueante calor comenzaba a correr por mis venas, creando una irregularidad en el suelo. El control se fue desvaneciendo lentamente.

Cuando abrí los ojos de nuevo chispas negras bailaron sobre mi vista. Tragué saliva. La mesa y la silla ya no eran consciente para mi tacto.

Jake no tardó, el sonido amortiguado de la silla contra el suelo mostró que se había levantando. Yo apenas podía ver entre los puntos negros que iban opacando mi vista con asombrosa rapidez.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum