CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO. Sana y salva

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CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO. Sana y salva

Y nos quedamos así, esperando que los demonios internos del chico se relegasen de nuevo tras el muro donde los retenía la mayor parte del tiempo. En ningún momento me separé, apenas me moví. Únicamente respiraba pausadamente por la nariz sin dejar de mirarle a los ojos contemplando así como lentamente las sombras se deslizaban fuera dejando paso a la inmensa calidez que los tomaba habitualmente.

Sus dedos acudieron a enredarse con los míos provocando que durante un segundo no pudiese diferenciar cuales eran los míos y cuales no. Se incorporó lentamente arrastrándome con él. Tenía miedo a hablar. Ninguna palabra que escapase de mis labios lograría abarcar todo lo que pretendía decirle. Una cosa estaba clara. Me quedaría con él. Siempre. Y la férrea determinación que surgió en mi pecho alimentada de esa idea me sorprendió a mi misma.

Bajé la cabeza, trabando mi vista en mis sucias deportivas.

—¿A dónde vamos? — Pregunté rompiendo el silencio que se había interpuesto entre nosotros.

—¿Te importaría acompañarme a casa? Debo hablar con mi madre. 

Asentí inmediatamente. Unos dedos se anclaron en la curva de mi barbilla para tirar de mi rostro hacia arriba. Cuando mis asustados ojos emergieron del suelo se toparon con la amplia sonrisa del chico.

—¿Te ocurre algo? —Sus cejas se alzaron mientras estudiaba minuciosamente mi cara.

Con los dientes tiré de la carne de mi labio inferior antes negar con la cabeza.

Sabía perfectamente que él no me había creído. No podía culparle, era una pésima actriz y enmascarar mis sentimientos se me daba francamente mal. Pero es que...¿qué demonios me pasaba?

Estaba asustada. Asustada de la magnitud de sensaciones que brotaban de mi pecho. Era una cosa tan jodidamente extraña que tan siquiera lograba abarcarla.

Sacudí la cabeza desterrando mis pensamientos a un trasfondo dejándoles lejos del inquieto hámster de mi cabeza.

—¡Vamos! — Le devolví la sonrisa lo mejor que pude.

De un suave tirón mis pies se pusieron en marcha. Saltando los escalones agrietados del instituto donde ya no quedaba ni un alma. Contemplé el patio silencioso. Sólo se escuchaba la gravilla crujir bajo nuestros pasos y el ulular del viento que se colaba por las inmediaciones.

Incluso Emilio se había marchado. Hecho que provocó que una alarma saltase en mi cabeza atronando por un segundo mis pensamientos y frenando nuestro avance.

—Jake...nos han cerrado — Tragué saliva mirando la alta reja.

Él siguió la trayectoria de mis ojos a la puerta bien cerrada. Me sorprendió que simplemente se encogiese de hombros.

—Habrá que saltar.

Le miré como si se hubiese vuelto loco. Bueno en realidad se había vuelto loco. Yo no iba a saltar eso. Por supuesto que no lo haría.

(...)

Jodidos ojos castaños y maldito manipulador.

Gruñendo por lo bajo enganché mis pies a un inestable hierro.

—Perfecto. Equilibra el peso y no te pasará nada. ¡Muy bien Annie!

Puse los ojos en blanco apretando los dientes e impulsando mi peso un poco más por encima. Tras una larga discusión y una guerra psicológica muy rastrera Jake había conseguido que me enfrentase a otro de mis miedos. Las alturas.

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Où les histoires vivent. Découvrez maintenant