CAPÍTULO DIECIOCHO "Caída ridícula y para gustos los colores"

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¿Alguna vez había comentado que tenía vértigo? Porque tengo, mucho ¡Muchísimo!
Cerré los ojos con fuerza mientras mis temblorosas manos se sujetaron a el primer peldaño de la desvencijada escalera de madera apoyada sobre el grueso tronco de un roble.

—Venga angelito, no tenemos todo el día – Murmuró Blake divertido en mi oído.

Puse los ojos en blanco mientras bufaba.

—No pienso subir – negué con la cabeza reiteradamente.

—¡Oh venga ya! —Rió el chico.

Solté mi crispado agarre de la madera que ya se encontraba gravada en la palma de mi mano y me eché hacia detrás. Giré sobre mis talones manteniendo los brazos cruzados contra mi pecho.

Soplé el mechón rosa de mi desordenado y largo flequillo.

Blake enarcó las cejas burlonamente.

—¿Qué ocurre?¿Los angelitos no sabéis volar?

Mordí mi labio evitando soltar cualquier palabra mal sonante.

—¡Este angelito tiene vértigo! ¡Y no me llames así!

Las manos de Blake acudieron a ambos lados de mi cadera girándome lentamente para quedar de nuevo enfrentada con mi peor enemigo. La escalera. Alcé la barbilla suspirando.

—Okey, nena.

¡Dios!

«Fuera pensamientos suicidas....fuera....»

—Ve subiendo, yo te sujeto ¿confías en mí? — Susurró Blake empujándome de forma que mis pies colgaron hasta apoyarse en el primer trozo de madera.

Tragué saliva.

—¿Tengo opción?

Me aferré a la escalera. Desde luego desde que este chico había aparecido en mi vida me había enfrentado a muchas situaciones peligrosas.

«Y tus padres criándote entre algodones

Tomé una amplia bocanada de aire. Las hormonas y el miedo se mezclaban en mis vasos sanguíneos con un resultado catastrófico para mi juicio.

Lentamente mis pies comenzaron a buscar el peldaño siguiente mientras mi cuerpo buscaba el apoyo de mis manos que se extendían hacia delante. El cabello se echaba sobre mi frente al compás de la helada brisa nocturna que se colaba hasta mis pulmones enfriando mi cuerpo a excepción del lugar de mi piel donde las manos de Blake rozaban furtivamente por debajo de la tela de mi camiseta.

Con la vista clavada en mis nudillos blancos por la presión sanguínea que los abandonaba.

«Un poco más Ann ¡tú puedes! »

Mis manos rozaron la superficie de madera que se situaba sobre las ramas entrelazadas del árbol. Sentí la presión de las manos del chico dar un último empujón lanzándome de tal forma que mis rodillas impactaron contra ellas.

Me quejé rodando por la madera.

—¿Qué haces?

Aparté el cabello de mi rostro.

—¿Yo? — Alcé las cejas – Hacer la croqueta, ¿qué te parece?

Sacudiendo la cabeza Blake me tendió la mano. La miré ladeando la cabeza con recelo extendida por y para mí.

Sacudí la fusca y la suciedad de mis vaqueros mientras me incorporaba sin ayuda. Mi equilibrio nunca ha sido el mejor del mundo y justo en el momento que mis rodillas quedaron flexionadas tropecé hacia atrás.

Mi coxis impactó contra el suelo al tiempo que la sangre escalaba hasta mis mejillas. Parpadeé varias veces sin llegar a creerme mi torpeza.

«¡Ja! Vas dormida,mareada por la vida, junto a tu torpeza combinación explosiva.»

¿En serio?

—Vaya... —alcé la vista —¿qué te ha pasado?

Inflé mis mejillas ofendida.

—Es la una y media de la madrugada, ¿qué quieres?

Blake me agarró de la muñeca incorporándome. Suspiré, desde luego tenía que comer más, era un peso pluma.

—Anda ven gruñona.

Por primera vez eché un vistazo a donde nos encontrábamos. Era una plataforma de madera con una insegura barandilla con un destartalado telescopio confinando a la esquina cuyo descubierto cielo estaba salpicado de estrellas.

Mis ojos azules se clavaron en los puntos brillantes, tal vez la estrella que contemplaba tan siquiera existía ya, solo era el residuo de su luz que continuaría por años dando una falsa esperanza de algo que en realidad no existe.

Desvié mi mirada por todas calmando mis pensamientos sintiendo como mi cuerpo se relajaba paulatinamente, toda presión se desvaneció.

Comencé a andar hasta el telescopio, sintiéndome extrañamente viva.

—¡Hey! — Blake me sujetó de la muñeca. Giré el rostro confusa. — Ven.

Tiró de mí hacía el extremo opuesto donde tras un hueco en las ramas ahora sin hojas se observaba la ciudad, iluminada por las artificiales luces.

Apoyé la mano libre sobre la rugosa corteza sintiendo su tacto. Por alguna razón todo era más intenso ahora.

—Es precioso – sonreí.

Blake se apoyó contra el tronco encogiéndose de hombros, me fijé en la pequeña rama que sobresalía de sus labios.

—Puede, cada uno captamos la belleza de algún modo. Como dicen...para gustos los colores – sujetó su gorro con los dedos, tirando de él hacia abajo.

Suspiré mientras me volvía hacia la ciudad. El pulso de mi corazón seguía siendo irregularmente rápido.

—Por ejemplo – le miré. Sonrió – Puede que para alguien tú no seas nada del otro mundo – ladeó la cabeza – sin embargo yo te veo distinta.

Fruncí el ceño ignorando el calor de mi rostro.

—¿Distinta? Define distinta.

«¿Eres estúpidamente masoquista?»

Blake avanzó hacia mí moviendo la ramita entre sus dientes.

—Exacto, distinta – rozó mi mejilla con su dedo pulgar – y me gusta.

Pude ver como mi corazón saltaba desde un trampolín hacia una piscina turbulenta de la que habría poca vuelta atrás mientras el aire quedaba retenido en mis pulmones.

«¡Houston tenemos un problema!¡Repito!¡Tenemos un problema!»

Mis dos padres, dos madres y mi estúpido vecino de al lado.#Wattys2015Where stories live. Discover now