-Hey, Eiden- al mirarme el chico parecía aliviado de no tener que seguir lidiando con su trucha a medio comer.
-¿Qué pasa, Harper?- preguntó, dejando caer su servilleta sobre su regazo.
¿No se suponía que uno hacía eso cuando se iba a empezar a comer? ¡Qué más da! Puse la mía sobre el cuchillo, y acerqué un poco más mi asiento hacia él para que pudiera esucharme mejor. No tan cerca como Carrie y el aprendiz, que parecían apunto de besarse por su cercanía (lo cual ella tenía planeado de seguro.
-¿Podrías dejar de llamarme por mi apellido?- le pedí luego de dar un suspiro- Estás empezando a parecerte a mi madre cuando se enoja conmigo.
Los azules ojos de Eiden parecieron divertidos, pero sus labios se mantuvieron en un gesto aburrido.
-¿Jamás has pensado que Harper suena más a nombre de pila de que familia?- respondió, sin parecer escuchar lo que le había dicho- Además, ¿me acabas de decir que parezco mujer?-... O quizás sí lo hizo.
-La mujer más horrenda que he visto, ¡eso te lo aseguro!- gritó Dimitri inclinándose sobre la mesa para mirar a Eiden y acentuar el hecho de que se refería a él.
El chico flama le devolvió una mirada asesina y perdiendo la diversión de sus ojos, retomó la atención en mí.
-¿Qué necesitas?- me preguntó irritado.
¿Pero por qué se comportaba así conmigo entonces, si horas antes había intentado impresionarme? Estuve tentada a preguntarle si estaba en sus días, pero por miedo a que usara sus poderes en contra de mí, decidí mejor seguir con mi incógnita.
-Perdone, Su Alteza, pero quería preguntarle cuántas otras criaturas hay por ahí que puedan joder su sagrado culo- alcé una ceja tensando la mandíbula para retarlo, sosteniendo su mirada por unos segundos, hasta dejar que una leve sonrisa se asomara por mis labios-. Además quiero la contraseña del Wi-Fi.
Por primera vez en toda la noche, soltó una risa sincera, acentuando pequeñas arrugas al rededor de sus ojos y unos bonitos hoyuelos se marcaban en sus mejillas.
-Me gustó, me gustó- admitió finalmente mirándome con una sonrisa-. Bien, Harper, aunque no hay nada que pueda con mi majestuoso culo, que ya que comentas, me alegro que lo hayas notado. Eiden es el mejor, todo junto, mejor es el único que lleva mayúscula en todas las letras.
Clavé una mirada sombría en él, intentando saber si estaba mintiendo o no. Aunque el chico flama no pareció advertir en eso, así que siguió hablando.
-Ya sabes que existen hadas, grifos, y engendros... ¡Pero no se queda allí!- agitó sus dedos índices hacia mí con los pulgares hacia el techo- Tenemos bellos y adorables orcos, elfos, cíclopes, centauros, la fantasía de toda niña; unicornios...
-¡¿Unicornios?!- pegué un salto de la emoción que sentí. Vi que había interrumpido unas cuantas conversaciones, cuales locutores me miraban como si estuviera loca. Les sonreí en modo de disculpa y parecieron olvidarme en segundos. Aclaré mi garganta al advertir que Eiden estaba aguantando una carcajada, y lo miré con falsa seriedad- Interesante...
-Ajá sí- me respondió poniendo los ojos en blanco sin poder ocultar una sonrisa-, apuesto que encontrarás aún más interesante que los orcos y elfos oscuros son cómplices y fieles ayudantes de los engendros. Lo que significa que...
-Tendremos que pelear contra ellos...- murmuré con los bellos de mi nuca erizados. Había visto dibujos de orcos y estaba segura de que no me quería meter con ninguno de ellos.
-¡Din din din din din! ¡Cooooorreeeectoooo!- exclamó dando golpecitos sin ritmo sobre la mesa.
De pronto tenía ganas de vomitar. No estaba lista. Para nada. Apenas conocía un pequeño porcentaje de todo eso. Me encontraba asustada. No... Aterrada. El latido de mi corazón se volvía más y más rápido con cada segundo... Y Eiden pareció notarlo.
-Tranquila Alice, la guerra no comenzará aún, y nuestros soldados sin duda alguna podrían derrotarlos- sonrió tiernamente acercándose un poco más para apartar un castaño rizo de mi rostro con suavidad. Por unos segundos creí ver un brillo rojizo en los ojos del chico-. Te ves espléndida esta noche; supongo que ya te lo han dicho antes.
-En realidad... No- respondí con un leve titubeo, sin poder siquiera moverme de mi asiento por el violento sonrojo que me producía. Estábamos tan cerca que de seguro podía escuchar que mi corazón latía tan rápido como si estuviera a punto de morir.
-Deben disculparnos, damas y caballeros- la voz de mi madre me asustó más de lo que debía, como si estuviera haciendo algo indebido y ella me había atrapado con las manos en la masa. Suspiré aliviada por la interrupción de Lily, y con el rabillo del ojo pude observar a Eiden dar una risita muda, acariciando con los dedos sus labios-. Los jóvenes pueden irse.
Entonces poco a poco los chicos se fueron levantando, dejando un vacío sonoro al salir de la estancia. En un abrir y cerrar de ojos, Eiden ya estaba cruzando la puerta, seguido por Dimitri y Bianca colgada de su brazo. Pude ver a Pipper cogida de la mano de su madre junto a su grupo de aprendices avanzando por la puerta.
Incómoda por la soledad, me levanté con lentitud de mi asiento, y no pude evitar notar la curiosa mirada del aprendiz que conversaba con Carrie, mientras ésta última avanzaba con el grupo de jóvenes a paso decidido. Alcé una ceja y el muchacho me sonrió inocente para después voltearse y conversar con mi tío Robert como si nada habría ocurrido.
Fue un poco difícil conseguir dar con mi habitación pero al final lo conseguí. Al cerrar la puerta tras de mí, me quité las sandalias de una, y las puse a un lado del armario. Deslicé el traje por mis piernas y cogí un gancho del guarda ropa para colgarlo. Me desabroché el collar y los deje en el cajón del cual lo había sacado junto a los aretes. Me puse una pijama y de un salto me metí en la suave cama.
Se me fue sencillo caer rendida. Estaba exhausta y sólo entonces lo había notado. Lamentablemente no pude dormir tan plácidamente como quería. Mis sueños fueron de lo más extraños.
Estábamos los cinco vagando por las estaciones del metro. Podía olfatear el sofocante aroma del humo proveniente de la calle y mi audición se perdía en el murmuro apagado de las personas a mi alrededor, que lograba ser opacado por lindas notas que un joven transmitía con su canto y su guitarra desgastada por unas cuantas monedas, parecía ser de no más de veinte años, con el cabello castaño cubierto de suciedad amarrado en una coleta.
Vi su rostro asustado cuando me acerqué para poner en su gorra los cinco dólares con treinta y seis centavos que guardaba en mi bolsillo. Me sentí ofendida y un poco abochornada.
-No puede verte, por eso se ha asustado- me dijo Eiden, poniendo una mano sobre mi hombro-. Vamos, tenemos que seguir buscando.
-Me pregunto qué hace aquí- susurré con pesar, mirando los harapos inmundos que vestía con tanta tristeza.
-Concéntrate, Alice- Eiden se aferró de mis hombros para alejarme del chico y acercarme a los demás-. Él estará bien, no tienes que preocuparte.
El rostro de Eiden se había distorsionado y ahora tenía frente a mí a un muchacho con una sudadera azul y el cabello rubio que llegaba a ser blanco. Me estaba hablando, sus labios se movían formando palabras, pero no podía entender lo que me decía. Sólo escuchaba la voz del muchacho con la guitarra, mientras que mi propia voz sonaba una y otra vez en mi cabeza.
<Es él. Es él. Lo he encontrado. Lo hemos encontrado. Metal ha sido encontrado>
Para entonces poco a poco el sueño iba perdiendo ese toque especial entre la imaginación y la realidad, y me encontraba abriendo los ojos hacia mi nueva habitación. Había despertado y no tenía idea alguna de lo que había soñado.
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Los 6 Elementos ~EDITANDO~ NO LEER HASTA NUEVO AVISO
Fantasy¿Recuerdas los cuentos de hadas que tu padres te leían antes de dormir? ¿Aquellos que trataban de elfos, unicornios, sirenas, y demás? ¿Recuerdas que pensabas que tan sólo eran fantasías? Pues, amigo mío, no podías estar más equivocado. ¡Pero no...
Capítulo 7 ~ El sueño
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