Capítulo 7 ~ El sueño

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   Disfrutar de la cena se me fue difícil. La constante imagen de los animales acompañantes intentando atacar a otros más pequeños me había quitado el apetito.

   Incluso había visto a una clase de halcón con músculos subdesarrollados arrebatando un pedazote de carne cruda de la mano de su dueño, y devorarlo en cuestión de segundos. Demasiado aterrador, podría admitir.

   Además, me mantenía tan preocupada por todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, no podía evitar removerme con tanta nerviosidad en mi asiento, al punto que logré dejar caer mi cuchillo al suelo.

   Miré avergonzada a mis lados, pero nadie parecía prestarme atención, todos permanecían inmersos en sus propias conversaciones. Como Bianca a mi lado, que no podía parar de reír por algo que había dicho Dimitri, quien le sonreía con ternura. O Carrie, que se había enfrascado en una conversación con un muchacho de rizos rojos y pestañas gigantes que supuse sería uno de los aprendices.

   Ni siquiera Eiden, de quien estaba sentada a su lado, había levantado la vista a ver lo que ocurría. Jugaba despreocupado con el ojo vidrioso de la trucha que tenía en su plato.

   Corrí mi silla hacia atrás y como quien no quiere la cosa, me agaché para recogerlo. Debajo, me encontré con la vida de un pobre papamoscas azul, con el pecho de un lindo color amarillo siendo amenazada por una clase de criatura que se había quedado estancada entre perro y león.

-¡Shu shu!- susurré intentado alejar al animal del ave. Alargué la mano, y logré tomar al pajarillo entre mis manos- Ahora estas segura- le dije, acariciando suavemente su cabecita azul, alegrándome de que parecía gustosa.

-¡Oh! Gracias a Dios, ¡Pensé que te había perdido, Pipper!- exclamo casi sin aire una mujer regordeta con un tocado elaborado al ver el ave en mis manos- Ni se te ocurra volver a desaparecer de mi vista otra vez, ¡Casi muero del susto!

   No pude evitar mirarla como si estuviera loca, pero para mi sorpresa, el papamoscas voló hacia el suelo y empezó a articular palabras.

-Lo lamento, mamá, prometo no volver a hacerlo- en un abrir y cerrar de ojos, la pequeña avecillia empezó a desprender un brillo cegador, cambiando a una niña de siete años. Vestida con un traje hasta las rodillas lleno de florecillas amarillas. Se giró hacia mi, ofreciéndome una blanca sonrisa, para hacer una leve reverencia con la cabeza llena de rizos rojizos-. Gracias señorita, de no ser por usted, posiblemente estaría en un buen lío.

-De nada, Pipper- tartamudeé sintiendo la mirada curiosa de Eiden sobre mí- ¿Cómo es que has hecho eso?

-Ah, bueno, es que siempre he pensado que las aves son bonitas, y me gusta convertirme en ellas- me explicó con mucho orgullo-. Mi mamá y yo vinimos con el grupo nuestro grupo de aprendices, para seguir practicando aquí. Por cierto, señorita, usted tiene un vestido muy bonito, ¿cómo se llama?

-Yo soy Alice, Pipper, gracias. Tú también tienes un vestido muy bonito- le respondí guiñándole un ojo-. Yo vine aquí porque puedo controlar el agua.

   Con un giro de mi muñeca, produje un pajarito de agua, que se movió alrededor de la niña hasta explotar suavemente con su nariz.

-Entonces sí es cierto; sólo falta un elemento- murmuró la mujer mirándome con nuevo interés-. Vamos cariño, voy a mostrarte tu nueva habitación.

-Sí, mami- le respondió cogiéndole de la mano, recordándome a mí misma de la mano con mi madre, en esos tiempos que la inocencia era mi mayor defecto.

-Suerte- le susurré, poniendo el cuchillo a un lado de mi plato casi vacío con un suspiro.

   Hadas, grifos, hechiceros, engendros... Habían tantas criaturas mágicas, y tenía una leve sospecha de que aún no terminaba la lista.

Los 6 Elementos ~EDITANDO~ NO LEER HASTA NUEVO AVISOWhere stories live. Discover now