Capítulo 18

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La puerta finalmente se cerró y él quedó allí, de pie, contemplándola como un tonto por unos segundos, antes de acercarse nuevamente y tocarla con fuerza por segunda vez.

—Dame un minuto nada más, Sol. En verdad me quiero disculpar. No fue mi intención lastimarte. Me comporté como un niño. No debí ofender al nuevo Steve Jobs y siento llamarlo así, pero realmente no recuerdo su nombre. ¡Por favor, Sol! Dime algo, lo que sea que me muestre que estás escuchado esto.

No escuchó la añorada voz femenina, pero sí la de Ismael que le advirtió con severidad:

—Si sigues insistiendo, llamaré a la policía, así que desaparece.

Víctor sintió muchísima ansiedad de no tener razones de Sol; se hubiese calmado un poco si hubiese sido ella quien lo amenazara, pero ni eso, lo que dejaba en claro su resolución de aplicarle la ley del hielo, cosa que lo inquietaba profundamente, porque no quería; ser ignorado dolía, mucho. No obstante, comprendió que estaba llevando las cosas demasiado lejos; debía tranquilizarse y hacer lo que mejor se le daba: pensar a largo plazo. Dado que estaba por aquel barrio, optó por hacerle una visita a Derek, tanto para disculparse como para desahogarse un poco, pues lo necesitaba. Caminó un poco y llegó a la residencia Duarte, por lo que tocó y quien abrió fue Ester. Al verla, una parte de Víctor casi suspira de cansancio, pues no se sentía de humor para soportar sus acosos.

—Oh, Víctor, es bueno verte —fue el saludo de ella.

—¿Está Derek? —indagó él, yendo al grano.

—Ah, creí que venías a verme a mí. Bueno, nunca pierdo la esperanza —comentó ella con ligereza, alzando los hombros—. No, Derek no está, lo que es extraño porque sí vino a dejar sus cosas, pero de inmediato volvió a salir y no dijo a dónde. Creí que estaría con ustedes.

—Ya veo, gracias, era todo. Adiós.

—Adiós, llámame —Ester le guiñó el ojo antes de cerrar la puerta.

El rubio volvió a suspirar con abatimiento, pensando que todo ese asunto era frustrante a niveles extremos. Entonces, se resolvió a llamar al moreno para ver dónde estaba y si podían quedar, pues ciertamente necesitaban conversar. El timbre sonó y sonó y sonó hasta que lo mandaron al correo de voz; las próximas tres veces que lo intentó resultaron en lo mismo. Desistiendo con él, ahora llamó a Sean en caso de que los dos estuvieran juntos, o en su defecto, para que le diera noticias del otro. Para su desgracia, sucedió exactamente igual que con Derek; no atendió el llamado, así que Víctor comenzó a desesperarse en serio. Se movió inquieto en su lugar, pasando su peso de un pie al otro, en tanto se revolvía el cabello, intranquilo. ¿Qué pasaba allí? ¿Era alguna clase de complot contra él o algo así?

Y perdido en sus tumultuosos pensamientos, se retiró a su casa, no pudiendo saber que Derek, estando recostado en una banca de la plaza, cubriéndose los ojos con el brazo, se debatía interiormente. Víctor lo había llamado no una, sino cuatro veces y él había decidido no contestarle; se sentía fatal, era un pésimo amigo. ¿Qué tal si estaba en problemas? ¿Qué tal si era urgente lo que necesitaba? Luego recordaba todo lo que el rubio le había hecho pasar, problemas que le provocaban dolor de estómago hasta el grado de que incluso pensaba que ya tenía úlceras, y se convencía de que su amigo necesitaba ese tipo de desplantes. Víctor necesitaba escarmiento y aunque él no se sentía apto para dárselo y mucho menos gustoso, era el único que podía hacerlo. No tenía ni idea de que Sol también se lo estaba dando.

—Hey, Derek.

Escuchó que alguien lo llamaba e irguiéndose, enfocó sus ojos cafés en su amigo Sean.

—Hola, Sean, ¿qué haces?

—Vengo de comprar bebida atlética. ¿Gustas?

Derek la aceptó y Sean tomó asiento a su lado.

—¿Has recibido alguna llamada de Víctor? —cuestionó el pelinegro, con voz opaca.

—No te sabría decir. Olvidé mi teléfono en casa; como no pensaba tardarme. ¿Por qué preguntas? ¿Sucedió algo?

—Ay Sean, si supieras —se quejó Derek—. ¿Te acuerdas de que Sara y yo tuvimos una cita en la que tú y Víctor estuvieron espiando?

—Lo siento por eso, Derek, en verdad. No era mi intención, pero ese flan estaba muy bueno —se sinceró el castaño, inocente.

—Eso es lo de menos, Sean, es lo de menos. Víctor había quedado con Sara, él planeó esa cita para salir con ella; era la idea original e iba a dejarla plantada.

—¿Por qué? —Sean frunció el ceño, confundido.

—Porque es un desalmado que no piensa en nada. No sabes lo decepcionada que estaba Sara de que fuera yo en lugar de él. Aunque intentara mostrar una sonrisa, no estaba feliz; porque no era Víctor, porque no era Montenegro, porque no era nuestro amigo. ¿Y crees que a él le importó? No, porque allí estaba de campante en el restaurante, ese descarado; estaba allí presente, así que tuve que sacar a Sara lo más rápido posible del lugar para que no lo viera. ¿Te hubieses imaginado lo que le hubiera hecho a Sara enterarse de que allí estaba Víctor? La hubiera destrozado, Sean; la hubiera hecho pedazos. Sara es frágil, hay que cuidarla con delicadeza, no tratarla de la patada como lo hace ese desgraciado.

—¿Eso hizo de verdad? —Sean no cabía en sí de sorpresa al escuchar ese tipo de cosas de uno de sus mejores amigos—. Wow, yo no tenía idea de que Víctor fuera así de... diabólico.

—Y por lo mismo —asintió Derek—, no entiendo qué puede verle ella a Víctor —Suspiró—. No sé qué hacer, Sean, en serio que no lo sé. Yo sé que Sara no me ve como una opción romántica, yo lo sé; se le nota. Pero que ella insista con Víctor... —Negó con la cabeza—. No, no. Ella no merece estar con alguien como él; merece a alguien mejor, mucho mejor.

Se quedaron en silencio después de la declaración de Derek y es que Sean era un verdadero inexperto en todo ese asunto de las relaciones de esa índole en la que estaban envueltos los tres, por lo que no pudo darle algún tipo de consejo a su amigo, o ningún otro tipo de comentario. Sin embargo, Derek lo comprendió totalmente, pues sabía que así era el castaño, ya que en realidad, tampoco había platicado aquello con la intención de que le dijera nada; simplemente lo hizo como desahogo y sacar tan inquietantes reflexiones de su sistema. Así, después de unos minutos de quietud entre ellos, ambos decidieron regresar a sus respectivos hogares y labores, por lo que se despidieron para tomar sus propios caminos. Con todo, las cavilaciones de Sean se vieron perturbadas a causa de las palabras de Derek.

Por un momento no supo cómo sentirse con toda la situación. De un lado, estaba Víctor, su amigo, su camarada, su compañero del alma; aquel individuo al que admiraba enormemente, desde el día que lo conoció. Le parecía fascinante y admirable cómo era que podía actuar tan espontáneamente, tan seguro de sí mismo y con tanta honestidad. De allí que le resultara increíble que hubiese hecho todo lo que Derek le dijo; una parte de él no quería creerlo, pero la otra parte tampoco deseaba dudar del pelinegro. También confiaba mucho en él y sabía que Derek no era de andar lanzando chismes porque sí. Se hallaba muy dividido y confundido, por lo que cuando el día siguiente arribó, no supo cómo tratar al rubio en cuanto este lo divisó y le exigió respuestas.

—¿Dónde estabas ayer? ¿Por qué no me respondiste cuando te llamé?

—No estaba en casa y olvidé mi celular —respondió el deportista sin mirarlo a los ojos.

—¿Por qué no me regresaste la llamada?

—Estaba ocupado, Víctor —volvió a contestar dando indicios de querer acabar con la conversación lo más pronto posible.

Y Víctor sintió que aunque estaban frente a frente, una gran brecha los separaba, así que se preguntó con mortificante desasosiego por qué. ¿Realmente existía un complot en su contra? Sean se excusó diciendo que tenía que presentarse con su asesor, y sin más, se retiró de la presencia del rubio, dejándolo con un sentimiento de desolación y pesadumbre bastante significativo. Y es que el castaño prefería, por el momento, mantenerse al margen tanto de Derek como de Víctor hasta que solucionaran sus problemas para no tomar partido de uno y volverse contra otro.

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