Capítulo 18

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Lo que sí tuvo Víctor muy presente fue que debía disculparse con Sol y Derek por fuera lo que fuese que hubiese hecho. De allí que al concluir las clases, se dirigiera en busca que del pelinegro amigo; no obstante, se vio en la penosa situación de que no lo encontró en ningún lado por mucho que lo buscó, y cuando pidió referencias con sus compañeros de clase, le notificaron que ya se había ido a casa. Sin más que hacer, decidió dejar las instalaciones de la preparatoria Sexto Osses encaminándose a Las Fuentes, esperando encontrar a Sol como a veces solía hacerlo para hablar con ella. Desafortunadamente, tampoco estaba allí, por lo que llamó a su chofer para que lo llevara a la casa de la chica y poder disculparse propiamente. Arribaron después de algunos minutos y pidiendo que lo dejara en la esquina de la manzana del hogar de Sol, Víctor bajó del auto, caminó hasta colocarse frente a la puerta y tocó.

Casi al instante, respondieron al llamado y Víctor no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa al detallar la apariencia del individuo, tratándose de un hombre aparentemente joven, rondando los primeros veintes, flaco, alto, desgarbado, de largo y lacio cabello negro, poseedor de una barba de chivo con uno que otro vello en las mejillas, bigote poco poblado, ojeras de mapache y que lucía con las vestimentas de prácticamente un vagabundo. Fue tanta la impresión del rubio que no pudo evadir la pregunta:

—¿Quién eres tú?

—Soy hermano de Sol. ¿Tú quién eres? —inquirió Ismael con desgana.

—Soy compañero de Sol —respondió Montenegro penando por qué era que lo hermanos mayores eran tan extraños—. ¿Puedo hablar con ella?

—¡Sol! —gritó Ismael no moviéndose de sus sitio, con voz potente, profunda y grave, sin importarle aturdir a la visita no deseada—. ¡Te busca un tipo! —Se volvió a mirar a Víctor—. ¿Cómo es que te llamas?

—Eh... Víctor.

—¡Te busca Víctor! —volvió a gritar el joven.

Desde algún lugar de la casa, quizás desde su habitación, la disgustada voz de Sol llegó a los oídos de ambos.

—¡No quiero hablar con él! ¡Dile que no estoy!

—¡Ya sabe que estás! —respondió Ismael.

—¡No importa! ¡Dile que no estoy!

Ismael se encogió de hombros y volvió su atención al rubio.

—Es que no está.

—¡Por favor, Sol! —intervino el adinerado en son suplicante—. Debemos hablar, es urgente. Sólo escúchame, ¿sí?

Esperó algún tipo de respuesta, pero no obtuvo ninguna.

—Pues no, no quiere hablar contigo, así que adiós.

Ismael iba a cerrarle la puerta en la cara, pero Víctor no lo permitió al apresurarse a empujar el ala de madera para abrirla, casi como si quisiera entrar a la fuerza, en tanto gritaba con desesperación.

—¡No! ¡No me iré hasta que me escuches! ¡He venido a disculparme! ¿No querías oír eso, Sol? ¡Lo siento!

Tanto él como el hermano de Son se vieron en medio de un intenso forcejeo para cerrar o abrir la puerta, hasta que el rubio tuvo que darse por vencido al ver en el rostro de Ismael la ira que comenzaba a invadirlo por el mal aspecto de la situación; ya que el joven adulto no sólo se hallaba irritado de que un completo ajeno intentara forzarse la entrada a su casa, sino que también estaba la posibilidad de que dicho ajeno le hubiese hecho algo a su hermanita bebé. Tal vez a causa de ese tipo era que Sol había estado tan rara el par de días anteriores, pues no le había dicho nada ni lo había regañado por su constante pereza como habitualmente hacía. Fue por eso que de pronto le dieron ganas de darle un buen puñetazo a esa cara libre de vello facial, y notando sus intenciones, Víctor se apresuró a retirarse del peligro, ya que a él no le gustaban de ninguna manera los golpes y todavía le dolía el que le había dado Derek.

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