Capítulo 9

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Derek se hallaba frente a la enorme casa de los Sanz, preguntándose aún por qué había cedido. Recordó entonces la insana persistencia de Víctor, que consiguió persuadirlo; en realidad, creía que su amigo le había lavado el cerebro. Le había dicho que era una buena oportunidad para él y que además, Sara era bonita, cosa que no negaba; pero de verla por casualidad, a ir a buscarla, existía un gran trecho, ¿mas que podía hacer ya? Estaba allí ahora y no quería enfrentarse a Víctor si se enteraba que no había realizado el plan. Acercó su dedo tembloroso al timbre de la mansión, dispuesto a tocarlo, con los nervios a flor de piel. Lo que más lo perturbaba era que se trataba de alguien de la altura de Víctor. Cuando finalmente apretó el botón, el ama de llaves hizo su aparición.


—¿Sí? ¿Qué se le ofrece?


Derek tragó duro. Fácilmente podía entregarle el celular a la mujer, explicándole que era de Sara y que en un descuido lo había perdido, ¡pero no! Tenía que hablar con la chica cara a cara, frente a frete, si no, Víctor no lo perdonaría. Pensó en el plan del rubio, que había maquinado anteriormente. Si abría alguien diferente a Sara, debía preguntar por la señorita Sanz, si es que vivía allí, y en caso de que se rehusara, que insistiera diciendo que deseaba verla personalmente para asegurarse de que era la persona que buscaba.


—¿Puedo hablar con la señorita Sanz?


—¿De parte de quién?


—Derek Duarte.


—Permítame.


La mujer se adentró a la casona una vez más y un espasmo de alivio sacudió a Derek; primera fase completada. La segunda consistía en que cuando llegara Sara, fingiera confortación y actuara como si encontrara a quien deseaba ver. Y eso fue exactamente lo que hizo cuando la vio.


—¡Ah! Sí eres tú, me alegra saberlo. Toma, se te olvidó tu celular —dijo, extendiéndoselo.


—Oh, gracias, lo buscaba —Ella lo tomó—. ¿Cómo diste con mi casa?


—Eh... Ah, en medio del celular estaba una tarjeta del señor Frank Sanz y allí venía esta dirección; aupuse podría ser tuya, o por lo menos podría tener una referencia en cuanto a ti. De allí que quisiera entregártelo personalmente; quería asegurarme que eras tú la chica del otro día.


Sara levantó la tapa del teléfono y efectivamente, la tarjeta personal de presentación de su padre estaba allí; no recordaba tener una, pero quizás se coló por allí entre sus cosas.


—Otra vez, gracias por tomarte las molestias de venir hasta acá y dármelo, ¿Derek?


—Así es y de nada. Por cierto, me gusta la calcomanía de Arco. Es mi personaje favorito de esa caricatura.


—¿Oh, sí? A mí también me encanta. Me gusta su lealtad.


—Es verdad. Un amigo leal vale por dos. Es una cualidad que a muchos nos falta cultivar.

Compañía Anhelada |PAUSADA|Where stories live. Discover now