Capítulo 15

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Derek y Sean se habían quedado en el gimnasio del instituto. Sean practicaba con el saco de arena, ya que dentro de poco tendría una última confrontación con otro de sus compañeros de boxeo para ver quién participaría en las inter-escolares de verano, las que serían las últimas para los de tercero, por lo que debía entrenarse duro. Mientras tanto, Derek le hacía compañía o ambos se hacían compañía. La realidad era que el pelinegro quería desahogarse y nadie mejor para eso que el deportista; era atento a pesar de estar entrenando, sabía escuchar sin criticar y regañar y lo más importante, le infundía seguridad y confianza, pues era discreto. Con Víctor no podía tomarse esas libertades.

—Es en serio, Sean, Víctor es tonto. No es por hablar mal de él, es mi amigo y lo quiero, pero a veces no se mide y no lo comprendo. ¿Por qué no quiere darle una oportunidad a Sara? Quiero decir, ella es una buena persona; es amable, sonriente y tiene sentido del humor. Su único problema es que no deja de hablar de Víctor y cuando lo hace, se le nota a leguas de distancia que piensa en él.

—Pues parece que sí lo quiere, ¿no? —dijo el castaño deteniéndose un momento de golpear el saco.

—Sí —respondió sin muchas ganas.

—¿Y a ti te gusta ella? —inquirió directo y al grano, retomando su actividad.

Derek no contestó de inmediato; era una cuestión complicada. Era fácil y agradable estar con ella y le molestaba que Víctor no la mirara como la persona que se interesaba sinceramente por él, pero de eso a sentir maripositas en el estómago, pues no; le gustaba como persona, pero no podía decir que estuviera enamorado.

—No de esa clase de gustar, gustar, pero sí.

—¿Y cómo te fue ayer? Supe que intercambiamos boletos y eso. También me enteré que a ti te tocó ir a los bolos; aunque gracias a eso me divertí mucho en el parque.

—Hubieras visto, Sean —Derek recordó la noche pasada, sonriendo con gracia—. Sara llevaba un vestido de noche muy elegante. Imagínatela allí, lanzando bolas con los zapatos característicos del boliche; se veía bien, se veía linda. Aunque los dos no sabíamos cómo jugar y por un momento nos quedamos muy atorados hasta que vinieron unos tipos... amigables y la divirtieron a ella; yo quedé como espectador, pero la pasé bien porque ella lo hizo. Es esa clase de personas en las que si es feliz, tú lo eres.

—Me hubieras llamado para ayudarte con tus problemas de atascamiento; conozco el juego.

—No, ¿cómo crees? Tú estabas pasándotela genial con Karen. No iba a interrumpirlos.

—Hubiéramos estado los cuatro. En esa clase de juegos, entre más personas, mejor. Además, originalmente Karen y yo íbamos a ir allí. De hecho, si podemos ir los seis será más divertido.

—No creo que el que los seis estemos juntos sea buena idea en este momento.

Y entre más conversación de diferentes temas, pasó el tiempo y luego el día.


Al siguiente, después de la escuela y de hacer los deberes correspondientes, ya por la tarde, Víctor, aburrido de no hallar nada bueno que hacer en internet porque se había leído todas las actualizaciones de las historias románticas que seguía, y la televisión estaba absolutamente obsoleta para él, decidió ir a molestar a su hermanito Alan, picándole la rodilla, picándole el hombro; en fin, picándole todo lugar que fuera picable, en tanto el niño estaba pacíficamente sentado en la sala, jugando videojuegos.

—¡Mamá! —Gritó al fin el chiquillo, harto de su hermano mayor—. Víctor está molestándome de nuevo.

—Deja de fastidiar a Alan, Víctor —pidió su madre.

Compañía Anhelada |PAUSADA|Where stories live. Discover now