22 > My savior, my healer

Start from the beginning
                                    

La relación de Lissa y David siempre fue mucho mejor que la que ella tenía conmigo, eso era obvio, pero me molestaba que se preocupara por él de la misma manera en la que lo hacía por mi. A estas alturas, estoy seguro, ni debía acordarse de que yo también soy parte de la gira. O mejor dicho, soy la maldita razón por las cuales ellos tienen una carrera. Hijos de puta.

Las risas me hacían apretar mis puños y no pude contenerme más.

—Cierren la maldita boca y vayan a dormir.

—Ehhh—dijo Lissa—¿No íbamos a salir a algún lado?

—Yo, ustedes no. ¿No están muy ocupados riendose? quédense.

—¿Qué te sucede?—David levantó una ceja.

—Qué mierda te importa.

—Eh, cálmate amigo, no te he hecho nada malo.

—No me pidas que me calme, imbécil.

—Toma aire y junta toda tu mierda, trátame bien, Bieber—pegó unas palmadas suaves en mi mejilla que se sintieron como fuego en mi orgullo.

Exploté.

Me levanté de mi sillón y lo empujé con todas mis fuerzas contra la mesita ratona, quebrándola y golpeando su espalda. Pateé su estómago, sin poder controlarme, soltando gritos de rabia, descargando todo lo que venía guardando por meses, no sólo contra él, sino contra mi y contra todos y todo. 

Vi a Lissa llorar, intentando parar mis puños con sus pequeñas manos. Aún así, me agaché y seguí pegando una y otra vez sobre su cara, su estómago hasta que vi sus ojos entrecerrados, y él casi inmóvil. Me levanté respirando agitado, agarrando mi cabello entre mis manos.

¿Qué mierda había hecho?

Lissa se agarraba un brazo, que al parecer, yo había golpeado en su intento de separarnos. David sólo gemía de dolor en el suelo, con un labio partido, la cara roja y la nariz sangrando. Yo tenía mis puños morados e inconscientes lágrimas salían de mis ojos. 

—Mierda—jadeé y caminé a grandes zancadas hasta la cocina, cogiendo una Sprite del refrigerador. Me dirigí a mi habitación y cerré de un portazo. Saqué los dulces y el jarabe, agarrando una jarra y mezclando todo perfectamente ahí. Lo dejé reposar un rato mientras tiraba de mi cabello, enojado conmigo mismo y con Lissa por no haberme detenido. Estaba tan jodidamente cansado de mí. 

Me levanté, empujando mi cama, y corrí contra la pared. Un puñetazo. Dos. Tres. Cuatro. 

Diez.

Mis puños sangraban y no podía parar de llorar. Un calor horrible crecía dentro de mi y agarré la jarra, haciendo grandes tragos. Golpeé mis piernas. Pateé todo lo que estaba a mi alcance.  Ya no podía más, ni siquiera tenía una razón exacta para hacer todo ésto. Me senté en mi cama hecha un desastre, tapando mi rostro mientras sollozaba con rabia y vergüenza de mí mismo. 

Unas suaves manos tocaron mis brazos y destaparon mi cara.

Lissa.

LISSA WESLEY

Luego de desinfectar, vendar y asegurarme de que David se había acostado a dormir, un poco indecisa, me dirigí a la habitación de Justin de la cual provenían golpes, gritos y un par de vidrios rotos. Todavía anonada, sorprendida por ese violento episodio. No experimentaba algo así desde hace un par de meses, cuando Justin discutió Selena y terminó golpeando a su mejor amigo por decirle la verdad. 

Tomé aire antes de abrir la puerta y cuando por fin lo hice, me encontré con una escena que partió mi corazón miles de trozos pequeños. 

Justin estaba sentado en su cama, llorando, con el rostro tapado. La jarra de líquido morado al lado, y sus nudillos sangrando. Me acerqué, sin que se de cuenta, y puse mis manos sobre sus brazos los cuales temblaban. Saqué sus manos de su rostro y lo miré a los ojos. Me devolvió la mirada con tanta tristeza en sus ojos que quise abrazarlo por siempre, hasta sacar cada gota de mal y depresión de su sistema. 

Tomé sus manos entre las mías y las apretó suavemente, tragó saliva y cerró sus ojos. Hice lo mismo y noté que me llevó hacia él. Me arrodillé en frente suyo. Abrí los ojos sólo para mirarlo, para contemplar su rostro. Aún aferrado a mis manos, estiró su pie y empujó la jarra, derramando todo el contenido en el piso.

—Es una mierda.

Me llevó despacio hacia él. Se recostó sobre la cama y me invitó a recostarme a su lado. Abrió sus ojos y me miró fijamente, mientras una última lágrima contenida caía por su mejilla. Liberé mi mano derecha de su agarre para ponerme tranquilamente de costado, enfrentada a él sobre su cama y acaricié su mejilla. Luego su pelo, jugando con el suavemente, transmitiéndole tranquilidad. Su comisura derecha se levantó y supe que me estaba sonriendo. 

Y pasamos varios minutos en silencio, mirándonos el uno al otro. Supe que no podía más. Me había enamorado de él, completamente. Quería dar todo por él. Ya no había una maldita vuelta atrás. Lo acerqué más a mi, respirando bastante cerca de su cara.

—¿Lissa?—dijo con un poco de inseguridad en su voz. Buscó mis ojos con su mirada y apretó mi mano con un poco más de fuerza. Abrí bien mis ojos.

—¿Sí?...

Mordió su lengua y bajó la mirada unos segundos para luego volver a mirarme a los ojos y decir con su preciosa voz las palabras más bonitas que alguna vez había escuchado salir de sus labios:

—Te quiero. 



Welcome To My Industry » j.bWhere stories live. Discover now