𝐿𝑎 ꜰóʀᴍᴜʟᴀ 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑛𝑜𝑠𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 ||𝙱𝙻||

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—Espero que tengas razón, Robotnik —susurró, con la preocupación reflejada en su voz—. Porque si no, no sé qué más hacer.

El silencio que siguió fue profundo, y Stone se quedó allí, mirando al bebé, sabiendo que las respuestas aún estaban lejos. Las sombras del futuro parecían alargarse sobre ellos, pero por ahora, solo podía confiar en que todo saldría bien.

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La cámara central de la base secreta estaba bañada en una luz azulada que emanaba del núcleo de la máquina. Dos ranuras en forma de círculos tallados esperaban las llaves que, con precisión quirúrgica, el abuelo de Robotnik sostenía en sus manos. La atmósfera era tensa, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad. A su lado, Ivo lo observaba con una mezcla de escepticismo y creciente inquietud.

—Ahora que hemos llegado hasta aquí —comenzó Ivo, con su tono habitual de intelectual superior—me gustaría entender exactamente la función de este dispositivo antes de proceder. ¿Qué propósito tiene activar esta maquinaria?

El anciano giró levemente la cabeza, sus ojos brillando con una intensidad sombría. Su expresión era seria, casi devastadora, mientras sostenía las llaves con firmeza.

—Esta máquina, Ivo, es la cúspide de mi obra. Fue diseñada para restaurar el equilibrio a través de la eliminación del caos, de las fuerzas que destruyen y corrompen lo que amamos. —Su voz, profunda y resonante, tenía un tinte de pesar—. Es una herramienta para la justicia, para vengar a aquellos que fueron arrebatados cruelmente... a María.

Al escuchar aquel nombre, Robotnik sintió como un escalofrío recorría su columna. Sus ojos se estrecharon mientras miraba a su abuelo, intentando procesar el significado de sus palabras.

—¿Eliminar a todos? —preguntó, su tono ahora teñido de incredulidad y una pizca de furia—. ¿Acaso está sugiriendo que esta máquina no discrimina? Que destruirá a todos sin excepción, incluyendo... —hizo una pausa, respirando profundamente—, incluyendo a mi hijo, a Stone.

El abuelo sostuvo su mirada, imperturbable.

—Los sacrificios son inevitables, Ivo. Este mundo está plagado de corrupción y caos, y si debemos renunciar a algunos para asegurar un futuro más puro, entonces así será. María entendería eso.

Robotnik dió un paso hacia él, su expresión de arrogancia habitual se desvanecía, reemplazada por una emoción más vulnerable, casi humana.

—Esto no tiene sentido. ¡Yo no soy solo un observador, soy un participante en este mundo! Mi hijo está aquí, Stone está aquí, ¡usted y yo somos familia! —La desesperación empezaba a asomarse en su voz, un quiebre poco común en el inquebrantable científico.

Por primera vez, el abuelo bajó ligeramente las llaves, aunque su rostro permaneció inmutable.

—Tú no eres María, Ivo. —Su tono era frío, casi despectivo—. Nunca lo has sido. María fue el faro de esperanza en este mundo. Tú, en cambio, eres una criatura de cálculo y ambición.

La declaración cayó como un martillo sobre Robotnik. Las palabras de su abuelo resonaron en su mente, cada una perforando su orgullo y revelando una verdad que nunca había querido enfrentar. Por unos segundos, quedó paralizado, sus manos temblando mientras procesaba lo que acababa de escuchar.

Entonces, algo dentro de él se rompió. Un fuego nuevo, alimentado por la furia y el instinto de proteger a su familia, se encendió en sus ojos.

—No puedo permitir que haga esto. —Su voz volvió a ser firme, aunque temblaba ligeramente por la emoción contenida.

El abuelo arqueó una ceja, como si la idea de que alguien lo desafiara fuera risible.

—¿Qué estás insinuando, Ivo?

Antes de que pudiera reaccionar, Robotnik avanzó con determinación. Con una fuerza inesperada, lo empujó hacia un lado, haciendo que el anciano soltara las llaves. Estas cayeron al suelo con un tintineo metálico que reverberó en la sala.

El abuelo, visiblemente sorprendido, se giró para enfrentar a su nieto, su rostro mostrando una mezcla de incredulidad y decepción.

—¿Qué estás haciendo? —demandó, su voz llena de una rabia contenida—. ¿Te atreves a desafiar mi visión?

Robotnik, ahora frente a las llaves, las miró fijamente antes de levantar la vista hacia su abuelo. Su respiración era pesada, pero su resolución era inquebrantable.

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Continuará...
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