...la muerte

14 0 0
                                    

Después de un tiempo, decidió ir con el único que conocía por completo su secreto, sabía que era demasiado noche para que siguiera despierto, pero necesitaba hablar con alguien, con quien sea, necesitaba desahogar lo que sentía.

Aquella noche, la sintió especialmente oscura y fría, aprovechando la oscuridad, se movió por las sombras, aunque quería llegar rápido a su destino, también quería tener un poco de tiempo para pensar.

Cuando sintió que fue tiempo suficiente, por fin decidió llegar a su destino.

Liu'er salió finalmente de las sombras, observo por unos segundos el lugar, generalmente los soldados comparten cuartos, pero los de mayor rango tienen sus propias habitaciones y, a quien fue a ver, era uno de esos soldados. Con timidez, se acerco a la cama, acercó su mano al cuerpo recostado para poder despertarlo.

—Yong...despierta —comenzó a moverlo un poco, el mayor se removió en su lugar, abriendo poco a poco los ojos, cuando vio la silueta del mono a su lado, se incorporo con pereza en su cama.

—¿Liu'er?, ¿qué ocurre? —preguntó, soltando un bostezo algo largo, se frotó los ojos, su acción se vio interrumpida cuando comenzó escuchar como su contrario lloraba—. ¡¿Q-qué pasó?!, ¿estás bien?, ¿te paso algo?, ¿qué tienes? —comenzó a preguntar alarmado, se levantó rápido de la cama para estar a la altura del menor, quien a este punto ya estaba llorando en el suelo.

—Y-Yong... —el mencionado abrazo al de seis orejas, dándole caricias a su espalda, mientras que el de bufanda roja se aferraba fuertemente a su persona.

—Shh...esta bien, primero saca todo lo que tengas que sacar y después hablamos, ¿sí? —el domador de sombras no dijo nada, solo siguió llorando por un muy largo rato.

El pecoso no podía hacer mucho por ahora, solo podía estar ahí, brindándole apoyo y un hombro en el cual llorar, las preguntas vendrían después, ahora lo principal era que se calmara y se desahogada para poder contar todo con mayor detalle.

Él sería paciente, no apresuraria las cosas.

Pasados varios minutos, finalmente el guerrero se calmo, su llanto había disminuido y ahora solo eran leves sollozos los que emitía. Yong no decía nada, creía que era mejor que el demonio entre sus brazos fuera el primero en hablar, pues así sentía que no lo presionaba y le daba tiempo para poder decir lo que le molestaba.

—Yong...

—¿Sí?.

—¿Cómo es que ustedes pueden vivir con este miedo?.

—¿Cuál miedo?.

—...la muerte.

—Creo que esta platica ya la tuvimos hace tiempo, ¿no?.

—Sí, pero yo...quiero saber como es que hay mortales que pueden seguir como si nada, aún sabiendo como morirán.

—Esto...¿tiene que ver con tu actual estado de ánimo? —el de pelaje oscuro se aferro más a él—. Ya veo...supongo que es porque aceptan las circunstancias.

—¡¿Pero cómo?!.

—Te contaré algo, esto paso hace mucho tiempo, tanto que es algo borroso para mí. Los últimos recuerdos que tengo de mi madre, es a ella acostada en su cama, cada día que pasaba ella se iba debilitando poco a poco, su piel perdía color, iba perdiendo peso...ya casi no comía y, lo poco que comía, terminaba devolviendo todo lo que consumía, su estómago estaba tan débil que solo podía comer en un inicio papillas...pero, como dije, su cuerpo solo iba deteriorándose más cada día —su voz comenzó a temblar, hace mucho que no pensaba en esos días—. A pesar de su deplorable condición, s-siempre trataba de aparentar su dolor. Nunca se quejo enfrente de mí, siempre decía que estaría bien...pero...yo sabía que no era así, ella moriría y yo no podía evitarlo —una lágrima traicionera resbaló por su mejilla.

Monkie Kid: Un Viaje al Oeste DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora