Capítulo 8: Economista... Pero, en esencia, Moralista.

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┏━°⌜ 赤い糸 ⌟°━┓

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Frontera entre la Raion Bosnia y la Raion Serbia

Ruinas de Urošević

Los bordes erizados del resplandor estelar, nacido del firmamento negro como una segunda estrella, rasgaron el anochecido firmamento con un brillo blanco-azulino sideral. Como el foco de la lupa de una deidad que virase su ojo hacia los riscos apelmazados, los edificios derruidos, los montes de cascajos y los moribundos árboles de hojas blancas marchitas, aquella segunda refulgencia bruñó durante varios minutos la necrópolis con su luz divina mientras que esta era inundada por neblina tornasolada de color celeste que era la medianoche.

La única que reparó en aquel radiante, pero a la vez inadvertido resplandor en el cielo fue Thrud Thorsdóttir. La fornida muchacha, cargando con grandes torsos de troncos en sus brazos, se detuvo un instante en el aire para dedicar una mirada apreciativa al lúcido punto en el cielo estrellado. La electricidad que emanaba de su cuerpo y la hacía volar se quedó estática, rumiando sobre los tatuajes azules de sus brazos mientras que sus ojos centellantes miraban fijamente el punto en el cielo.

La diosa nórdica frunció el ceño y quedó con los labios semi-abiertos al sentir un escalofrío correrle por la espalda que le hizo soltar un suspiro de sorpresa. La conmoción duró pocos segundos, pero fue suficiente para hacerle ver a Thrud que aquella no era una estrella en el cielo, ni mucho menos algún otro cuerpo celestial que su luz haya alcanzado estas tierras.

<<Sea lo que sea ese resplandor, Brunhilde tendrá algo que ver>> Pensó, para después retomar su vuelo en dirección a los restos de un edificio burocrático de una hectárea de ancho, con grandes partes de sus secciones de techos desmoronados que formaban irregulares puentes que iban hacia arriba y hacia abajo. A través de los resquicios y los hoyos de las paredes resquebrajadas se filtraban haces de luces anaranjadas que ocultaban una hoguera. Alrededor de ella se hallaban sentados los refugiados Giles de la Gauchada.

Thrud Thorsdóttir planeó hasta alcanzar una plataforma que antes fuera un balcón de acceso al edificio. Los últimos rastros de electricidad se desvanecieron de su cuerpo, apagando los brillos electrizantes de los tatuajes de sus brazos. Atravesó el umbral de puertas desvencijadas y caminó hasta el centro del rellano, cruzando amueblados destruidos regados aquí y allá, y ríos de escombros que se formaban como anillos alrededor de la fogata improvisada. Antes de llegar aquí, todo este rellano era inundado por estos obstáculos de escombros y muebles, y donde a los Giles les habría tomado días en espaciarlo, a Thrud solo le tomó un par de segundos con sus poderes eléctricos. Ver como aquella extraordinaria muchacha cargaba a sus hombros hileras de enormes piedras como si fueran pilas de libros con apenas peso, y barrer con espadazos eléctricos otros tantos cascajos, sembraron más la semilla de la curiosidad en los Giles sobre su identidad... y el verdadero propósito que tenía con ellos.

La Valquiria Real podía verlo en sus miradas mientras alimentaba el fuego de la hoguera arrojando pedazos de tronco que después incendiaba disparando electricidad de sus dedos. Miradas recelosas que la seguían atentamente, en especial las de Santino, Ricardo y Adoil. Kenia y Martina, por su parte, no despegaban sus preocupados ojos del aún inconsciente Masayoshi Budo, este último recostado bocarriba en el suelo, con la bata blanca de Adoil cubriendo las feas cicatrices de quemaduras de su espalda. Una vez terminó de festonear la fogata con su electricidad, haciéndola unos centímetros más grande y más luminosa, se sentó a una distancia considerable del grupo para que todos pudieran verla. Apoyó un brazo sobre su rodilla alzada.

Record of Ragnarok: Blood of ValhallaWhere stories live. Discover now