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Debería haber sabido que Pablo abriría su gran estúpida boca. Él y Marie son los más chismosos. Así es como me encuentro sentada en medio de los gemelos, mis propios guardaespaldas personales no deseados. Los amo a muerte, pero soy demasiado vieja para esta mierda.

Sé que estás pensando en lo que soy. Los ataques de pánico no son la preocupación principal de mi familia. No ponen en peligro la vida, por lo menos ya no. No he tenido un feo ataque desde que tenía trece años y Kara Golden escribió puta sobre todo mi casillero.

—Ahora, cariño, vas a tener que hablar con nosotros. No quiero que te estreses por aquí —dice mi papá desde el otro lado de la mesa.
—Bueno, papá, si haces que tus dos hombres de las cavernas den marcha atrás, no voy a estar tan estresada.—Froto los dedos contra mi sien sintiendo un dolor de cabeza viniendo hacia mí.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunta Simon desde mi izquierda.
—Esto significa, imbécil, que quiero ser libre. Ni siquiera puedo hablar con hombres sin que ustedes quieran darles una paliza. Me queda muy claro que me aman y todo, pero ya no soy una niña. —Les di a ambos una mirada furiosa y sorbí de mi gaseosa.
—Eres una niña, La, tienes como un metro de altura y unos sesenta kilos empapada —dice Pablo desde mi derecha, donde está trabajando sobre su carne.
—¿Es por eso que tú nunca has tenido una cita? —pregunta Emi junto a papá.
—Sí, Emi, es por eso que no he tenido citas. Estos piensan que son mis dueños y no dejarán que nada con un pene esté cerca de mí, a menos que seamos parientes. —Me estremezco con mi uso del lenguaje. Tengo que mantener un mejor control de mi boca.
—Lali, pon atención a lo que dices. Ese no es el lenguaje que una dama debe utilizar. —Emi me mira fijamente.
—Lo siento, Emi, se me escapó. —Emi me hace sentir más pequeña de lo que soy. Todos lo hacen. Estoy harta de la asfixia.
—Está bien querida, entiendo. —Emi hace una pausa y mira a los gemelos antes de continuar—. En cuanto a ustedes, dejen a Lali vivir su vida. Si me dice otra vez que ustedes no la están dejando tener citas, los despellejaré a ambos.

Ambos se ven como si les quitaran sus juguetes favoritos. Sonrío para mis adentros.

—Gracias, Emi.
—Ahora, espera un minuto querida, ¿no crees que es un poco joven para estar saliendo? —pregunta papá.
—Si recuerdas papá, Jessica y Marie estaban en relaciones serias cuando tenían mi edad. —Le doy un vistazo.

Él sabe que tengo razón.

—Bueno, sí lo estaban pero... —Se desvanece.
—¿Ellas estaban qué, cariño? —pregunta Emi con la misma expresión que tengo en mi cara.
—Nada, querida. —De repente parece absorto en su comida.
—Lo que quiero saber, Lali, es si has tenido más ataques —investiga Emi.
—No, no he tenido ningún ataque en meses, Emi —le espeté—. Ves, por esto es que quería dejar este estado para ir a la escuela. No los tendría a todos ustedes respirando en mi cuello. Estoy en la universidad, por el amor de Dios. Ojalá todos dejaran de asfixiarme y me dejaran cometer mis propios errores. —Me pongo roja de ira en este momento. Es poco lo que puedo aguantar antes de empezar a maldecir a uno de ellos.
—Mariana Elizabeth Esposito, mejor cuida tu tono cuando hablas con tu madre —dice mi papá severamente desde su lado de la mesa.

Bien, lo logró. Estoy más que molesta ahora.

—Ella no es mi madre, papá, como bien sabes. —Tiro mi tenedor y pateo a Simon hasta que me permite dejar la mesa. Hago mi camino fuera del restaurante y saco mi teléfono justo en el momento que respiro aire fresco. No sé realmente a quién llamar. Rochi no tiene un coche y estoy segura que Peter está enojado conmigo, pero de todos modos lo llamo.

Después de dos tonos, responde.

—Hola.
—Hola. —Hago una pausa tomando un profundo respiro y sigo adelante—. Escucha, sé que probablemente estás enojado conmigo ahora mismo, pero realmente necesito transporte. Siento pedírtelo, pero eres el único al que puedo llamar que tiene un vehículo. —Aguanto la respiración esperando su respuesta. No me hace esperar mucho tiempo.
—Sí, iré a buscarte. Aunque no voy a estar en mi camioneta, la tuve que llevar al taller. —Hay un vacío y luego empieza a hablar de nuevo—. Estoy en mi camino a la puerta. ¿Dónde estás? —le digo el nombre del restaurante—. Bien, sé dónde está. Estaré allí en diez minutos.

Una hermosa cosa Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt