· T r e i n t a ·

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Me alegro.

Meto la mano en la bolsa para tomar más patatas pero Adrien lo hace al mismo tiempo. Nuestros dedos se tocan y ambos las apartamos al mismo tiempo. Cuando lo miro sonríe y pregunta:

—Entonces, ¿has comprado condones?

—Gabriel me pidió parar en la farmacia a por las pastillas para el dolor de cabeza —siento la necesidad de explicarme—. No lo tenía planeado, pero cuando lo vi, yo...

—¿Los compraste por si acaso?

—Más o menos.

Adrien se queda callado y no soy capaz de leerle, así que decido directamente preguntarle.

—¿En qué piensas?

—Estaba sopesando si esto significa que no te arrepientes de lo de anoche.

El corazón me da un vuelco. Por fin ha llegado la conversación, pero no puedo evitar que la duda se siembre en mi interior. Tal como me dijo Beth, siempre me pongo en lo peor.

—¿Tú lo haces? Quiero decir, ¿te arrepientes?

—Para nada —responde con sinceridad.

—Entonces... —bajo la mirada a la mesa y me centro en la bolsa de patatas como si fuese realmente interesante—, ¿quieres que vuelva a pasar?

De pronto Adrien toma los bordes de mi silla y la hace girar hasta que estamos los dos sentados de frente. Se inclina sobre mí sin soltarla y con una sonrisa traviesa, pregunta:

—¿Qué me estás proponiendo, polilla?

Las mejillas me arden. A veces con Adrien me siento como si volviera a tener quince años y este fuera mi primer amor. Porque él me hace sentir segura y en confianza, pero también noto mariposas en el estómago y mucha emoción.

Su mirada sostiene la mía y sé que no es momento de apartarla.

—Podríamos comenzar con volver a besarnos —susurro.

—Eso me encantaría —responde también en voz baja.

—A mí también.

Esta vez soy yo quien da el paso y termino de romper la distancia entre nuestros labios. Noto como sonríe contra mi boca durante unos segundos más antes de profundizar el beso, y aunque no es el primero que nos damos me sigue pareciendo increíble que algo así esté sucediendo.

Envuelvo los brazos alrededor de su cuello y presiono para atraerlo más cerca. Porque lo necesito así, pegado a mí. Adrien reacciona y se levanta de la silla. Sus manos se posan en mis muslos desnudos y mueve mis piernas hasta que lo rodeo con ellas. Suben un poco más, y llega al dobladillo de los pantalones cortos de pijama. Después se meten por debajo.

Me estremezco bajo su tacto cuando llegan por encima de la ropa interior. Adrien me agarra del trasero y tira de mi cuerpo más cerca al suyo. Jadeo en su boca al sentir la parte en que nos unimos y él mordisquea mi labio inferior. Después abandona el beso para bajar por mi mandíbula y llegar a mi cuello.

Cierro los ojos y dejo caer un poco la cabeza mientras siento su respiración en mi oreja. El corazón se me acelera y clavo las uñas en lo alto de su espalda.

—Con cuidado, polilla —susurra, sacando las manos del interior de los pantalones y metiéndolas bajo mi camiseta.

Su tono es bajo y grave y me parece tremendamente atrayente. Sus dedos se clavan en mi cintura, sobre la piel desnuda, y suben por mi espalda. Noto la presión de sus dedos mientras me aprieta contra él, pero sin llegar a clavar las uñas. Me arqueo de forma involuntaria y aprieto las piernas a su alrededor.

Un Inesperado NosotrosWhere stories live. Discover now