XLIV - Cinismo

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Al entrar al departamento, la abogada se apresuró a encender el televisor.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó mientras buscaba el canal de noticias.

Brent Hagler se quedó de pie detrás de ella, observándola. No actuaba como una mujer que acababa de perder a su prometido de aquella violenta manera. Ni siquiera sabiendo que se había sacrificado por ella.

—Nada, gracias —atinó a responder.

Nona asintió y, después de subir un poco el volumen de la pantalla, se puso de pie al tiempo que se recogía el sedoso cabello en una coleta alta, dirigiéndose a la cocina para coger una botella de agua.

Aquel fatídico día estaba concluyendo y, de acuerdo a las noticias, lo hacía en medio de cientos de arrestos, violencia y asesinatos.


Las llamadas al 911 no se habían detenido durante todo el día, pero de acuerdo a nueva información, todo el pandemonio parecía estar cediendo lentamente. A lo lejos solo se escuchaban las sirenas de ambulancias y se percibían las luces características de las patrullas de policía dando rondines por las calles desiertas. Nadie se animaba a continuar con la petición del asesino de monstruos en medio de la oscuridad.

No obstante, Nona se sentía complacida con los resultados, especialmente con la cifra de muertos.


Aunque no se ha determinado la identidad de todas las personas fallecidas, nos informan que al menos la mayoría parecía tener cargos criminales relacionados con violencia y abuso sexual a menores. La obra del asesino de monstruos continúa aún con este entre las rejas.


Al escuchar las noticias, la abogada dejó escapar un pequeño sonido de triunfo, mismo que fue advertido al instante por el detective. En cuanto Nona lo miró, cambió su semblante a uno más cordial.

—¿El diario se encuentra aquí? —preguntó este con voz aterciopelada.

—Sí, lo tengo guardado, pero Brent, ¿crees en verdad muy necesario que tengamos que irnos?

—Sí, estoy seguro. El comisionado va a querer asesinar a todo aquel que tenga conocimiento de sus depravaciones. Ni siquiera es seguro que estemos aquí ahora mismo. Debes correr, hacer tus maletas y tomar el diario de Holly. Hay que partir ya mismo.

La abogada asintió y, dejando la botella en la encimera, se adentró en la amplia recámara, donde comenzó a guardar ropa y enseres personales.

—¿A dónde iremos? —inquirió desde la habitación.

Hagler se adentró en esta, con lentitud.

—Lejos —dijo solamente—. Lo más lejos posible.



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El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Where stories live. Discover now