XXIX - Nona

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Nona pareció sorprendida y emocionada de ver a Samuel frente a ella. Casi se va de espaldas al entrar al establecimiento y observar aquella inconfundible mirada repleta de emoción.

Hacía más de un año que no lo veía, y pese a que desde su partida de Oyster Bay había estado esperando que se presentara ante ella en cualquier momento, lo cierto es que el verlo ahí, en la misma habitación, le parecía simplemente increíble y extraño.

Samuel le ofreció una leve sonrisa forzada y se acomodó en su asiento.


No podía negar que seguía siendo tan hermosa como la recordaba, quizás mucho más, aunque su mirada había perdido cierta luz que antaño consideró como uno de sus mejores atributos.

No obstante, no la culpaba, sabía a la perfección que ÉL era capaz vaciar a cualquiera.

—¿Cómo has estado, Nona? —cuestionó intentando sonar casual una vez que la mujer se acomodó en el asiento delante de él.

—Bien, gracias. ¿Y tú? —preguntó con cierta coquetería, tan natural en ella.

—Podría decirse que bien.

—Y... ¿mi padre? ¿Cómo está Brent? —torció la boca, como queriendo contener la pregunta que, sin embargo, logró encontrar su camino al exterior.

—Él está bien, aunque no es el mismo. El tiempo en reclusión le ha pasado factura y le resulta difícil mantener cualquier tipo de conversación.

—Lo imagino —repuso ella, intentando imprimir toda la frialdad posible a sus palabras—. Estoy resuelta a visitarlo uno de estos días, Samuel. Pero aún no me siento preparada para hacerlo. Y tampoco estoy segura de que él quiera verme. También planeo un viaje a Oyster Bay —sonrió con suavidad—. Extraño esas horribles calles tranquilas y su gente siempre pendiente del resto.

—Nona —la interrumpió él. La mujer se quedó en silencio, observándolo con curiosidad—. Sabes bien que no he venido aquí para charlar sobre Brent u Oyter Bay. Necesito esos diarios.

Los ojos de Nona se entornaron con un matiz de maldad que se disipó en seguida.

—Y tú sabes que no puedo entregártelos.

—Tienes que hacerlo...

—¿Por qué debería? Me costó mucho conseguirlos. Ni siquiera puedes llegar a imaginar el precio tan grande que tuve que pagar por ellos.

Samuel dejó escapar un suspiro, agotado.

—Lo entiendo, yo también pagué y demasiado, pero ahora es imperativo que los devuelvas. Además, me atrevo a asegurar que ya tienes uno propio, ¿no es así?

Nona pareció incómoda con aquella pregunta.

—No sé de qué estás hablado.

—Ahora ÉL se alimenta de ti, ¿no es cierto? No hay otra explicación para la forma en la que desapareciste aquella noche, ante mis ojos. Aquello obtuvo toda tu energía.


Nona lanzó una exhalación y miró alrededor, asegurándose de que nadie los estuviera observando o, peor aún, escuchando su conversación.

—Esos diarios se encuentran mejor conmigo, te lo aseguro.

—No tienes ni la menor idea de con qué estás jugando.

—El que parece no comprender las reglas del juego eres tú. Sabes que no puedo permitir que esos diarios caigan en manos equivocadas. Holly no está aquí para proteger sus secretos, y no confío en ti para proteger ni siquiera los tuyos.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Where stories live. Discover now