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Isabella

Tomé sus labios como una canción conocida, me sentí ansiosa y con deseos de más.

El hombre se puso de pie y me levantó del taburete haciéndome avanzar hasta la cama, mi espalda tocó el colchón y no me quejé de absolutamente nada.

¿Cómo podría? Sus labios callaban cualquier deseo de hablar.

Sus manos subieron el dobladillo de mi vestido de pijama y lo levantó hasta el borde de mis senos. No fui consciente en el momento en que mis manos se movían por su torso.

Debí saber que ante cualquier roce iba a caer, había pasado demasiado tiempo y me moría por tenerlo.

Nuestros labios se separaron mientras sacaba la camiseta del piloto, bajó sus besos a mi cuello y terminó por levantar todo mi vestido de seda blanco fuera de mi cuerpo.
Sus besos húmedos bajaron hasta mis pechos y tomó cada uno de ellos en su boca mientras soltaba leves jadeos.

Estaba deshecha sobre mi ropa interior cuando sentí uno de sus dedos rozar la delgada tela.

Volvió a tomar mis labios con desesperación mientras yo trataba de bajar sus pantalones de elástico.
Mis dedos estaban resbaladizos y eso solo aumentaba mi frustración.

-Yo te ayudo- su voz salió un tanto ronca con una risita, bajó sus pantalones quedando absolutamente desnudo frente a mi.

-Pantalones misoginos- dije volviendo a besarlo con una sonrisita.

A este punto mi humedad invadía las sábanas bajo mi cuerpo, sentí la ausencia de los labios de mi esposo como una agonía.

Sus besos bajaron ahora por toda la linea central de mi cuerpo repartiendo besos, llegó hasta el borde de mi ropa interior y tiró de ella con su boca.

Sus ojos no se apartaron de los míos en ningún momento, sentí mi cuerpo estremecerse ante su mirada, podía preguntar una vez más y esta vez le respondería correctamente.

Sus ojos serán la muerte para mi.

En un movimiento rápido estuvo de vuelta tomando mis labios con delicadeza, era un deseo familiarizado, con tacto y amor.
Lo extrañaba.

La sensación penetrante me sacó de mis pensamientos de un puff, había empezado a moverse dentro de mi con una delicadeza increíble, me sentí frustrada tanto que levanté mis caderas en busca de más contacto.

No quería la delicadeza ahora, no quería ese cuidado y fragilidad, lo quiero a él, todo.

Pareció haber entendido el mensaje, sentí su cuerpo moverse con más fuerza sobre el mío.

Soltaba algunos gemidos torpes con cuidado a no ser escuchada por los chicos, la casa en Alemania tenía aislantes de ruido puestos por el mismísimo Sergio Pérez para evitar esto.

Sus embestidas me hacían perder la cordura y sus besos no ayudaban mucho al caso, estaba justo donde había deseado estar desde hace un buen de tiempo.

Sentí mis paredes apretarse contra su miembro entrante, estaba a nada, lo tenía cerca.

No pude evitar soltar un gemido fuerte cuando su pene tocó el punto exacto, rogaba al cielo que los niños ya estuvieran dormidos para este punto.

Lo sentí contraerse dentro de mi antes de ser inundada por sus fluidos, nos quedamos en la misma posición durante un par de segundos.

Solté una respiración cuando salió de mi con cuidado a no estimularme demás.

Me acomodé en las sábanas enrollandome por completo en mi lado de la cama, el hombre hizo lo mismo y jaló mi cuerpo para quedar abrazada al suyo.

Solté un suspiro de comodidad sintiendo la calidez que emanaba su cuerpo, siempre había sido así para mi y no dudaba que él sintiera lo mismo.

Me quedé rendida en esa posición, no recordaba haber dormido tan cómoda desde que lo hice abandonar su lado de la cama.

Ya no podía ni siquiera pensar en esa idea una vez más, lo quería a mi lado en la cama todas las noches y cada mañana al despertar.

-

El amanecer llegó más rápido de lo debido, me sentí más cansada que nunca en la vida y solo deseaba seguir durmiendo.

El aroma a café recién preparado se metió por mis fosas nasales mientras me movía adormilada, me giré para tomar mi celular desde la mesita y leer la hora en pantalla.

¿10:30 AM? ¡Es tardísimo! Me levanté abruptamente pero fui detenida por una mano jalandome de vuelta a la cama.

-No te preocupes, ya me encargué- escuché la voz de mi esposo en su lado de la cama.

Era obvio, Nina no estaba y nadie más que yo cocinaba ¿Quien habría hecho el café? Mismo café que supongo es el que llena la taza que Sergio me ofrece.

-Dios mío, muchas gracias- tomé la taza y le di un largo sorbo.

-Te vi duermiendo plácidamente, apagué tu alarma y llevé a los chicos a la escuela.

Terminé mi taza asintiendo, los niños eran independientes a la hora de vestirse, me preocupaba su desayuno y su beso de despedida.

-No te preocupes mi amor, les hice un buen desayuno y les di dos besos de despedida- sonreí negando, había leído mi mente llena de preocupaciones.

Dejé la taza sobre la mesita de noche y me acomodé en la cama de nuevo.

-¿Cómo estuvo tu mañana?- le pregunté viéndolo mientras acomodaba su cabeza sobre mi regazo.

-Llena de amor ¿Que tal tu noche?- preguntó acariciando mi mano entre las suyas.

-Supongo que llena de amor también- bromeé mientras el sonreía desde su lugar.

-Extrañaba verte dormir y jugar con tu cabello- dijo acariciando una onda de mi cabello que caía sobre mis hombros.

-Dicen que uno siempre vuelve a donde fue feliz- moví su cabello hacía atrás, debía cortarlo pronto.

-Yo he sido muy feliz contigo- lo vi tomar algo de mi mesita de noche- Es por eso que te pido por favor, que me dejes volver a ser tu esposo.

Tomó mi anillo de matrimonio y lo sostuvo frente a mi dedo, a estas alturas era más que obvio que lo aceptaba de vuelta.
Al lugar de donde nunca debió irse pero que sin duda no regresará la próxima vez que mienta.

Deslicé mi dedo por el anillo mientras el hombre sonreí, se acercó a mis labios y dejó un beso dulce sobre ellos.

-Te amo, muchísimo- Susurró sobre mis labios antes de volver a tomarlos en un beso.

-Y yo a ti.

The Great War|SP11Место, где живут истории. Откройте их для себя