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Isabella

Enero, 2018.

Las luces azules y rojas parpadeaban a mitad de la madrugada, frente a una vieja bodega cerca del muelle, los oficiales trataban de mantenerse en silencio. 

Bajé de la camioneta desenfundando mi arma y preparándome para entrar, sentí los pasos de mi compañero detrás de mi, sabía lo que iba a decirme. 

-Debiste quedarte en la comisaria, en ese estado...-

-Ningún estado, Martinz- lo corté antes de continuar- He estado detrás de este tipo desde hace un año, ve a tu posición. 

-Como ordene, inspectora- asintió antes de marcharse, la fría brisa matutina golpeó mi piel lentamente. Até mi cabello recordando la pelea que sostuve en mi casa unas horas antes, impaciente de verme afectada de ninguna manera. 

"Estás loca si crees que vas a entrar ahí en ese estado, Isa" 

"He estado detrás de este hombre desde hace un año, Sergio, no me perdería por nada su captura" 

"Si algo te pasa, yo..."

-Inspectora...- la voz de uno de los oficiales llamó mi atención, agradecí haber salido de ese pensamiento de inmediato, no me podía permitir estar fuera de mi en este momento- Todo listo. 

-Hernández en posición- informé por medio de mi comunicador, esperé un par de segundos sin recibir respuesta alguna-  Permiso para ingresar.

Repetí en caso de no haber sido clara, la radio continúo en silencio por lo que me alarmé de inmediato. 

-Reti...- no alcancé a terminar mis palabras cuando los brazos de mi compañero me empujaron con toda la fuerza posible, no tuve tiempo de reaccionar cuando estaba en el aire con mi cabello rojo soltándose del moño que hice antes. 

Traté de aferrarme a su brazo, me fue imposible al verlo saltando detrás de mi, mi cabello cubrió mi rostro antes de que mi cuerpo cayera directo al agua. 


Actualmente

-¿Isa?- la voz de mi suegra me sacó de mis pensamientos a tiempo- ¿Estás bien, mijita? 

-Por supuesto, lo siento...

-Está bien mi niña, te estaba diciendo lo imbécil que es mi hijo- la mujer dejó su taza sobre la mesita frente a nosotras y tomó mi mano- Te pido me perdones, chiquita, Antonio lo dejó caer de chamaco y ya ves que no pudimos arreglarlo. 

-Doña Marilú, no se ponga en esas por favor- me reí ante las palabras de la mexicana- Nada de esto es su culpa, de verdad. 

-De alguna forma me siento responsables de sus pendejadas- negué rápidamente, definitivamente no la culparía por los actos de su hijo, él mismo cavó su tumba. 

-Claro que no, señora- le di una sonrisa tranquilizadora, caí en cuenta del lugar en el que estábamos por lo traté de terminar esta conversación-  ¿No debería ir a velar a su primo? 

-No me podría importar menos ese cochino, andaba por ahí con su pestilencia- negué ante su respuesta, me puse de pie mientras ella me daba un repaso de pies a cabeza- Oye, te ves preciosa con ese vestido ¿Eh, hijita? 

-Ay suegra ¿Cómo me dice eso aquí?- me palmeé las mejillas para disimular mi sonrojo, todos en la habitación se movían con sus trajes negros concentrados en sus conversaciones. 

-No sabes cuanto me encanta que me llames suegra, nunca dejes de hacerlo- levantó sus cejas insinuante, negué antes de empezar a caminar. 

-Tengo que ir a checar a los niños- la mujer asintió mientras caminaba escaleras arriba, abrí la primera habitación en el pasillo para fijar mi atención en los presentes. 

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