012

877 71 0
                                    

Isa

-¡Sonrían!- una Melody sonriente nos apuntaba a Mateo y a mi con mi celular, había decidido ser la fotógrafa de este paseo. 

Después de una semana complicada lo menos que mis hijos merecían era una tarde de diversión, tomamos un paseo por el lago de la ciudad mientras comíamos palomitas, nuestra siguiente parada era ir al parque a alimentar palomas, actividad sugerida por mi hija, obviamente. 

-¿Podemos comer un helado?- preguntó Mateo mientras caminábamos por el muelle. 

-¿Con este clima, amor? No lo creo- negué acariciando su cabello, las cosas con él estaban diferentes, no era mi niño inquieto y hablador, era más callado e incluso dejó de meterse en peleas. 

-¡Miren!- señaló Melody a las palomas, dio dos pasos corriendo pero bajó la velocidad casi de inmediato. 

-¿Quieres empezar a alimentarlas, amor?- la niña asintió antes de que dejara un poco de comida en sus manos. 

Le entregué un poco más a ambos niños y caminaron hasta las palomas para empezar a tirárselo a las aves, me senté sobre una banca donde pusiera observar sus movimientos de cerca. 

Mientras estuvieran cerca, no habría nada que pudiera herirlos, ni a ellos ni a mi, nunca permitiría que el dolor fuera tan grande como para dejarlos de lado. Podría llegar a ser contraproducente pero es viviría a partir de ahora, por y para ellos. 

Me quedé tan concentrada en mis pensamientos que no noté cuando una figura masculina se sentó a mi lado, le resté importancia antes de oír su voz- Cuanto tiempo, inspectora. 

Me giré para encontrarme con un rostro bastante conocido, mi antiguo compañero de trabajo y mejor amigo que nunca pude tener, el hombre que me sacó de tantos apuros y me metió en otros dentro de mi matrimonio, uno que ya no existe por cierto. 

No pude evitar pensar en como Sergio reaccionaría al verlo aquí, solía ponerse sarcástico e irónico al oler su presencia, le molestaba todo del tipo y solo porque sí, nunca le di más importancia de la debida pero siempre me reí de sus reacciones.

Supongo que todo eso quedó atrás, vaya. 

-Jace Martinz, el tiempo si que pasó sobre ti- sonreí estudiando al hombre de pies a cabeza, su barba y cabello oscuro estaban más crecidos que la ultima vez, hace cuatro años para ser exactos. 

-Siempre es un placer, Hernández- me acerqué para abrazar al hombre dando suaves golpes en su espalda, me separé para observarlo una vez más antes de reírme- ¿Qué es tan gracioso? 

-¿En serio te dejaste la barba?- aparté mi vista antes de mirarlo de nuevo y soltar en carcajadas.

-Te dije que no la cortaría hasta que volvieras a la comisaría- negué rodando los ojos, vaya tipo, cinco años y todavía con esa idea- Para tu información, no hubo mejores compañeras desde ti.

-No tendrás una como yo dos veces, eso es claro- sonreí antes de ser sorprendida con la presencia de tres niños frente a mi. 

-¿Y este quien es?- preguntó Mateo con el seño fruncido, sus palabras salieron en español dejando fuera de la conversación a mi amigo. 

-Conoces a Jace, ahora es más viejo y ermitaño pero sigue siendo el mismo- el niño lo analizó por unos segundos más en silencio. 

-Buenos días, Jace- el mayor de mis hijos estrechó su mano con el hombre que le entregó una sonrisa. 

-Es increíble ver cuanto han crecido- me miró y luego a ambos niños, su vista se posó sobre mi niña quien me pareció algo distinta a la de hace un rato- De ti solo escuché un par de cosas, pero nunca llegué a conocerte... Mucho gusto princesita. 

The Great War|SP11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora