· Q u i n c e ·

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—Sí, estudié derecho —Eso hace que abra la boca con todavía más sorpresa y me río—. Resulta que no me gustaba tanto como creía, solo me acomodé, y ahora estoy aquí tratando de descubrir qué quiero hacer con mi vida.

—Bueno, ¡nunca es tarde para reinventarse! Peor es tener que dedicarte siempre a un trabajo que no te llene o te disguste.

Sin querer una frase tan cierta y sencilla como esa, hace que se me revuelva el estómago y mi sonrisa decaiga en un feo gesto de tristeza. Porque no solo era dedicarme a un trabajo que no me gustaba, también era compartir la vida con alguien que no me quería.

Beth nota el cambio y me toma de la mano antes de hablar. Su voz es suave y dulce, y me hace sentir segura.

—Gia, lo digo en serio. Si necesitas hablar, de lo que sea, estoy aquí. Tú misma me has ayudado con Sophia y hasta te acabas de ofrecer para echar un cable cuando estés libre. Las amigas estamos para apoyarnos, pero no vale que solo sea unidireccional. Yo también quiero ayudarte si lo necesitas.

Aprieto los labios cuando las palabras vuelven a agolparse en mi garganta. La presión en el pecho también la acompaña, pero Beth aprieta con fuerza y mimo mi mano, y al final termino por dejarlas salir en una frase que no llega ni de cerca a representar todo lo que pasa por mi cabeza:

—Casi beso a mi compañero de piso.

Después de eso no sé cómo sucede, pero se lo cuento todo, o casi todo. Le hablo de la muerte de mi madre y cómo en la universidad me vi completamente sola hasta que conocí a Carson. Doy un poco de rodeo para explicar nuestra ruptura, solo que no era feliz, y cómo terminé por dar el paso de mudarme a Nueva York hasta terminar por compartir piso con Adrien.

Cuando lo suelto todo me siento un poco mejor. Beth tampoco parece aburrida por mi historia. Me escucha y me aconseja mientras caminamos juntas hasta la parada de metro. Antes de despedirnos me da un fuerte abrazo y un beso en la mejilla.

Por primera vez en mucho tiempo siento que vuelvo a tener una amiga.

Por primera vez en mucho tiempo siento que vuelvo a tener una amiga

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Adrien no está en casa cuando regreso. Me sorprende porque marchó a trabajar pronto por la mañana, pero quizás tuviese entrenamiento de pádel. Niego con la cabeza al darme cuenta que empiezo a conocer sus costumbres.

Ya no queda ningún tupper con la comida que preparé el otro día así que saco carne y unas verduras para comenzar con la cena. Me apetece un guiso calentito y caldoso.

Mientras lo dejo hirviendo tomo uno de los libros que me han llegado, un paquete de post it y salgo al balcón a leer un rato, antes de que anochezca del todo. No puedo evitar lanzar miradas hacia el balcón de Ronan, pero esta vez no están ni él ni su gato. En su balcón hay una planta nueva y ha cambiado la silla de madera por un sofá pequeño y colorido.

Todavía no le he mandado ningún mensaje y han pasado varios días desde que hablamos a través de la libreta. Cuando la luz empieza a ser tan poco que apenas puedo leer, cierro el libro y busco el teléfono, decidida a dar el paso.

Un Inesperado NosotrosWhere stories live. Discover now