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Nada más abandonar Hungría, cogí un vuelo dirección Asturias

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Nada más abandonar Hungría, cogí un vuelo dirección Asturias. Unos cinco días me mantuve en el paraíso descansando con familiares y amigos y cumpliendo el sueño de correr en los karts con Fernando. Algunos fanáticos que visitaban su museo, tuvieron la oportunidad de vernos pasarlo bien dando vueltas al circuito y de aprovechar nuestra estancia para fotografiarse con ambos.

Ahora, llevaba otros seis días en la fábrica de Audi, con reuniones sobre las nuevas mejoras que incorporaríamos al coche en los siguientes Grandes Premios. Me quedaban tres días libres antes de poner rumbo hacia Bélgica, nuestra siguiente parada. Días que tenía pensado pasarlos sola, disfrutando de algo de tiempo libre por la ciudad alemana, pero que tras una proposición sorpresa vía llamada teléfonica, mis planes habían tomado otro rumbo.

Estoy vestida con una gorra negra sin ningún logo, unas gafas de sol enormes y una vestimenta de lo más normal. Agradecía que en mi destino hiciera sol, ya que de esta manera mi intención de pasar desapercibida no era tan disparatada. El avión aterrizó hace cinco minutos en el aeropuerto de Niza y en este instante me encontraba esperando que mi maleta apareciera entre las de los demás pasajeros. Estoy completamente en alerta, rogando que nadie se de cuenta de mi presencia.

—Buenos días, señorita. ¿A dónde la llevo? —pregunta el señor nada más que me subo en la parte trasera del vehículo.

Le indico la calle a la que deseo ir leyéndola en la aplicación de mensajería, mientras observo el paisaje de la ciudad francesa de Niza, lugar donde nunca antes había estado. El viaje hasta mi destino es largo, de unos treinta minutos, así que me entretengo con mi teléfono móvil preparando algunas historias que tengo que subir para una de las empresas que me patrocina.

𝖯𝗈𝗋 𝖽ó𝗇𝖽𝖾 𝗏𝖺𝗌?

Salta la notificación en la parte superior de mi teléfono.

𝖾𝗌𝗍𝗈𝗒 𝖽𝖾 𝖼𝖺𝗆𝗂𝗇𝗈
𝖺𝖼𝖺𝖻𝗈 𝖽𝖾 𝗌𝖺𝗅𝗂𝗋 𝖽𝖾𝗅 𝖺𝖾𝗋𝗈𝗉𝗎𝖾𝗋𝗍𝗈 𝗁𝖺𝖼𝖾 𝗎𝗇𝗈𝗌 𝖽𝗂𝖾𝗓 𝗆𝗂𝗇𝗎𝗍𝗈𝗌

𝖵𝖺𝗅𝖾, 𝗀𝖾𝗇𝗂𝖺𝗅
𝖠𝖼𝖺𝖻𝗈 𝖽𝖾 𝗅𝗅𝖾𝗀𝖺𝗋 𝖺 𝖼𝖺𝗌𝖺 𝖽𝖾 𝖼𝗈𝗋𝗋𝖾𝗋
𝖳𝖾 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗋é 𝖾𝗌𝗉𝖾𝗋𝖺𝗇𝖽𝗈

𝗍𝖾 𝖺𝗏𝗂𝗌𝗈 𝖼𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖾𝗌𝗍𝖾𝗆𝗈𝗌 𝗆á𝗌 𝖼𝖾𝗋𝖼𝖺

No recibo respuesta. Tampoco la espero al ver que se desconecta enseguida. Supongo que querrá ducharse y mostrarse aseado para cuando llegue. Intento volver a centrarme en preparar el contenido que debo subir, pero ese mensaje vuelve a hacer que mi cabeza se marche, que mi mente también lo haga y que mi estómago duela pensando si estoy haciendo lo correcto o es una mala decisión porque mi mente olvida recordarme que él es una mala idea. Llevo replanteandomelo desde hace días por haber aceptado, siento que estoy metiéndome en la boca del lobo, porque sé que esta situación es tan arriesgada que, debería hacerme salir corriendo, pero, de alguna manera, también sé que no llegaré muy lejos suya porque su forma de ser es como una tormenta intensa, y yo, como un castillo de naipes.

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