Sin ton ni son

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Un poco atolondrado, Andrés se levantó, y, con mucho mucho cuidado, comenzó a inspeccionar los alrededores.

Los monitores y testigos todavía estaban encendidos y, aparentemente, no había ninguna novedad; sin embargo, Andrés presintía que algo grande iba a pasar y, con las manos suspendidas en el aire, como un buen vaquero del oeste, daba vueltas esperando la gran batalla.

De repente, un sintetizador de voz retumbó en el silencio de la covacha y asustó a Andrés, que dio un gran respingo.

Las palabras de la voz artificial hablaron: "en función... autocontrol...".

Obedeciéndola, todos los testigos comenzaron a apagarse y a encenderse sin ton ni son, como si se hubieran vuelto locos. Mientras, en el monitor central, esta palabra no paraba de parpadear: Correcto... Correcto... y cuando termino de evaluar, añadió:

—Doctor Rego, ¿desea usted introducir alguna modificación? Tal y como usted me programó, si no hay respuesta proseguimos con el plan establecido. En espera de presencia de vida...

Andrés se fue acercando lentamente al prisma; quería verlo más de cerca y saber, de una vez por todas, qué era lo que allí se estaba cociendo.

De pronto, como si se tratara de un espejismo, a Andrés le pareció ver una sombra humana cabeza abajo.

Con el corazón palpitando a mil por hora, caminó lentamente hacia la derecha mirando hacia arriba, quería averiguar si eso que había visto, estaba ahora colgado del techo:

—Qué raro, juraría haber visto una sombra, pero aquí no hay nada.

Luego bajó la cabeza y levantó las cejas del asombro:

—¿Un colchón? ¿Qué hace aquí? ¿Por qué mi tío habrá puesto un colchón al otro lado del prisma?

Caminó hacia la izquierda y se colocó, otra vez, frente al prisma. La sombra apareció de nuevo.

Tras unos cuantos movimientos, Andrés cayó en la cuenta de que cuando él estaba a la derecha del prisma, la sombra aparecía a la izquierda, y viceversa, si él estaba a la izquierda del prisma, la sombra aparecía a la derecha. De un modo u otro, siempre la sombra partía del techo. Sin poder resistir tanta curiosidad, se acercó más al prisma y la sombra aumentó de tamaño.

Asustado, Andrés intentó volver hacia atrás pero ya no pudo, una fuerza absorbente que partía del prisma estaba empujándolo inevitablemente hacia él.

—Vida detectada... Comienza el proceso —parló mecánicamente la computadora.

La máquina de los abominablesWhere stories live. Discover now