Trato de mantener la calma aunque por dentro estoy bastante nerviosa. Decido ser sincera:

—No sabía cómo sacar el tema.

—¿Y escupírmelo así de golpe te parece la mejor de las formas?

Finn posa una mano sobre el hombro de Gabriel para calmarlo, pero él se la sacude de un solo movimiento. Me agarro a la mesa cuando vuelve a alzar la voz.

—Te dije que podías quedarte aquí el tiempo que hiciera falta. Cuidaremos de ti. No necesitas irte sola.

Pienso en que no estaré sola, pero en estos momentos esa información es probable que le enfade todavía más. De alguna forma encuentro la voz para decir:

—Pero quiero hacerlo.

Sin embargo soy incapaz de mirarlo mientras lo hago. Trago saliva pesadamente y siento que se me revuelve el estómago.

Gabriel está enfadado y cada vez grita más y más alto. Sabía que no se lo tomaría bien pero no imaginaba que su reacción sería tan desproporcionada.

—¿Por qué? No me parece bien. ¡No deberías hacerlo!

Quiero vomitar y sigo sin atreverme a mirar a mi hermano. Siento que me pican los ojos aunque sé que no voy a llorar. Con los años aprendí a contener bien las lágrimas.

Y entonces lo oigo a él:

—Gabriel, está bien. Es adulta y ha tomado una decisión.

Adrien habla en tono calmado pero su voz es mucho más grave de la que estoy acostumbrada a escuchar. También percibo que se encuentra cerca.

—No lo...

—Sí lo es, y no puedes hablarla así —insiste, todavía con el tono calmado—. Además, gritando no vas a hacer que cambie de opinión.

Me animo a alzar la mirada y la primera con la que me encuentro es con la Adrien. Su expresión es seria y enfadada, pero la relaja en cuanto nuestros ojos conectan. La aparto y me vuelvo hacia mi hermano que tiene una mueca mezcla del enfado por la noticia y la sorpresa ante las palabras de Adrien.

Finalmente nuestros ojos también se encuentran y no sé exactamente qué ve en ellos, pero su expresión se relaja y toma aire antes de volver a hablar. Esta vez lo hace de forma más calmada, aunque sus palabras siguen sin gustarme.

—Te acompañaré a firmar —me asegura—. Tengo que conocer ese piso.

Lanzo una mirada rápida a Adrien porque eso supone un grave problema, y es que vamos a firmar juntos. Por fortuna Finn se aclara la voz y comenta:

—Tenemos un par de reuniones y mucho trabajo.

Salvada por la campana, pero mi hermano no se da por vencido con facilidad. Durante unos segundos frunce el ceño pero al final cambia de idea.

—Entonces te acompañaré cuando te den las llaves. Haré la mudanza contigo.

Vuelvo a mirar a Adrien, que tiene los labios apretados, y suspiro. Imaginaba que en algún momento Gabriel querría conocer el apartamento, y en realidad no me vendría mal ayuda con la mudanza.

—Está bien —asiento.

La estancia se llena de un tenso silencio y me encuentro mal después de la breve discusión, así que tomo la decisión de irme ya. Llevo mi plato al lavavajillas y entro en la habitación de mi hermano a tomar una chaqueta y el bolso.

Cuando salgo de ella noto que la conversación que habían comenzado se interrumpe abruptamente. Todos me miran, incluyendo Adrien con el café a medio camino de la boca, y suspiro.

Un Inesperado NosotrosWhere stories live. Discover now