Adrien frunce el ceño antes de contestar. Parece molesto.

—Porque quería darte su apoyo, ¿por qué sería si no?

—Ha dicho varias veces que no quiere que trabaje en ese sitio, por eso me sorprende.

Me encojo de hombros y suspiro antes de hundirme un poco más en el sofá. Hasta este momento no me he percatado de lo realmente cansada que estoy. Me duelen los hombros y siento languidez en las piernas y brazos. Si Adrien no estuviera aquí, tal vez podría cerrar los ojos y lentamente dor...

—No le hace especial ilusión pero respeta tu decisión —dice Adrien, obligándome a abrir los ojos de nuevo. ¿Cuándo los he cerrado?—. Quiso ir hoy por si tenías algún problema o si te sentías mal, para que supieras que no estás sola.

Guardo silencio y aprieto los labios sin saber qué contestar. Siento que Adrien me observa y tras unos segundos, añade:

—Solo quiere lo mejor para ti, lo que te haga feliz. Si este trabajo lo consigue, te apoyará en todo momento.

Sé que tiene razón así que al final acabo asintiendo, pero me giro hacia él cuando me surge otra pregunta:

—¿Y tú por qué fuiste?

—Me apetecía una hamburguesa.

Las comisuras de sus labios se elevan y no puedo evitar que las mías también lo hagan. Inconscientemente me inclino hacia él y sin ocultar la burla, digo:

—¿Qué tal el picante? ¿Estuvo a tu gusto?

Pienso que va hacerse el chulo y decirme que no estaba tan picante y que no fue para tanto, pero se aclara la garganta y admite:

—Tenías razón, era demasiado picante. Hasta para mí.

Me quedo a cuadros. ¿Me acaba de dar la razón? Pero antes de poder sobreponerme a la sorpresa, Adrien dice algo que todavía me asombra todavía más:

—Por cierto, para no haber trabajado nunca de cara al publico lo has hecho genial.

Una punzada de emoción estalla dentro de mi cuerpo, cerca del pecho, y tengo que carraspear para encontrar mi voz. No tengo muy claro si Adrien me lo está diciendo en serio o solo trata de ser amable, pero aún así es increíble lo bien que me hacen sentir esas palabras. La confianza que me aportan. Y lo ha dicho de la nada, sin que pregunte.

Así que me animo a abrirme un poco más y admito:

—Si te soy sincera, pensaba que iba a fallar.

Frunce el ceño de nuevo.

—¿Por qué?

Porque hace mucho que nadie cree en mí.

Porque cuando me fui, él sí pensaba que iba fallar.

Carson decía que...

Sacudo la cabeza y fuerzo una sonrisa en los labios. No debo pensar en él ahora, ni nunca.

—Da igual. Gracias por decírmelo, Adrien.

Alza las cejas sin contener la sorpresa.

—¿Gia Davies me está dando las gracias por algo?

Ruedo los ojos y coloco la mano sobre su hombro para darle un empujón, pero apenas lo muevo.

—No te emociones, no ocurrirá más veces.

—Quizás sí.

Ja, ja...

—No, en serio. Deberías comenzar a darme las gracias más veces porque tengo una gran notica —guarda unos segundos de silencio para crear expectación y ladeo la cabeza—. Mi idea ha sido todo un éxito y lo hemos conseguido.

No tiene que añadir más.

Puedo estar cansada y que mi cerebro se encuentre apagado, pero solo hay una cosa en la que Adrien Hall y yo estamos compinchados, y esa es...

—¿Nos han dado el piso?

La sonrisa se extiende con amplitud en su rostro y no puedo evitar pensar en lo guapo que se ve así.

—Así es, polilla. A partir de mañana podemos firmar y llevar nuestras cosas. Si estás de acuerdo, por supuesto.

—Pero, ¿cómo? ¿Tan rápido?

Estoy francamente sorprendida.

Adrien se encoge de hombros y se lleva la mano a la cabeza, desordenándose el pelo.

—Yo tampoco me lo explico pero no tengo quejas. Agatha me ha pedido que la llame cuando podamos ir a firmar.

—¿Juntos?

—Eso es —asiente, y un brillo de diversión cruza su mirada cuando alza las cejas para añadir lo siguiente—. Como una pareja.

No sé por qué el corazón me da un vuelco. Lo ignoro y comento:

—Agatha sabe que no es cierto. Coincidimos cuando nos enseñó el apartamento, ¿recuerdas?

—Sí, pero también recuerdo que ella solo descubrió ese día que ya nos conocimos. Además, dudo que le importe si somos o no pareja cuando el dueño ya ha aceptado la oferta de alquilarnos.

Valoro sus palabras y al final acepto. Me pongo de pies de un salto, lo cual es un tremendo error porque estoy empezando a notar que tengo agujetas en las piernas. ¿Cómo es posible? También me duele la planta de los pies.

—¿Podrías mañana después de desayunar? —Le pregunto.

—Perfecto, tengo turno de tarde.

Entonces ya está. No tengo mucho más que hablar con él y quiero meterme en la cama. Me despido con un rápido gesto con la mano y comienzo a alejarme cuando escucho que me llama.

—Por cierto, polilla.

Me giro hacia él con ganas de decirle que se meta el mote por donde le quepa y que no pienso tolerar que me llame así durante lo que dure nuestra convivencia, pero me lo encuentro estirándose en el sofá, con los brazos por encima de la cabeza. La camiseta se le ha subido y puedo ver parte de su abdomen trabajado. De pronto las palabras se quedan en mi boca y él añade:

—Para más seguridad hasta que tengamos firmado el contrato, ya sabes lo que hacer mañana.

—¿Perdón?

¡Bien! Encontré la voz.

Adrien baja los brazos y vuelve a sonreírme con ese toque travieso que me pone nerviosa. Estoy segura de que veo un brillo cruzar por sus ojos, antes de que susurre:

—Fingiremos ser la pareja de novios más empalagosa y acaramelada del mundo.

Y no voy a mentir. Algo en la forma en que me mira mientras lo dice hace que el calor me invada y me flaqueen las piernas.

Adrien Hall, quizás compartir apartamento contigo vaya a suponer muchos más problemas de lo que esperaba...

Adrien Hall, quizás compartir apartamento contigo vaya a suponer muchos más problemas de lo que esperaba

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Un Inesperado NosotrosWhere stories live. Discover now